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REDACCIÓN | 03-04-2014
Una “renovada pastoral de la misericordia en fidelidad a la tradición católica” para el matrimonio y la familia es lo que propuso en Valencia el cardenal canadiense Marc Ouellet, prefecto de la Congregación para los Obispos y presidente de la Pontificia Comisión para América Latina, para ayudar a las familias en situación irregular.
Así lo expresó durante la apertura del Año Judicial del Tribunal Eclesiástico de la archidiócesis de Valencia, que tuvo lugar el pasado jueves en el Centro Cultural La Beneficencia.
El cardenal Ouellet fue el encargado de pronunciar la lección magistral, titulada “El matrimonio y la familia en la sacramentalidad de la Iglesia. Desafíos y perspectivas”, y ha recordó cómo “el papa Francisco ha comparado la misión de la Iglesia en el mundo actual con un `hospital de campaña´, que cura a tantos heridos caídos en el campo de batalla”.
Esta imagen “se adapta perfectamente a la situación del matrimonio y de la familia, que desde hace algunas décadas padece un grave deterioro no sólo en el plano de la vida de las parejas, sino también a nivel de legislaciones contrarias a los valores tradicionales de la institución familiar, promovidas por grupos de presión aprovechando la mentalidad relativista dominante”, indicó.
Además, recordó también que el próximo Sínodo Romano de los Obispos tendrá la tarea de examinar la situación de las familias de hoy y de “ofrecer orientaciones pastorales capaces de fortalecer a las parejas que han permanecido fieles a pesar de todos los vientos contrarios, de curar a las personas heridas por un fracaso en el amor, de ayudar a las familias en situación irregular, que, aun así, aspiran a una vida de gracia auténtica”.
Temor a entregarse
En su intervención, cardenal Ouellet explicó que “una pastoral de la misericordia debe en primer lugar preocuparse de salvar al hombre y a la mujer del temor a entregarse, que obstaculiza en gran medida cualquier búsqueda de felicidad”. De hecho, “muchos creen hoy que la complejidad de las situaciones matrimoniales, la lentitud de los procedimientos jurídicos para evaluar la validez de las uniones, el ejemplo de la tradición ortodoxa y las prácticas no oficiales que se difunden por solicitud pastoral, sin olvidar la oleada de esperanza suscitada por la predicación del papa Francisco, exigen de parte de los pastores una reflexión y unas iniciativas innovadoras que respondan a los nuevos desafíos de la evangelización” .
A este respecto el purpurado aseguró que “comparto esa esperanza y esa convicción, aun creyendo que, con ocasión de los debates en curso, el Espíritu Santo nos indicará caminos de renovación en fidelidad a la tradición católica”, y puntualizó que “tradición no significa inmovilismo, sino más bien progreso de una realidad viva que cambia y se adapta sin perder la propia identidad”.
Más adelante, expresó la necesidad de “una pastoral renovada del matrimonio y de la familia que debe dar a conocer mejor la herencia del Concilio y la hermenéutica adecuada que de él ha hecho el beato Juan Pablo II”.
Sacramentalidad de la Iglesia
En su lección magistral, el cardenal Ouellet destacó “la dimensión misionera que adquieren los sacramentos, ya que son la visibilidad de la Iglesia a los ojos de las naciones”.
A su vez, “la sacramentalidad de la Iglesia se basa en la relación esponsal entre Cristo y la Iglesia, de la que habla San Pablo en la Epístola a los Efesios para fundar el valor sacramental del amor conyugal entre un hombre y una mujer”, y ha considerado “providencial y profético” que el Concilio Vaticano II haya reafirmado el valor del matrimonio y de la familia, “cuando la secularización de las culturas y de las sociedades generaba gradualmente una crisis antropológica sin precedentes”.
A este respecto, el purpurado reconoció do que “la pastoral de la Iglesia está todavía lejos de poner en acto la nueva evangelización del matrimonio y de la familia recomenzando desde Cristo y desvelando la belleza de la familia como Iglesia doméstica”, tal y como promovió por el Concilio y “relanzó” la Exhortación Apostólica Familiaris Consortio”.
Por otra parte, “el sacramento del matrimonio no se limita a ayudar a los cónyuges a realizar los fines naturales de su unión, a saber, la unidad de los esposos, la procreación y la educación de los hijos, sino que eleva el amor humano a la dignidad de signo sacramental”, señaló el cardenal Ouellet, que defendió “la vocación al matrimonio como vocación a la santidad, una santidad conyugal y familiar que revela y encarna concretamente en el mundo la verdadera naturaleza de la Iglesia como Esposa de Cristo”.
Vida eclesial de los divorciados
En cuanto a los divorciados vueltos a casar que aspiran a “regularizar su participación en la vida eclesial”, el prefecto de la Congregación de los Obispos invitó a “acoger calurosamente su disponibilidad para un camino de conversión, penitencia y crecimiento espiritual” e insistió en que “respetando profundamente la diversidad de situaciones y responsabilidades, en caso de fracasos no susceptibles de una solución jurídica adecuada, se les debe ayudar a restablecer su vida de unión con Cristo en su nueva situación, pero con el límite impuesto por la verdad de los sacramentos de la Iglesia”, a través de un “renovado anuncio de la misericordia fuera de un contexto propiamente sacramental”.
Además, “como en el caso de los no cristianos o de otros cristianos en los que Dios no está ligado al orden sacramental, la misericordia de Dios actúa de todos modos internamente en sus vidas”, aclaró el cardenal Marc Ouellet, quien, de todas formas, hizo un llamamiento para que “ni nos dejemos encerrar en una problemática estrecha de los divorciados vueltos a casar, ni en una visión estrecha de la comunión sacramental”.
Facilitar la resolución de los casos de nulidad
Al término de su lección magistral, el purpurado invitó también a “buscar, al mismo tiempo, facilitar la resolución de los casos de nulidad”. A este propósito, consideró que el trabajo de los tribunales matrimoniales “es hoy más esencial que nunca para discernir los casos de invalidez del matrimonio a partir del examen de la verdad del vínculo conyugal en que basa el reconocimiento o no de invalidez”.
Este trabajo “debe realizarse con objetividad e imparcialidad, en un auténtico espíritu pastoral, teniendo en cuenta la fidelidad de la Iglesia, el misterio de la Alianza y la ley suprema de la salvación de las almas”.
También instó a que “el diálogo pastoral con los solicitantes del matrimonio, realizado con respeto y cordialidad, debe hacerles entender la obligación de la Iglesia con respecto a la verdad de los sacramentos de la fe”.
En cualquier caso, “no se debe subestimar el potencial evangelizador constituido por una solicitud de celebración del matrimonio dirigida a la Iglesia”, indicó el purpurado canadiense, que se mostró convencido de que “pocas situaciones humanas son tan propicias para la proclamación del Evangelio y el encuentro con Cristo como el acontecimiento de amor entre un hombre y una mujer que les hace experimentar algo del misterio de Dios que es amor”.
De igual manera, concluyó que el “futuro de la evangelización de la humanidad pasa por la familia” y que la familia es “el gran recurso para llevar a cabo una auténtica conversión pastoral en una Iglesia toda ella misionera”.