L.B. | 09-07-2015
El cardenal arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares, ha creado la comisión diocesana de Religiosidad Popular, que queda integrada en la Vicaría de Evangelización del Arzobispado, y ha nombrado como presidente de la misma al sacerdote valenciano Antonio Díaz Tortajada, hasta ahora prior de la Semana Santa Marinera de Valencia, a la que se encuentra vinculado desde hace más de 25 años.
La nueva comisión de Religiosidad Popular surge con el objetivo de ir ordenando todas las orientaciones que desde la Santa Sede se han dado ya para poder vivir la piedad popular.
La religiosidad popular constituye una expresión de la fe que se vale de los elementos culturales de un determinado ambiente, interpretando e interpelando a la sensibilidad de los participantes. Incluye todas las manifestaciones que el creyente vive pero no están dentro de los cánones de la liturgia, aunque la complementan.
Las expresiones de religiosidad popular, de las que nuestra diócesis es muy rica, son muy diversas y comprende todo aquello en lo que el cristiano manifiesta su fe y no sean los sacramentos, como por ejemplo, los santuarios e imágenes, procesiones, peregrinaciones y romerías, así como devociones y ejercicios de piedad: Rosario, sufragio de difuntos, belenes, vía crucis, representaciones dramáticas de la Pasión, devociones a los santos, los meses del Corazón de Jesús y de María, novenas, adoración eucarística, felicitación sabatina, etc.
– Don Antonio, ¿cómo ha acogido este nombramiento?
– Con mucha alegría porque es un tema en el que ya trabajaba como delegado diocesano de la Junta de Semana Santa. Esto supone ampliar la perspectiva porque la religiosidad popular es muy amplia.
– A veces rechazamos algunas manifestaciones de religiosidad popular.
– La religiosidad popular forma parte de la vida de la Iglesia; constituye una expresión de la fe que se vale de los elementos culturales de un determinado ambiente; tiene como fuente la fe y debe ser, por tanto, apreciada y favorecida; no la podemos marginar ni rechazar. Es un valor para la Iglesia, si es una manifestación auténtica del pueblo de Dios que no se contrapone a la fe y, por tanto, debe ser cuidada.
El problema es que las diversas expresiones de la religiosidad popular aparecen, a veces, contaminadas con elementos no coherentes, desvinculadas de la vida de la Iglesia o vacías de contenido; en esos casos, hay que purificarlas, ajustarlas, limarlas, sanearlas, llenarlas de contenido y, en su caso, potenciarlas.
Además, nos han de dirigir a lo fundamental, a la liturgia de la Eucaristía, hacia la que han de tender. Esto se debe enseñar con una adecuada catequesis.
– Todo esto será labor de la nueva comisión.
– Sí y, por eso, esta nueva comisión está incluida en la Vicaría de Evangelización.
Ahora, poquito a poco habrá que sanear y evangelizar esta realidad. Todo esto ha de hacerse con paciencia, prudencia y delicadeza, con la colaboración de todos: sacerdotes y laicos.
Primero hemos de estudiar para poder eliminar las cosas contaminadas, no coherentes con la fe cristiana. No debemos mezclar elementos religiosos con elementos mágicos.
– ¿Tenemos muchas manifestaciones de religiosidad popular en nuestra diócesis?
– La Iglesia en sí es rica en religiosidad popular y la Iglesia en Valencia, también. No se resume solo en las procesiones de Semana Santa. Ésta es una parte, pero tenemos celebraciones en todos los tiempos litúrgicos. Además, estamos cargados de elementos de religiosidad popular… Todos los pueblos tienen fiestas con procesiones… Lo que tenemos, a veces, lo despreciamos porque nos parece que no nace del Evangelio; lo que habrá que hacer es que sean expresión viva de los misterios cristianos.
– ¿Cómo vivimos la fe en nuestra diócesis?
– De formas diversas. Hay quien la vive de forma profunda y hay quien la vive más superficialmente. Pero hay que respetar a la gente sencilla que quiere acercarse a Jesús a través de realidades pequeñas y elementales. Y dentro de este conglomerado de cristianos de un nivel y otro, todos hemos de saber vivir la fe y ser testigos o sacramento de ella. Unos la vivirán y, además, estudiarán mucho la Palabra de Dios. Estupendo, pero que ayuden a los otros a descubrir la Palabra de Dios a través de esas manifestaciones populares para iluminar sus vidas.
– Usted lleva muchos años vinculado a la Semana Santa. ¿Cómo viven la fe las cofradías?
– Como miembros de una cofradía hemos de manifestar públicamente nuestra fe. Lo que hay que hacer es que cada uno sea en la calle lo que vive en su hermandad. Hay gran variedad de expresiones corpóreas, simbólicas, iconográficas… y hemos de lograr que esté todo armonizado para que puedan ser una manifestación pública de fe; una catequesis cinematográfica de los misterios de la Pasión, muerte y Resurrección de Cristo.
Además, las cofradías forman parte de la Iglesia diocesana y de la parroquia, que no es sólo la catequesis y Cáritas. Son comunidad parroquial. Hemos de romper la copulativa ‘y’, ‘las cofradías y la parroquia’. No pueden vivir separados ni aislados. La comunidad parroquial tiene hermandades y cofradías y deben estar unidas al mismo proyecto pastoral de la parroquia.
Del mismo modo que tampoco son sólo para un determinado tiempo. Han de ser hermandades y cofradías los 365 días del año. Hay tiempos para salir y expresar en las calles nuestra fe; pero hay otros tiempos para formarse, para vivir en profundidad la liturgia y también para atender a las necesidades del hermano.
Por eso, están bajo la responsabilidad del obispo, han de seguir las directrices pastorales de la Iglesia diocesana y para eso están los consiliarios parroquiales que animan y ayudan a los fieles en la vida cristiana, vigilando, purificando y evitando que se mezclen realidades bastardas.
– ¿Cuál es su balance de todos estos años relacionado con la semana Santa?
– Diría que muy positivo. He aprendido mucho de esta gente. Hemos luchado mucho y hemos aprendido que hay que estar con la gente. La acogida es muy importante porque es la única forma de cambiar actitudes y comportamientos, que no se pueden modificar con decretos sino desde la convicción y el diálogo. Lloré mucho los primeros años de mi trabajo pastoral en la parroquia de Nuestra Señora de los Ángeles del Cabañal porque veía la distancia que había entre la parroquia y las cofradías. Se ha intentado que esto desaparezca. Ha sido una experiencia muy hermosa, yo he aprendido mucho, pero no sé si habré enseñado. En caso negativo que me perdonen.
– Los inmigrantes nos han aportado nuevas formas de religiosidad popular.
– Los inmigrantes, sobre todo los sudamericanos, tienen sus costumbres. Curiosamente, algunas las llevamos nosotros allí y ahora ellos nos las devuelven cuando aquí ya las habíamos perdido. Es una religiosidad sencilla pero importante si se descubre el fondo de lo que encierra. Por eso, ya hay programadas unas jornadas para los sacerdotes que atienden a los inmigrantes aquí en Valencia, para el próximo mes de noviembre. Espero que sean positivas.