El Santo Padre ha firmado el decreto por el que se reconoce el martirio de dos religiosos de la congregación de los Orionistas que murieron asesinados por “odio a la fe” en Valencia en agosto de 1936.
Tras la firma del decreto los dos religiosos serán beatificados el próximo mes de octubre de 2013 en Tarragona junto con otros mártires, entre ellos doce Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl y una seglar que murieron asesinadas en diversos lugares dentro de los límites de la archidiócesis de Valencia también en la persecución religiosa de 1936, según han indicado fuentes de la delegación de las Causas de los Santos del Arzobispado.
Se trata del sacerdote orionista Ricardo Gil Barcelón nacido en la localidad de Manzanera (Teruel) en 1873 y el postulante de la congregación Antonio Arrué Peiró, natural de Calatayud (Zaragoza).
El 3 de agosto de 1936 un grupo de milicianos fue a buscar a Ricardo Gil a su casa de Valencia. Antonio Arrué corrió al camión donde se llevaban al sacerdote para estar junto a el y los dos fueron llevados a la zona de el Saler donde el sacerdote fue fusilado y el postulante golpeado hasta morir.
Igualmente, el Papa también ha autorizado en el nuevo decreto el reconocimiento del milagro atribuido a la intercesión del sacerdote fundador de la congregación hospitalaria de Jesús Nazareno en Córdoba, Cristóbal Fernández así como el martirio de otros 34 españoles asesinados en la persecución religiosa de 1936 y de la primera beata colombiana, Laura de Santa Catalina de Siena.
Pablo VI ya es venerable
Benedicto XVI ha aprobado también el decreto sobre las virtudes heroicas del papa Pablo VI, dentro de su causa de canonización, lo que lo convierten en venerable. Sobre la figura del que fuera sumo pontífice de 1963 a 1978, el historiador valenciano y colaborador de PARAULA Vicente Cárcel ha señalado -en un artículo que firma en el semanario ‘Alfa y Omega’ con el título ‘ Papa reformador e incomprendido’, en el que ahonda en las fuertes dificultades que tuvo durante su pontificado – que fue “un gran
Papa que amó, ante todo, la verdad incluso cuando podía parecer desagradable”.
“Pablo VI tuvo un pontificado muy difícil -resalta Cárcel-, porque no fue amado y comprendido por todos, pero la Iglesia fue su gran amor. ¿Por qué Pablo VI desató tanta controversia? ¿Por qué, sobre todo, hubo tantas tensiones en el cuerpo eclesial con relación a este Pontífice? Porque su pontificado coincidió con el Vaticano II y su aplicación correcta, cuando todas las tendencias eclesiales deseaban oír únicamente lo que les interesaba, seguir con unos comportamientos que ya practicaban y, en resumen, llevar a la Iglesia según su manera peculiar de leer el Evangelio. En estas circunstancias, la presencia de un Papa que pretendió conscientemente que en la Iglesia posconciliar no hubiera vencedores ni vencidos y que, por otra parte, creyó siempre en su misión personal e instransferible de confirmador de la fe de todos los creyentes, no podía ser popular”.