El día central de la celebración del Centenario de la Coronación, el sábado 13 de mayo, comenzó con la celebración de una misa conmemorativa presidida por el arzobispo de Valencia, Mons. Enrique Benavent, en una Catedral totalmente repleta de fieles y que presentaba la imagen de las grandes celebraciones diocesanas. Allí continuaba desde la noche anterior, la imagen original de la Virgen de los Desamparados, en el altar elaborado para la ocasión. Era el comienzo de un día histórico para los valencianos. Reproducimos la homilía integra del Arzobispo.  

Estimados hermanos:

Quiero que mis primeras palabras sean de agradecimiento a todos los que habéis venido a participar en esta Eucaristía de acción de gracias del primer centenario de la coronación canónica de la Virgen de los Desamparados: al Emmo. I Rvdm. Sr. cardenal Antonio Cañizares, arzobispo emérito que con tanta ilusión puso en marcha la celebración de este centenario, así como a los señores obispos que os habéis unido a esta celebración. Agradezco también la presencia de todos los sacerdotes, de los religiosos, religiosas y personas consagradas al Señor, de los diáconos y seminaristas, y de todos los que participáis activamente en la vida de nuestra diócesis. De manera especial agradezco el esfuerzo que habéis hecho todos los que habéis sido presentes día a día en la organización de los actos del centenario que culmina hoy. 

A lo largo del año hemos vivido momentos intensos de comunión eclesial y de encuentro con la Virgen María. Nunca olvidaremos las peregrinaciones a la catedral de las parroquias, organizadas desde las diferentes vicarías episcopales; los encuentros de los jóvenes, de los enfermos y de los miembros de la Vida consagrada. La celebración de la Vigilia de oración en la Plaza de toros fue un momento de gracia y de esperanza para toda nuestra iglesia diocesana. De manera especial quiero agradecer el esfuerzo de la Comisión diocesana, con todas las instituciones que habéis sido representadas en ella: Clero de la Real Basílica; Archicofradía de la Virgen María y Corte de honor y asociaciones que cuidáis y promovéis la devoción y el culto a la Virgen María.

Quiero dirigir un saludo respetuoso a los autoridades que os habéis unido a esta conmemoración: al Molt honorable Sr. President de la Generalitat; al Molt honorable Sr. President de les Corts Valencianes; a la Sra. Delegada del gobierno en la Comunitat Valenciana; a la Sra. Presidenta del tribunal de justicia de la Comunitat Valenciana; Sr. Presidente de la diputación de Valencia, al Sr. Delegado de Defensa en la Comunidad Valenciana y todas las autoridades militares, al Sr. Intendente Superior de Policía Local. A todas las autoridades y a los representantes de las instituciones y colectivos festivos que os habéis unido a nosotros. 

Quiero agradecer la colaboración de todos vosotros y de las instituciones que representáis en los actos de este centenario. Sin vuestra colaboración la celebración no habría sido igual. Que la Virgen María, que nos une y hermana a todos los valencianos, haciendo que su corazón y los nuestros, al cielo y en la tierra, en la vida y en la muerte, sean un solo corazón; y que hace que todos nos sintamos hermanos bajo su mirada amorosa, os ilumino para trabajar buscando el bien de todos nosotros, especialmente de los más desamparados, que son quienes ocupan el primer lugar en su corazón y, por lo tanto, los primeros por los cuales todos nos tenemos que preocuparnos y a los que todos tenemos que servir.

Mi recuerdo se dirige también a todos aquellos que por varias circunstancias no pueden estar físicamente presentes entre nosotros, pero seguís nuestra celebración por los medios de comunicación social. Saludo de manera especial a los enfermos y ancianos. Que la Virgen María os ayude a mantener viva vuestra esperanza y a vivir en estos momentos unidos a Ella y a su Hijo Jesucristo.

En terres valencianes, la fe per vos no mor

Estamos celebrando un hecho que vivieron los valencianos hace cien años. Si pensamos en lo que ha sido nuestra historia a lo largo de estos cien años vemos que hemos vivido circunstancias históricas muy cambiantes: sistemas políticos muy diferentes que han aparecido en un momento de la historia y han pasado, conflictos y guerras; cambios culturales y sociales; ideologías que han pasado, ideologías nuevas que han aparecido hace poco tiempo y pasarán. 

Dentro de la Iglesia también han pasado cosas que los cristianos de hace cien años no imaginaban: un concilio que cambió profundamente la vida de la iglesia y su manera de situarse el mundo y de relacionarse con la sociedad; sentimos la necesidad de encontrar nuevos caminos para la evangelización y para dar razón de nuestra fe con delicadeza y respeto, pero con la convicción de que la vida que nace del Evangelio es la que lleva al auténtico progreso de la humanidad, porque es la más plenamente humana. Mirando la santidad de María y como vivió ella el Evangelio, seguramente descubriremos que también los cristianos tenemos que estar siempre dispuestos a perdonar de corazón, tenemos que tener la humildad de saber pedir perdón porque no siempre lo hacemos todo bien. 

