María José Fraile | 13-06-2013
Nacido y criado en Valencia (España), Mons. José Bonet Alcón -sobrino del beato Vicente María Izquierdo Alcón- es el presidente del Tribunal Nacional de Apelación y Segunda Instancia de la Conferencia Episcopal Argentina. Tiene 82 años y puede que sea el valenciano que más conozca al papa Francisco. Ambos estudiaron juntos en el seminario, en Argentina. Fue allí donde José Bonet llegó a donar sangre al joven Jorge Mario Bergoglio cuando éste fue operado de una grave dolencia en el pulmón. Desde que se conocieran, su amistad perdura en el tiempo.
¿Cuándo y cómo conoció a Jorge Mario Bergoglio?
– Fuimos compañeros del mismo curso (aunque yo soy bastante mayor que él) en el Seminario de la arquidiócesis de Buenos Aires. Pero poco tiempo, porque él muy pronto ingresó en la Compañía de Jesús.
Compartió aula, clases y oración con el joven Bergoglio. ¿Qué recuerda de esos años?
– No hubo años de compañerismo sino meses. Lo recuerdo como un alumno ejemplar, siempre humilde, caritativo, piadoso, estudioso y tratando de pasar desapercibido. Muy armónico en todos los aspectos de su persona. Digno de ser admirado e imitado.
Junto a otro seminarista, José Barbich, donaron sangre al joven Bergoglio (en una transfusión de persona a persona) cuando éste sufrió una grave afección pulmonar. ¿Puede hablarnos un poco más sobre este hecho?
– Fue en el llamado Hospital Sirio Libanés, muy cercano al seminario. Lo visitábamos en los ratos libres y pasábamos parte del día con él. Incluso a veces nos quedábamos a dormir en el hospital. Lo cuidábamos y sufríamos mucho por él. El seminarista Jorge Mario Bergoglio me pareció también ejemplar en el sufrimiento, sereno y paciente, y con un gran sentido de la gratitud. Estimo que al darle sangre el beneficiado fui yo.
Desde sus primeros días de pontificado se ha visto la cercanía del Papa. ¿Recuerda alguna anécdota en este sentido del Sumo Pontífice?
– El padre jesuita Jorge Mario Bergoglio pidió ser enviado a Japón de misionero y se le negó por motivos de salud. Pero él envió a Japón a discípulos e hijos espirituales suyos. Pues bien, hace años, siendo él entonces, si no recuerdo mal, obispo auxiliar de Buenos Aires, yo estuve en Japón para ver a mi hermano, con mis hermanas Maite y Amparo. Allí había un jesuita argentino que tenía mucho éxito apostólico. En Buenos Aires se lo comenté a monseñor Bergoglio y él se quedó callado. Y luego dijo: “me ha hecho llorar muchísimo, muchísimo”. Porque ese muchacho abandonó la Compañía de Jesús y el sacerdocio y fue por mal camino. Me llamó la atención la sensibilidad tan exquisita con respecto a los hijos espirituales.
¿Le han unido más lazos en el pasado?
– Tras la muerte de mi confesor de muchos años y de otro confesor, durante un tiempo me confesé con el ya entonces arzobispo de Buenos Aires y cardenal Bergoglio. Siempre dejaba mucha paz.
¿Qué otras virtudes destacaría del Santo Padre?
– Como le digo, una gran humildad y una gran caridad con las personas necesitadas. Esto a grandísima escala. Además estimo que es muy prudente y que tiene un gran celo apostólico. Por otra parte, Dios le ha dado una memoria prodigiosa, a muchísima distancia de lo común. Recuerda un gran número de personas, situaciones y problemas, y tanto las más importante como las más humildes y sencillas. En lo espiritual destaca su gran devoción a la Eucaristía y a la Virgen.

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