Tres templos emblemáticos de Valencia -Basílica, Santos Juanes y San Nicolás- tres frescos a cada cual más hermoso, el pintor de cámara Antonio Palomino, de finales del s. XVII, y una restauradora también valenciana, Pilar Roig, son los ingredientes que se entrelazan en la historia para dar esplendor al patrimonio cultural y religioso de Valencia.
EVA ALCAYDE | 7-02-2019
Pilar Roig en los Santos Juanes. (FOTO. A.SÁIZ)
A Pilar Roig, catedrática de Restauración del Instituto Universitario de Restauracion de Patrimonio, de la Universitat Politècnica de València, se le ilumina el rostro cuando piensa todo el trabajo que tiene por delante en la iglesia de los Santos Juanes.
Ha realizado muchas obras y muy importantes, como la restauración de los frescos de la Basílica de la Virgen, de Antonio Palomino o los de San Nicolás, de Dionís Vidal. Pero la iglesia de los Santos Juanes es otra cosa. A ésta le tiene ganas e ilusión. Es un templo tan especial para Pilar Roig que casi lo considera su casa. Y aquí nos recibe, bajo esa bóveda con las primeras pinturas de Palomino en Valencia, que Pilar se conoce al dedillo, y justo en el lugar en que casi se topó se con su vacación. Los trabajos de restauración de Pilar Roig discurren, tres siglos después, casi en paralelo a los trabajos originales del pintor Antonio Palomino.
Santos Juanes, primero
Pilar Roig es una experta en Antonio Palomino, el pintor de cámara del rey Carlos II. Y lo primero que este virtuoso del pincel hizo en Valencia fueron los frescos de la bóveda de la iglesia de los Santos Juanes, en 1698.
Ya no se marchó de Valencia. De los Santos Juanes, lo reclamaron después en la Basílica de la Virgen. Y casi simultáneamente su discípulo, el valenciano Dionís Vidal, pintó los frescos de San Nicolás, siguiendo los bocetos de su maestro.
“A Palomino le llamó la cofradía de los Santos Juanes para que valorara el trabajo que estaban haciendo los hermanos Eugenio y Vicente Guilló. Él estaba en la corte, era un gran pintor con prestigio y un gran tratadista. Cuando llegó a Valencia y vio el trabajo de los Guilló, realizó un informe técnico muy preciso, pero poco favorable y la cofradía le encargó a él las pinturas de la bóveda”, explica Pilar Roig.
Antonio Palomino pintó entonces el ábside y la bóveda los Santos Juanes – los lunetos no, porque ya estaban de los Guilló-. Y gustó tanto su trabajo que después lo llamaron de la Basílica de la Virgen de los Desamparados.
La conexión entre Santos Juanes y San Nicolás
Aunque los frescos de la iglesia de San Nicolás no son obra de Antonio Palomino, su huella sí está detrás y existe una conexión entre los dos templos.
“De hecho Palomino no pintó la bóveda de San Nicolás porque en ese momento estaba pintando en los Santos Juanes. Al no poder realizarla se la encarga a un discípulo suyo de confianza, el valenciano Dionís Vidal, y ambos trabajaron simultáneamente”, dice Pilar Roig, que subraya la intensa relación que existe entre maestro y discípulo.
“En ese momento hay un andamio en Santos Juanes y otro en San Nicolás y existe una conexión entre ambos porque se nota en sus pinturas”, asegura la catedrática de Restauración.
“Mucha gente dice que San Nicolás parece obra de Palomino. Y es normal porque Palomino está muy presente en esas pinturas. Vidal sigue las instrucciones de su maestro y, de hecho, se conservan los bocetos que hizo Palomino para él, con su planteamiento pictórico para San Nicolás. Los dos trabajos están muy ligados”, añade.

Lea el reportaje íntegro en la edición impresa de PARAULA