A lo largo de estos cien años han cambiado muchas cosas en nuestra sociedad, casi podríamos atrevernos a decir que nada es como antes, y que puede ser que nuestros antepasados no hubieron imaginado un mundo, una sociedad y una iglesia como las de ahora. Pero aun así, una cosa permanece casi inalterable, la Virgen María está entre nosotros, y el amor que le tenemos los valencianos no ha muerto, como tampoco ha muerto el amor suyo por nosotros. 

María, que es un testigo permanente de la fe más auténtica, que es la que actúa por la caridad, es también un signo que todos los valencianos sentimos presente dentro de nosotros y que nos une a todos.

A lo largo de estos cien años hemos visto que la fe, unas veces más visible y otras más escondida, gracias a Ella, está viva entre nosotros. Por eso, cuando contemplamos esta historia, no podemos más que mirar el futuro con esperanza, con la esperanza que nos da la certeza de que la Virgen María sostiene nuestra fe; ‘que, en terres valencianes la fe, per Ella, no mor’. Que María, nos de el don y la gracia de vivir esa fe, como nos enseña el papa Francisco, con la alegría que tiene que tener aquel que en su vida ha conocido al Señor, con la misma alegría con la que la Madre del Señor alabó a Dios su salvador.

“Ampáranos noche y día, y en todas necesidades”

Estas palabras de los gozos de la Virgen de los Desamparados, son el clamor de un pueblo que también hoy, mira hacia el futuro, y pone en la madre su confianza. También Maria nos hace mirar hacia la Valencia de mañana. 

El tiempo transcurre con rapidez, y el mañana forma parte del camino de la vida. A veces mirar al futuro nos supone un reto por la inseguridad, las dificultades, y los sufrimientos del camino. Los días transcurren de forma inminente, y no podemos dejarnos llevar por el desaliento, el miedo, o la desconfianza. Por eso esta celebración es un reto de futuro para los cristianos de estas tierras, y quiere ser una promesa de este pueblo a la Virgen María. 

Desde la coronación de la sagrada imagen de la Virgen hasta hoy, generación tras generación, como un tesoro de valor incalculable, el amor a la Virgen María y la plena confianza en su intercesión, han ido transmitiéndose de padres a hijos. 

Cada jornada son miles de visitantes los que pasan por la casa de la Virgen María para visitarla. De todos los barrios de la ciudad y de todos los pueblos de la comunidad acuden hasta este epicentro de la fe y la devoción mariana del pueblo valenciano. A todos nos son familiares estas palabras, “he anat a la Mare de Déu”, como si ella nos abriera su casa para acogernos, convirtiendo para nosotros la casa de la Madre en un lugar familiar y entrañable, 

Y cada noche, al caer el sol, centenares de devotos acercan su mirada a las puertas de la Basílica, y por esa característica ventanilla, renuevan su amor filial y su devoción a la Virgen María con una plegaria, un saludo o una mirada silenciosa que es una sincera confesión de fe. El tiempo pasa, y la devoción se renueva, pero nos toca reforzar y transmitir esta fe y confianza, este amor de hijos que va más allá de la tradición y la identidad colectiva.

Esta celebración también es una plegaria y un deseo de que queremos continuar andando de la mano de la Virgen María, sabiendo que Ella, cada día y cada noche de nuestra vida, en cada necesidad y exigencia, nos será luz, ayuda, descanso y consuelo. 

Queremos que la Virgen María, continúe sosteniendo el camino de la vida y de la fe de los valencianos del futuro, y que nuestro testimonio de amor y fidelidad contagie a quienes vienen detrás de nosotros, para que ellos puedan vivir y comprender lo que nosotros creemos, y lo que experimentamos y sentimos al cruzar nuestra mirada con la de esta venerada imagen de la Virgen María, la Virgen de los Desamparados.

Pocas décadas después de que el Padre Jofré pusiera en marcha el hospital y la cofradía de la Mare de Déu dels Innocents i Desamparats, un insigne escritor valenciano, Roís de Corella, escribía unas palabras de plegaria a la Virgen María que hoy hago mía y que son expresión de lo que  Ella es para el cristiano. Casi seis siglos después nos resultan actuales para nuestra oración a María, y lo serán para los valencianos del futuro si nosotros somos capaces de vivir y transmitir esta fe y este a amor que nos hace hijos de Dios, e hijos de María, madre nuestra. 

Santa María: Tu que eres

“Remei perfecte del nostre dol

Port de salut, dels pelegrins endreça

Llum sense foscor que en els inferns penetra

Ver confort dels miserables orfens

Clar estel dels qui estan en tenebres

Fort pilar que tot el món recolsa

Bastiment de nostra santa església

Ciutat de Déu dels exiliats refugi” (Roís de Corella)

Ruega a tu Hijo por nosotros. 

Amén.