Monseñor Enrique Benavent recibió a PARAULA en la sede del obispado de Tortosa. FOTO: A.SÁIZ

❐ AMPARO CASTELLANO | 20.10.22

¿Cómo vivió -ya en la soledad del encuentro consigo mismo- las horas posteriores a su designación como arzobispo?

Sobre todo es el día que te lo comunican. El día que se hace público es una consecuencia, pero realmente el día que te lo comunican te llevas una sorpresa. Había rumores, vamos a ser sinceros (sonríe), pero el día que te lo comunican sientes que te ha llegado una misión del Señor. Porque aquí no se trata de un cargo, se trata de vivirlo como una misión que viene del Señor para el servicio de la Iglesia. ¿La sensación? de una responsabilidad “que me caía encima”. Aquí (en Tortosa) después de 9 años y unos meses, te has acostumbrado a una diócesis de un tamaño, a un tipo de “ser obispo” que supone mucho contacto con las personas, con los pueblos que has visitado muchas veces, que te conocen mucho, que la gente te ve por las calles y te saluda, incluso los niños. Recuerdo una visita a Gandesa (Tarragona) después de una visita pastoral, iba por la calle a ver al párroco que estaba enfermo,y un niño que había estado en catequesis dijo: “Pare, ¡lo Bisbe!!”, es decir que es una diócesis familiar. La diócesis de Valencia, aunque para mi es familiar, tiene unas dimensiones que supondrá un cambio de mentalidad. Ante una responsabilidad tan grande, uno se siente más pequeño.

Recibió la ordenación en Valencia de San Juan Pablo II, quien también le nombró Obispo auxiliar de Valencia, y ahora Arzobispo de Valencia por el Papa Francisco. Desde 2005, tiene ya una amplia trayectoria en el episcopado. Desde esa experiencia, ¿cuáles son sus inquietudes para esta hora de la Iglesia, y en particular en Valencia?

Las inquietudes son buscar caminos para anunciar a Jesucristo, porque vivimos en un mundo poco receptivo al mensaje cristiano. A veces cuando celebramos reuniones pastorales, o en las parroquias con los catequistas, todos sabemos lo que deberíamos hacer. Pero muchas veces nos falta saber cómo lo tenemos que hacer. Ese es el gran reto para la Iglesia. Lo que tenemos que hacer lo sabemos, lo que tendríamos que hacer lo sabemos, pero a veces, no encontramos cómo lo tenemos que hacer, porque antiguamente la Iglesia era una institución socialmente consolidada, pero hoy la cultura ha cambiado y, en esta cultura, hemos de encontrar caminos nuevos para la evangelización.

De hecho, cuando en algunos ámbitos, incluso a veces, desde dentro de la Iglesia, se escucha que “la religión empieza a ser irrelevante en la sociedad española”, ¿qué siente ante este tipo de afirmaciones?

La religión nunca deja de ser relevante para la vida de las personas. Tal vez la Iglesia no tiene, podríamos decir, la influencia social, el poder social, el peso social que tenía en otras épocas. Y no es que no tenga instituciones, porque las tiene. La Archidiócesis de Valencia tiene una red de colegios diocesanos, tiene una universidad católica…lo que pasa es que son instituciones que viven en un marco cultural muy distinto al de otras épocas, y a veces, la eficacia evangelizadora que esperábamos de ellas, no acabamos de ver cómo se comprueba. Pues tenemos que cuidar esas instituciones, porque son instrumentos que nos pueden ayudar para la evangelización.

Es ya Arzobispo electo de Valencia, en la que fue Obispo auxiliar, conoce bien la Archidiócesis, y es algo que se se ha repetido notablemente al hacerse público su nombramiento, ¿siente por ello el peso de una exigencia mayor de tener que dar mucho y muy velozmente?

