El Papa destacó como una de las ideas clave del Concilio Vaticano II -de cuya apertura se cumplen este 11 de octubre 50 años- “la llamada universal a la santidad, que como tal concierne a todos los cristianos (cf. Const. Lumen gentium, 39-42)”. Así lo subrayó durante la misa que presidió el pasado domingo en la plaza de San Pedro con la que inauguró el Sínodo de los Obispos sobre la Nueva Evangelización y durante la cual, además, proclamó doctores de la Iglesia al sacerdote español san Juan de Ávila y a la religiosa alemana santa Hildegarda de Bilden.
Haciendo referencia a ambos, enseñó Benedicto XVI que “los santos son los verdaderos protagonistas de la evangelización en todas sus expresiones”. Porque ellos, añadió, “son los pioneros y los que impulsan la nueva evangelización: con su intercesión y el ejemplo de sus vidas, abierta a la fantasía del Espíritu Santo, muestran la belleza del Evangelio y de la comunión con Cristo a las personas indiferentes o incluso hostiles”.
Y añadió: “La santidad no conoce barreras culturales, sociales, políticas, religiosas. Su lenguaje –el del amor y la verdad–, es comprensible a todos los hombres de buena voluntad y los acerca a Jesucristo, fuente inagotable de vida nueva”.
En otra parte de su homilía, flaqueado por dos grandes lienzos que destacaban en el frontis de la basílica de san Pedro, el Santo Padre invitó a admirar a los dos santos que han sido agregados al grupo escogido de los doctores de la Iglesia. Destacó en san Juan de Ávila, hijo del siglo XVI (de quien PARAULA ofreció en su anterior número una amplia semblanza), “su profundo conocimiento de las Sagradas Escrituras, con un ardiente espíritu misionero”.
Como teólogo también él, el Papa reconoció que el Maestro de Ávila -patrono del clero español- “supo penetrar con singular profundidad en los misterios de la redención obrada por Cristo para la humanidad», reconociéndolo como «Hombre de Dios, que unía la oración constante con la acción apostólica». Recordó cómo estuvo dedicado a la predicación y al incremento de la práctica de los sacramentos, «concentrando sus esfuerzos en mejorar la formación de los candidatos al sacerdocio, de los religiosos y los laicos, con vistas a una fecunda reforma de la Iglesia».
En alusión al Sínodo de Obispos sobre la Nueva Evangelización, que se prolongará hasta el 28 de octubre, el Papa indicó que “no se puede hablar de la nueva evangelización sin una disposición sincera de conversión”. Porque, según la enseñanza paulina, “dejarse reconciliar con Dios y con el prójimo (cf. 2 Cor 5,20) es la vía maestra de la nueva evangelización”.
Asimismo, Benedicto XVI recordó que la Iglesia “existe para evangelizar”. Y distinguió dos “ramas” evangelizadoras. Una de ellas fue la ‘missio ad gentes’, que no es otra cosa que el anuncio del Evangelio a aquellos que aun no conocen a Jesucristo; y, por otra parte, la ‘nueva evangelización’, “orientada principalmente a las personas que, aun estando bautizadas, se han alejado de la Iglesia, y viven sin tener en cuenta la praxis cristiana”.
“Nuevo encuentro”
Sobre este último aspecto, clarificó que la asamblea sinodal inaugurada ese día, está dedicada a esta nueva evangelización, “para favorecer en estas personas un nuevo encuentro con el Señor, el único que llena de significado profundo y de paz nuestra existencia; para favorecer el redescubrimiento de la fe, fuente de gracia que trae alegría y esperanza a la vida personal, familiar y social”.
En la misa participó el arzobispo de Valencia, monseñor Carlos Osoro, junto con otros muchos obispos de España y de Alemania -países de los nuevos doctores-, así como prelados participantes en el Sínodo.
“Hay una evidente correspondencia entre la crisis de la fe y la del matrimonio”, que es “sujeto” de la evangelización
El Papa también habló en su homilía de los retos que significa la familia para la nueva evangelización. “El matrimonio constituye en sí mismo un evangelio, una Buena Noticia para el mundo actual, en particular para el mundo secularizado”. Porque esta unión, “una sola carne”, lo debe ser “en la caridad, en el amor fecundo e indisoluble”.
El Pontífice destacó que esto es un signo que habla de Dios con fuerza, “una elocuencia que en nuestros días llega a ser mayor, porque, lamentablemente y por varias causas, el matrimonio, precisamente en las regiones de antigua evangelización, atraviesa una profunda crisis”. Esta relación no es casual, según dijo, porque al estar el matrimonio, unido a la fe, “como unión de amor fiel e indisoluble” que “se funda en la gracia que viene de Dios Uno y Trino, que en Cristo nos ha amado con un amor fiel hasta la cruz”, entonces, “hay una evidente correspondencia entre la crisis de la fe y la crisis del matrimonio”.
Recordó a propósito lo que la Iglesia afirma y testimonia desde hace tiempo: “el matrimonio está llamado a ser no sólo objeto, sino sujeto de la nueva evangelización”.