“Donde Jesús sembró la palabra del Evangelio paradójicamente es donde más cuesta que arraigue en el corazón del hombre. Es una contradicción dolorosa para los creyentes”, lamentó el Arzobispo Mons. Enrique Benavent en la misa por la paz en Tierra Santa.

Oración en la Basílica de la Virgen. FOTO: A.SAIZ

MARÍA A. PICALLO| 20.10.23

Las palabras del rector de la Basílica y vicario episcopal de Evangelización, Melchor Seguí dieron comienzo a la Misa por la Paz en Tierra Santa, presidida por el Arzobispo de Valencia, mons. Enrique Benavent. Melchor Seguí pidió que “el Señor toque los corazones de todos los responsables para que se pongan de acuerdo y haya generosidad e impere en Tierra Santa, la tierra de Jesús, el don precioso de la paz”. Por su parte, en su homilía, el arzobispo de Valencia, monseñor Enrique Benavent, pidió “el don de la reconciliación entre los pueblos y las personas que habitan allí donde Jesús sembró la palabra de la salvación, y que cese tanto dolor de tantas personas inocentes, porque el poder de las armas y de la guerra no lleva nunca a una solución de los conflictos, que tiene que venir, y vendrá, cuando la palabra del Evangelio sea acogida de verdad en el corazón de toda la humanidad”.

Monseñor Benavent destacó que “estamos asistiendo a una situación que nos desconcierta, ante la cual los creyentes participamos del dolor de tantas personas que sufren las consecuencias de unos conflictos que no han creado, sobre todo del dolor de las víctimas inocentes de tanta violencia, odio y crueldad, sin ser responsables de nada. Participamos también del dolor de comprobar cómo en la tierra donde Jesús sembró la palabra del Evangelio, paradójicamente es donde más cuesta que arraigue en el corazón del hombre. Es una contradicción dolorosa para los creyentes. Donde anunció la palabra del amor, fraternidad, perdón y misericordia, viven, desde hace décadas, un conflicto que es fuente de división, dolor y odio entre las personas y los países de nuestro mundo”, señaló.

En la eucaristía, el Arzobispo subrayó la “ambivalencia de la palabra del Evangelio, que es fuerza de salvación para el que cree y la acoge con un corazón limpio y sincero, y la auténtica religión, la auténtica actitud creyente, la fe viva; y, al mismo tiempo, es una palabra que denuncia aquellas actitudes que puede haber en el corazón del hombre y que suponen menospreciar la gloria de Dios”.

El Arzobispo recordó que “los seres humanos somos capaces de lo mejor y lo peor, como nos dice el Concilio Vaticano II. Nuestro corazón puede albergar los sentimientos más nobles pero también comportamientos que no son dignos de la gloria de Dios, que es que el hombre viva. Jesucristo nos traza el camino verdadero, de la conversión del corazón para que los instrumentos de guerra se transformen en instrumentos de progreso, para que donde haya guerra pongamos paz, donde haya odio pongamos amor, donde haya ofensa pongamos perdón y donde haya división, unidad. Es un camino aparentemente poco eficaz pero en el fondo sabemos que es el único que puede traer la paz al mundo”. La misa fue concelebrada por el obispo auxiliar emérito de Valencia, monseñor Esteban Escudero.

La Basílica de la Virgen organizó por la tarde la adoración Eucarística y el Santo Rosario, presidido por el obispo auxiliar de Valencia, monseñor Arturo Ros. Siguiendo la petición del Arzobispo se unieron todas las parroquias, iglesias y monasterios de la Archidiócesis para acoger momentos de oración, contemplación ante al Santísimo y preces en la Eucaristía por la paz.