MARÍA JOSÉ FRAILE 07-09-2016
Fue una de las sorpresas más emocionantes de la misa de ordenación episcopal del nuevo obispo auxiliar de Valencia, monseñor Arturo Ros. Ante una catedral repleta de fieles, ante cerca de más de cuatrocientos sacerdotes y veintidós arzobispos y obispos concelebrantes, y después de ser consagrado obispo por el cardenal Antonio Cañizares, con la voz quebrada y el semblante visiblemente emocionado, don Arturo explicó el porqué del lema episcopal escogido: ‘Properate ad veniam offere’ (apresuraos a ofrecer perdón).
Fueron las últimas palabras que su abuelo, el beato mártir de Vinalesa Arturo Ros Montalt, dirigió a su mujer y a sus hijos antes de ser asesinado en la persecución religiosa de 1936.
Durante toda la celebración, el recuerdo de su abuelo estuvo presente, también en la homilía del cardenal Cañizares, en la que le alentó a ser testigo de la esperanza, “profundamente realista y hondamente libre”.
El nuevo obispo se ocupará de manera particular en potenciar el apostolado de los laicos, la familia y la vida de la caridad.
Arturo Ros Murgadas (Vinalesa, 1964) es, desde el pasado sábado, obispo titular de Ursona (Osuna) y el segundo obispo auxiliar de Valencia después de monseñor Esteban Escudero. El cardenal arzobispo Antonio Cañizares presidió la ordenación en una multitudinaria misa en la Catedral de Valencia, completamente llena de fieles, y en la que concelebraron un total de 22 arzobispos y obispos de toda España (entre ellos el secretario general de la Conferencia Episcopal Española, José Mª Gil Tamayo) y cerca de 400 sacerdotes valencianos.
Cerca de las once de la mañana  partía desde el Palacio Arzobispal, en solemne procesión, la comitiva que llevaría a monseñor Ros primero hacia la Basílica de la Virgen y seguidamente  a la Catedral. El obispo electo, precedido por un centenar de presbíteros y por los obispos concelebrantes iba flanqueado por sus dos padrinos de ordenación, los sacerdotes Camilo Bardisa y Juan José Llácer.
A poco de iniciar la procesión, Mons. Ros, portando entre sus manos el birrete episcopal, rompió un momento el protocolo para saludar a miembros del equipo Junior de Requena, y dió un fuerte abrazo al jefe del centro, Pablo Mascaró, al que como explicaba a PARAULA, “me ha visto crecer desde hace 11 años y siempre ha mostrado su apoyo a los jóvenes allí donde ha estado”. También se encontraba una nutria representación de los órganos responsables del movimiento diocesano Juniors   con quienes el nuevo obispo se ha reunido ya “para ver las necesidades del Moviment Diocesà antes de la Asamblea General que tendrá lugar el próximo día 2 de octubre en Paterna”, explica su presidente Pedro Andrés.
En un día de asfixiante calor, la Catedral se llenó de fieles. Consuelo Murgadas, madre de Mons. Ros, visiblemente emocionada, que ocupaba con los familiares, los primeros bancos junto a las autoridades. Tras ellos, feligreses llegados desde Vinalesa, su localidad natal; y Requena y Torrent, donde ha desarrollado su ministerio sacerdotal hasta ahora. También numerosos miembros del movimiento Cursillos de Cristiandad, del que fue monseñor Ros consiliario diocesano.
La solemne ceremonia de ordenación episcopal duró cerca de tres horas. Durante la liturgia de ordenación episcopal, después de la presentación del nuevo obispo y la lectura del mandato apostólico del papa Francisco, el Arzobispo de Valencia y los obispos concelebrantes impusieron las manos sobre Mons. Ros y, le hicieron entrega del Libro de los Evangelios, el anillo episcopal, la mitra y el báculo como signo de su ministerio pastoral, momento en que fue ovacionado por parte de los fieles.
En la homilía, el cardenal Cañizares aseguró que “Dios misericordioso nos concede un pastor conforme a su corazón para ser ordenado Obispo” y, dirigiéndose a monseñor Ros, le recordó que iba a ser ordenado “para ser servidor y testigo de la esperanza, que es una dimensión especialmente actual, un hombre de Dios, un hombre de fe honda y espiritualmente vivida, alimentada en la oración constante”.

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