CARLOS ALBIACH |6-03-20|

Un día, con su madre cogida de su mano, Jorge le dice: “Mamá, me cuesta decirte esto, pero si finalmente no me curo, quiero decirte que os quiero mucho, que tenemos la mejor familia del mundo, sé que no será fácil, pero no perdáis nunca la alegría y que no os separéis nunca de Dios, quiero que nos juntemos de nuevo en el cielo”. “He vivido intensamente y he sido muy feliz, no cambiaría nada”, añade. Después, madre e hijo siguen hablando un rato más y recuerdan que “aunque han sido años difíciles, sin la enfermedad no los hubiéramos vivido con esta intensidad”. “Mamá, sé que Dios existe porque estoy muy tranquilo, no tengo miedo”, le asegura Jorge.
“Fue un momento muy intenso, en el que yo, como madre, di gracias a Dios por este hijo y en el que le dije a él: gracias por ser como eres, somos mejores gracias a ti y a la enfermedad”, recuerda la madre.
Este diálogo entre Jorge y su madre resume el final de una historia de más de nueve años. Es la historia del joven valenciano Jorge Ribera, al que cuando tenía quince años se le manifestó una grave enfermedad en la que ha recaído muchas veces a lo largo de este tiempo. Falleció el pasado 29 de febrero con 24 años. Un tiempo en el que, como recuerda su familia a PARAULA, “Jorge ha vivido con alegría su grave enfermedad a pesar de tener temporadas en las que tenía grandísimos dolores”.

Durante uno de sus últimos ingresos la imagen peregrina de Torreciudad visitó a Jorge en el
hospital coincidiendo con su presencia en Valencia.


La historia de Jorge ha sido una historia que ha emocionado a muchos y que fue dada a conocer por él mismo a través de Twitter, e incluso con un toque de humor como se aprecia en el nombre que eligió para el perfil: @SuiteDelResort. PARAULA también se hizo eco de su historia y en 2015 le entrevistó con motivo de la Jornada Mundial del Enfermo. Aseguraba entonces que “le encantaría que gracias a su enfermedad se acercase la gente a Dios”.
Jorge vivía su fe como miembro agregado del Opus Dei, “por lo que deseaba buscar a Dios con todas sus fuerzas y ayudar a los demás humana y espiritualmente”, tal y como recuerda su familia. Además, “tenía un gran amor a la vida y ha luchado como un guerrero, también para aprovechar los ratos de sosiego que le permitía la enfermedad y disfrutar de sus aficiones como el deporte, las motos, el paracaidismo pero, sobre todo, para estar con amigos”.
Su ejemplo y testimonio ha hecho que centenares de personas, muchos de ellos jóvenes, “ya se hayan asombrando de su fortaleza, de su alegría y de su amor a Dios”, resaltan. Y es que, como explican, “tenía una capacidad de amistad y de espíritu de servicio que admiraba a sus cientos de amigos a los que trataba uno a uno, también a través de las redes sociales”. Esto también hizo que muchos, incluso sin conocerle, rezarán por él. Es el caso por ejemplo de muchas familias y de clases de colegios.
Su vida se podría explicar con unas palabras que dijo a sus padres y hermanos y que muchos consideran que es su testamento: “Que estéis alegres, que no os alejéis de Dios y que os espero en el cielo”.
Sus restos mortales reposan en el columbario de la parroquia San Josemaría Escrivá de Valencia, donde el pasado domingo se celebró su funeral, al que asistieron más de 1.500 personas.