“Una dignidad infinita, que se fundamenta inalienablemente en su propio ser, le corresponde a cada persona humana, más allá de toda circunstancia y en cualquier estado o situación en que se encuentre. Este principio, plenamente reconocible incluso por la sola razón, fundamenta la primacía de la persona humana y la protección de sus derechos. La Iglesia, a la luz de la Revelación, reafirma y confirma absolutamente esta dignidad ontológica de la persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios y redimida en Cristo Jesús”. Con estas palabras comienza la reciente declaración del Dicasterio para la Doctrina de la Fe ‘Dignitas infinita sobre la dignidad humana’ en la que habla sobre la dignidad humana y sus amenazas actuales.

 

 

CARLOS ALBIACH| 11.4.24

 

Una gran defensa de la dignidad humana. Así se podría resumir la nueva declaración del Dicasterio para la Doctrina de la Fe ‘Dignitas infinita sobre la dignidad humana’, publicada el pasado 8 de abril. Este documento, elaborado durante los últimos cinco años, responde a la petición del papa Francisco de prestar “mayor atención a las graves violaciones de la dignidad humana que se producen actualmente en nuestro tiempo”. Ya en la encíclica ‘Fratelli Tutti’ quiso subrayar, recuerda el documento, “con particular insistencia que esta dignidad existe más allá de toda circunstancia, invitando a todos a defenderla en cada contexto cultural, en cada momento de la existencia de una persona, independientemente de cualquier deficiencia física, psicológica, social o incluso moral”. La declaración también recuerda que San Juan Pablo II habló de que la dignidad “es infinita” y así mostrar “cómo la dignidad de todos los seres humanos va más allá de todas las apariencias externas o características de la vida concreta de las personas”.

El nuevo documento también sale a la luz en el contexto del 75 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, por lo que la Iglesia “ve la oportunidad de proclamar una vez más su convicción de que, creado por Dios y redimido por Cristo, todo ser humano debe ser reconocido y tratado con respeto y amor, precisamente por su dignidad inalienable”. En este sentido, también se profundiza en las graves amenazas que tiene la dignidad humana hoy a lo largo del mundo, incluyendo también los asuntos que en los últimos años han preocupado al papa Francisco y a los que ha dirigido especial atención como la pobreza o la situación de los emigrantes.

Este nuevo documento reconoce que “aunque cada vez hay más conciencia de la cuestión de la dignidad humana, sigue habiendo hoy muchos malentendidos sobre el concepto de dignidad, que distorsionan su significado”. Así, la Iglesia, explican, “insiste en el hecho de que la dignidad de toda persona humana, precisamente porque es intrínseca, permanece más allá de toda circunstancia, y su reconocimiento no puede depender, en modo alguno, del juicio sobre la capacidad de una persona para comprender y actuar libremente”. Porque si como piensan algunos solo tuviera dignidad el ser capaz de razonar “el niño no nacido no tendría dignidad personal, ni el anciano incapacitado, ni los discapacitados mentales”. “Sólo mediante el reconocimiento de la dignidad intrínseca del ser humano, que nunca puede perderse, desde la concepción hasta la muerte natural, puede garantizarse a esta cualidad un fundamento inviolable y seguro”, añaden.

La declaración de la Santa Sede finaliza abordando algunas violaciones concretas y graves de la dignidad humana. De hecho, recuerda que supone una violación de la dignidad humana, entre lo que se encuentra “cualquier acto u omisión que atente contra la vida humana tal y como Dios la creó independientemente de su circunstancias”.

El drama de la pobreza
Citando a San Juan Pablo II recuerda que “una de las mayores injusticias del mundo contemporáneo consiste precisamente en esto: en que son relativamente pocos los que poseen mucho, y muchos los que no poseen casi nada. Es la injusticia de la mala distribución de los bienes y servicios destinados originariamente a todos”. También recuerda que “si algunos nacen en un país o en una familia donde tienen menos oportunidades de desarrollo, hay que reconocer que eso está reñido con su dignidad, que es exactamente la misma que la de quienes nacen en una familia o en un país ricos”.

 

La guerra
“Es una tragedia que niega la dignidad humana y que siempre es una derrota de la humanidad, incluso cuando se produce en un escenario de legítima defensa”, explica.

 

El trabajo de los emigrantes
La dignidad de los emigrantes, recuerda, “es negada tanto en su país de origen (obligado a salir), como en el que le recibe (porque no tienen los medios para crear una familia, para trabajar o para alimentarse). Es decir, “no son considerados suficientemente dignos para participar en la vida social”.

 

La trata de personas
El Papa Francisco ya ha denunciado las dimensiones trágicas de esta actividad innoble, una vergüenza para los nuestros e invita “explotadores y clientes a examinar seriamente sus conciencias”. Niega la dignidad humana al menos de dos formas: desfigura a humanidad de la víctima, ofendiendo su libertad y su dignidad. Pero, al mismo tiempo, deshumaniza a quienes la llevan a cabo.

