REDACCIÓN | 21-01-2016
La iglesia de Santa Catalina acogió la celebración de la Jornada Mundial del Emigrante y Refugiado. J.PEIRÓ
Centenares de inmigrantes y refugiados celebraron el domingo su Jornada Mundial con una misa presidida por el cardenal arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares, en la iglesia de Santa Catalina, en la que el purpurado realizó un llamamiento a “abrir nuestras puertas a Jesucristo”, a “ser misericordiosos y no tener miedo en la acogida a los refugiados”.
Según el Cardenal, con el que concelebraron la eucaristía una quincena de sacerdotes, “los signos o fenómenos de la descristianización y el olvido del hermano que vemos hoy en nuestra sociedad- pese a sus raíces cristianas- no pueden ser pretexto para una resignación conformista o un desaliento paralizador”.
Al contrario, “urge un nuevo esfuerzo creador en la evangelización de nuestro mundo” para “hacer posible una humanidad nueva hecha de hombres y mujeres nuevos que se aman y que viven como hermanos”, añadió.
Por ello, “por muchas que sean las sombras que aparecen en el panorama, no hay motivos para el desaliento”, porque también “son más los motivos que tenemos en nuestro mundo, como la fe, y es necesario “reavivarla” y que “se muestre en la caridad y en la misericordia”.
“Los inmigrantes necesitan de nosotros”
Durante su homilía, el Arzobispo de Valencia  aseguró que “hoy, presentamos nuestra súplica por los inmigrantes y refugiados”, porque necesitan “acogida, amor, solidaridad, cercanía y la misericordia”, porque les falta “calor y cobijo de hogar” y “necesitan sencillamente de nosotros”.
Así, “ante tantas carencias y problemas que se nos presentan en este mundo, ante tantos retos y desafíos», lo que nos puede salvar “no son fórmulas mágicas” sino “una persona, Jesucristo, y su certeza de que Él está con nosotros”.
“En casa hay sitio para un hermano más”
Previamente al inicio de la ceremonia, el sacerdote Olbier Hernández, director del Secretariado Diocesano de Inmigrantes y Refugiados del Arzobispado de Valencia, recordó la labor puesta en marcha, junto a diversas entidades de la Iglesia y religiosos para la ayuda y acogida del inmigrante y refugiado, refiriéndose al proyecto diocesano “En casa hay sitio para un hermano más”.
“Las entidades de la Iglesia pretendemos tener un discurso común y una mirada global sobre el hecho migratorio, así como la convicción de la necesidad de sensibilizar a las comunidades cristianas en la defensa de los derechos de las personas migrantes y refugiados y en la defensa de la cultura de la acogida del diferente, inspirada en la hospitalidad”, subrayó Olbier Hernández.
A continuación ofrecieron su testimonio un Gabi, un joven palestino, nacido en Belén y Chamberlín, otro joven de Camerún que relataron su experiencia personal de fe y sus vivencias hasta llegar a Valencia.
La misa,  organizada precisamente por el Programa Diocesano de Pastoral con Inmigrantes, contó con la participación de inmigrantes y refugiados, que portaron una treintena de banderas de sus países de origen, así como también de valencianos familiares emigrantes “que comparten con ellos a lo largo del año inquietudes y luchas para mejorar sus condiciones de vida”, según fuentes de la organización.
Antes de finalizar la celebración, los representantes del Programa Diocesano de Pastoral con Inmigrantes y Refugiados animaron a vivir y a actuar desde el Evangelio de la Misericordia para la ayuda e integración del refugiado e inmigrante que “tienen el derecho de ser acogidos”.
Desde el Secretariado realizaron un llamamiento a las autoridades o instituciones europeas para “agilizar trámites o permisos” porque desde “hace medio año muchas familias que se han ofrecido a acoger refugiados se encuentran todavía a la espera”.
Tras la misa, inmigrantes de México, Colombia, Ecuador, Filipinas así como representantes de la comunidad africana realizaron una muestra de folclore con la representación de varios bailes regionales.