No soy persona de gobierno que tome decisiones precipitadas -aquí en Tortosa lo saben bien-, porque para tomar una decisión de gobierno se tiene que tener la seguridad de que será para mejorar. Tomar una decisión por tomar una decisión, no soy partidario. Creo que en la Iglesia contamos todos, aportamos todos, todos amamos a la Iglesia, y que por tanto, todos entregamos lo mejor de cada uno de nosotros para la Iglesia. Un cargo, una misión, es un servicio y así es como lo tenemos que vivir. Todo obispo tampoco decide sólo, hay consejos asesores, un colegio de consultores, un consejo episcopal…Saber escuchar a las otras personas para tomar decisiones que sean para el bien de la diócesis y para el bien de las personas que trabajan en la diócesis, es pienso yo, la actitud más importante. Conozco la diócesis, claro, pero no todo, porque hace más de nueve años que estoy en Tortosa, y en este tiempo ha cambiado la diócesis, hay nuevos sacerdotes que se han ordenado, compañeros que han fallecido.. Hay un conocimiento, pero ese conocimiento no quiero que suponga tener prejuicios frente a nadie, que sea un conocimiento para bien de la diócesis, para hacer lo mejor para la diócesis.

En su primer saluda a la Archidiócesis nos dijo: “que desde este momento tengamos todos el deseo de hacer de la iglesia una auténtica familia. Que las diferencias legítimas que pueda haber entre nosotros no se convertirán en divisiones”. ¿Cree que el peligro para la Iglesia está en su seno, en la falta de unidad?¿puede ampliar esta reflexión?

En la Iglesia, como en toda familia hay que piensa de una manera o de otra. Muchas veces, cosas que son opinables acaban convirtiéndose en problemas de primera magnitud que no deberían serlo. Hay que poner las cosas en su sitio. Y un tema que es opinable es opinable, pero no puede romper la unidad y la comunión eclesial. Hoy en la Iglesia, desgraciadamente, estamos asistiendo a un momento de polarización. Hay que reconocer que hay sectores en la Iglesia que están abiertamente en contra del Papa, y eso no puede ser. Podemos tener sensibilidades distintas, pero el principio de unidad de la Iglesia es el Ministerio de Pedro, y eso no se puede cuestionar.

Y esa polarización que afecta en general a la Iglesia, ¿se podría producir también en la Iglesia particular de Valencia?

También, en temas de pensamiento. Hay maneras de pensar distintas, en el compromiso político, en temas culturales…pero eso no puede afectar a la vida de la Iglesia, porque para un cristiano lo más importante es la fe, lo más importante es el amor a Jesucristo, y lo que nos une a los cristianos es que todos amamos al Señor y nos sentimos miembros de la Iglesia. Y ese sentimiento realmente tendría que ser tan fuerte que las diferencias, legítimas, no lleguen a convertirse en divisiones.

Es cierto que en Valencia la cultura está “intoxicada” y que hay posturas polarizadas. Hoy más si cabe, en tantas plataformas, en redes sociales, en las que las donde todo está muy expuesto. Entiendo que lo pide es “desintoxicar” posturas de un lado u otro referente a la cultura, que afecten a la unidad de los diocesanos.

Exactamente. En Cataluña he vivido un momento especialmente delicado, en una diócesis, que además, la mitad es catalana y la mitad es valenciana. Y es curioso, porque ese debate no ha entrado en la vida de la iglesia diocesana en Tortosa. Los valencianos y los catalanes aquí se sienten miembros de la diócesis de Tortosa, eso es para mi una experiencia muy bonita, porque en el fondo, cuando un cristiano valora lo sustancial de su fe, sabe relativizar lo que es secundario en su manera de pensar y en sus opciones. Y eso al final, es lo que da paz y lo que crea comunión entre nosotros.

La primera salutació a la diòcesi ha sigut en castellà i en valencià, ¿se sent massa observat en aquesta qüestió? Introduïr i normalitzar el valencià en les celebracions, serà una de les seues prioritats?