 

Los abusos sexuales
Se trata de “sufrimientos que pueden llegar a durar toda la vida y a los que ningún arrepentimiento puede poner remedio”. Este fenómeno, que está muy difundido en la sociedad, afecta también a la Iglesia y representa un serio obstáculo para su misión, reconoce. “De ahí su inquebrantable compromiso de poner fin a cualquier tipo de abuso, empezando desde dentro”, concluye.

 

Las violencias contra las mujeres
Se refiere a la violencia física, sexual y discriminatoria, negando a la mujer los mismos derechos que al hombre o dificultando desarrollarse en plenitud, por ejemplo, no favoreciendo la maternidad.

 

La maternidad subrogada
La Iglesia, explica “también, se posiciona en contra de la práctica de la maternidad subrogada, mediante la cual el niño, inmensamente digno, se convierte en un mero objeto”. Viola ante todo la dignidad del niño al convertirse en un objeto, pero también la de la madre porque se desvincula del hijo que crece en ella.

 

El aborto
De nuevo, citando a San Juan Pablo II, recuerda que entre todos los delitos que el hombre puede cometer contra la vida, “el aborto procurado presenta características que lo hacen particularmente grave e ignominioso”. Sin embargo, reconoce, que “la percepción de su gravedad se ha ido debilitando progresivamente en la conciencia de muchos que hoy muchos”. El documento es rotundo en este aspecto: “el aborto procurado es la eliminación deliberada y directa, como quiera que se realice, de un ser humano en la fase inicial de su existencia, que va de la concepción al nacimiento. Esta defensa de la vida por nacer está íntimamente ligada a la defensa de cualquier derecho humano. Supone la convicción de que un ser humano es siempre sagrado e inviolable, en cualquier situación y en cada etapa de su desarrollo. Es un fin en sí mismo y nunca un medio para resolver otras dificultades”.

 

La eutanasia y el suicidio asistido
“El sufrimiento no te hace perder la dignidad, sino que puede ser una oportunidad para reforzar los lazos de pertenencia mutua y tomar mayor conciencia de lo preciosa que es cada persona para el conjunto de la humanidad. Hay que continuar con los esfuerzos adecuados y necesarios para aliviar su sufrimiento mediante unos cuidados paliativos apropiados”, explica.

 

El descarte de las personas con discapacidad
“Un criterio para verificar la atención real a la dignidad de cada individuo es obviamente, la atención prestada a los más desfavorecidos. Nuestro tiempo, por desgracia, no se distingue mucho por esa atención: en verdad, se está imponiendo una cultura del descarte. Entre las personas que son descartadas están las personas con discapacidad. Así, hace un llamamiento a “la inclusión y la participación activa en la vida social y eclesial de todos aquellos que, de alguna manera, están marcados por la fragilidad o la discapacidad”.

 

La teoría de género
Recuerda la palabras del papa Francisco en la que definía a la ideología de genero como “extremadamente peligrosa porque borra las diferencias en su pretensión de igualar a todos”. Recuerda que “la vida humana es un don de Dios que debe ser acogido con gratitud y puesto al servicio del bien”. “Querer disponer de sí mismo no significa otra cosa que ceder a la vieja tentación de que el ser humano se convierta en Dios. Además, pretende negar la mayor diferencia posible entre los seres vivos, la sexual; que es la fuente de ese milagro que es la llegada de nuevos seres humanos al mundo”, puntualiza.

 

El cambio de sexo
El cuerpo humano, argumentan “participa de la dignidad de la persona”. El Papa Francisco recuerda que “lo creado nos precede y debe ser recibido como don. Al mismo tiempo, somos llamados a custodiar nuestra humanidad, y eso significa ante todo aceptarla y respetarla como ha sido creada”. “Toda operación de cambio de sexo, corre el riesgo de atentar contra la dignidad única que la persona ha recibido desde el momento de la concepción. Esto no significa que se excluya la posibilidad que una persona afectada por anomalías genitales, que ya son evidentes al nacer o que se desarrollan posteriormente, pueda optar por recibir asistencia médica con el objetivo de resolver esas anomalías. En este caso, la operación no constituiría un cambio de sexo en el sentido que aquí se entiende”, explican.

 

La violencia digital
Denuncia las realidades cada vez más extendidas como el ‘ciberbullying’, la difusión de la pornografía y la explotación de personas con fines sexuales. De hecho, sostiene que “estas tendencias representan el lado oscuro del progreso digital”. “Internet puede ofrecer mayores posibilidades de encuentro y de solidaridad entre todos; y esto es algo bueno, es un don de Dios”, concluye.