Fueron bendecidos los óleos que serán utilizados a lo largo del año. FOTO: A.SÁIZ

REDACCIÓN | 08.04.2021
“Os agradezco por cuanto sois y hacéis en estas circunstancias adversas, nada fáciles como las de hoy, por el trabajo que desarrolláis cada día, a menudo arduo y escondido, un comportamiento que hace lanzar el Reino de Dios en las conciencias. Por eso, os expreso, mi admiración y cercanía, a ese ministerio discreto, creativo, aunque a veces marcado por las lágrimas del alma, el cansancio o desaliento”.

Con estas palabras de ánimo se dirigió el cardenal arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares, a los sacerdotes de la diócesis, durante la celebración de la Misa Crismal, que tuvo lugar el pasado miércoles en la Catedral de Valencia.
El Cardenal animó a los presbíteros a “renovar con alegría, confianza y esperanza el don del ministerio sacerdotal, a dar testimonio del amor de Dios y ser guías de un nuevo acercamiento del mundo a Cristo para entrar en un tiempo nuevo de gracia”.

La celebración de la eucaristía fue concelebrada por los obispos auxiliares de Valencia, y los sacerdotes del clero diocesano que pudieron participar, dado que el aforo del templo era reducido para garantizar las medidas de seguridad establecidas por la pandemia.

Una época sensible
El Cardenal se refrió a los “muchos retos” que plantea nuestro mundo de hoy” y para los que solo hay una respuesta: Jesucristo.

“Vivimos una época sensible al dolor, al sufrimiento, a la injusticia, que supone el mundo de los pobres, de los hambrientos, una época en la que se detectan signos de sufrimiento por tantas decepciones y en la que cunde en muchos la sensación de encontrarse sin salidas, sin sentido en la vida, que tiene que ver con una concepción de la vida y estructuras sociales en las que se ha perdido el rumbo”, describió el Cardenal Antonio Cañizares.

Ante tan graves desafíos que nos retan, para el Arzobispo sólo cabe una respuesta adecuada: Jesucristo. En ese sentido, el titular de la archidiócesis de Valencia aseguró que “no hay una fórmula mágica para los grandes desafíos de nuestro tiempo”. Así, recordando palabras de san Juan Pablo II, “no será una fórmula la que nos salve, pero sí una persona, Cristo, a quien hay que conocer, imitar y amar”.

El Arzobispo también recordó el simbolismo de la Cruz: “En ella encontramos la verdadera sabiduría sacerdotal y humana que cambia el mundo. Ahí está el futuro y la esperanza de la humanidad tan necesitada de amor. La Cruz es el poder del amor, de la esperanza, de la confianza en Él, que cambia el mundo y trae alegría a todos los hombres”.

En la Misa Crismal fueron sido bendecidos los óleos y el crisma que serán utilizados por los sacerdotes a lo largo del año en la celebración del Bautismo, Confirmación, Ordenación Sacerdotal y Episcopal, Dedicación de las Iglesias y Unción de Enfermos.
Al finalizar la celebración en la Catedral el Arzobispo también se refrió al Año Santo Jubilar Eucarístico del Santo Cáliz de la Pasión, y al Año de San José convocado por el papa Francisco.