La veritat és que no em sent massa observat, si algú m’observa, problema seu (riu). El que em coneix sap que sempre he parlat valencià. No sé perqué ara tindria que deixar de parlar en valencià. Jo pensé que aixó que diuen, “es que en la Iglesia valenciana s’han oposat al valencià”, no és cert. Jo fa 40 anys que soc sacerdot. Quan era seminarista, i continua fent-se, totes les setmanes, la litúrgia és en valencià. Jo he anat a pobles a on els capellans m’han presentat celebracions i misses en valencià, i ho he fet. I En la Iglesia de València a ningú li s’ha prohibit mai l’us del valencià en la vida de l’Església, qui diga lo contrari, no està dient la veritat. El cardenal D.Antonio Cañizares ha encés una llum, que és autoritzar, i després cuidar, que continua fent-se la missa en valencià en À Punt, que és una missa que no ha causat cap polèmica. I que, per tant, és una llum molt important, perque tal vegada ens diu per on hem d’anar. Certament n’hi ha un camí que s’ha de recòrrer, però en pau i tranquil·litat. ¿Per què?: primer, per exigències mateixes de la litúrgia. Si un capellà vol fer una missa en valencià ha de tindre els llibres adequats; segon, perque en tots el Sínodos, el de d.Miguel Roca i el de d. Antonio Cañizares, és una petició, que està en les conclusions sinodals, i per tant, hem de mirar la manera de complir-la. Ara, no m’agradaria trobarme en focs creuats, perquè quan una persona es troba en focs creuats, és molt difícil avançar. M’agradaria que en aquest tema s’avançara en tranquilitat, en pau, i deixant a les diòcesis que tenen territori a la Comunitat Valenciana. Perque el problema no és únicament un tema de l’Arquebisbat de València. Els temes dels llibres litúrgics, legalment, tenen que aprovar-los els bisbes que tenen territoris de la seva diòcesi en l’àmbit territorial per al que serveixen els seus lliures. Per tant, m’agradaria que, uns i altres, ens deixaren treballar als bisbes.

En el saludo también se dirigió a las autoridades. ¿Cuál sería su pensamiento, o su proyecto, para que esas relaciones fueran leales?

Aquí en Tortosa he tenido buenas relaciones con las autoridades, sin invadir yo su espacio y sin que ellos invadieran el mío. Desde ese principio, todo lo que sirva para el interés de la sociedad. De hecho, en todos estos años de d. Antonio Cañizares ha tenido en colaboración con el gobierno de la Generalitat proyectos sociales, con Cáritas, proyectos culturales…En Tortosa hemos ten ido muy buena relación con la Diputación de Castellón y con la Generalitat valenciana, que hizo una obra importante restaurando la fachada principal de la iglesia arciprestal de Morella, es decir, que las relaciones han sido siempre cordiales, respetuosas. Pienso que también hay cosas en las que no estamos de acuerdo, y tenemos que tener la libertad de expresar nuestra opinión, nuestro pensamiento. Soy Presidente de la Comisión de la Doctrina de la Fe (en la CEE, Conferencia episcopal española) donde hemos publicado una nota doctrinal sobre la Objeción de conciencia, porque los cristianos tenemos que dar razón de nuestra esperanza, y San Pedro en la primera Carta nos dice que lo tenemos que hacer con delicadeza y respeto. Pues ese es el camino, pienso yo, para una relación positiva con las autoridades.

En esa misión de la Iglesia de cultivar el encuentro y la reconciliación, tampoco eluden una dimensión profética, como en esa nota doctrinal, de reafirmar la dignidad sagrada de la vida, también desde los avances de la ciencia, en la comprensión de la vida humana, pero en la que los obispos, en su caso usted mismo, se exponen a las críticas. ¿Cómo llevar el mensaje sin que parezca que la Iglesia “impone” su verdad?

Hay que razonar las cosas, hay que exponer los motivos. Evidentemente hoy los obispos hablamos a los cristianos. No podemos pensar que nos dirigimos a la sociedad pensando que la sociedad hará lo que nosotros le hablemos. Nos dirigimos a los cristianos, para recordarles los principios morales que deben regir su actuación, su presencia en la sociedad, nuestra visión del mundo, de la cultura, de acuerdo con la doctrina social de la Iglesia. Pero también al dirigirnos a los cristianos nos dirigimos a todos aquellos que quieran escucharnos, y por tanto, si nos tenemos que dirigir a los que nos quieran escuchar, tenemos que explicar las razones de nuestra fe. Ver que nuestro mensaje es coherente con lo que es el ser humano, con lo que es el hombre, con lo que es la auténtica felicidad del hombre. Encontrar un lenguaje que conecte, que haga pensar, que lleve a la reflexión, porque muchas veces si empleamos un lenguaje que pueda ser de “mando y ordeno”, produce un rechazo espontáneo.

Estamos en periodo electoral, y normalmente se “elevan” más los mensajes que identifican a los partidos. ¿Cómo puede la Iglesia extender el mensaje de defensa de la vida, concienciar de que se expresan como derechos los que no lo son, y no caer en la polarización?

Lo tenemos difícil hoy, tenemos difícil ese mensaje, hay que ser realistas. Porque yo he ido de visita pastoral a colegios, veo esta cultura que ha transformado los deseos subjetivos en derechos que el Estado “debe” reconocer y debe amparar y proteger, es una cultura que ha entrado en todos los niveles de la población. Una regeneración cultural es necesaria, pero una regeneración cultural debe partir de una nueva evangelización. Ahí estamos, sembrando el Evangelio, que ha de fructificar en un nuevo estilo de vida, en unos nuevos valores y una nueva cultura. Tal vez, la misión de la Iglesia es a largo plazo, muchas veces nos gustarían los resultados constatables. Pero nos debemos concienciar de que hay que sembrar el Evangelio que fructificará cuando Dios quiera, como dice el Evangelio, sin que el sembrador sepa cómo. Ahora bien, los cristianos tenemos que ser conscientes de los principios que deben regir nuestra actuación. Y a los cristianos que están en la política, debemos llamarlos a una coherencia con su fe.

Tiene enorme reputación como teólogo (ha sido decano presidente en la Facultad de Teología de Valencia, en la que ha estado más de 20 años). ¿Tiene planes específicos para la Facultad?

Bueno, cuando vuelva a la Facultad, volveré a una institución que ha sido mi casa (ríe con alegría). Bueno, ha cambiado la Facultad porque desde que vine a Tortosa se han unificado las dos Secciones, se ha integrado en la Universidad Católica, es decir, que la estructura se ha modificado. Hay profesores míos ya han fallecido, o se han jubilado, hay profesores que fueron alumnos míos, profesores de la Sección de los dominicos que no conozco…Pero creo que es una institución muy importante para la diócesis. Porque es la institución superior de formación teológica donde se forman los futuros sacerdotes, religiosos y religiosas de la diócesis y laicos. Yo tuve alumnos laicos, algunos de ellos muy buenos. Pienso que es un servicio a largo plazo, porque un laico bien formado teológicamente puede dar fe de su esperanza en el mundo, mejor que uno que no está formado teológicamente. Por tanto, creo que es una institución a cuidar, como creo que lo es a cuidar la Universidad católica, la Facultad de Derecho Canónico, que está prestando servicio a la diócesis y a muchas otras diócesis, el Pontificio Instituto Juan Pablo II, que presta servicio fuera de los límites de nuestra diócesis….Pues todo eso, son instituciones que están bajo nuestra responsabilidad y que tenemos que cuidar.

De su personalidad y como pastor, se señalan rasgos como humildad, seguridad doctrinal, llamada a las vocaciones sacerdotales, al impulso misionero, la caridad, la importancia que otorga a la educación….¿qué añadiría a estos puntos suspensivos? ¿Qué cree que le caracteriza?

Pues no sé….son temas de los que hablo en mis cartas dominicales. En Tortosa les dije a los canónigos cuál era la capilla de la Catedral en la que quería que me enterraran (ríe), siempre puede haber un accidente, una enfermedad, o jubilarme…No sé qu´ñe me caracteriza, pero sí pienso que cuando un obispo va a su diócesis tiene que estar en la idea de que va a estar en esa diócesis para siempre. Porque nadie puede ir a un sitio esperando a marchar a otro sitio. Eso no es una actitud eclesial. Uno va a un sitio donde se le lleva, no dónde uno elige, a dar la vida.