L.B. 13-10-2016
Esteve entregó al Cardenal en el monasterio de El Puig el premio ‘Crit Valencià del Any’. J.PEIRÓ
“Permítanme que esta noche manifieste mi más vivo, hondo y sincero agradecimiento que reconoce y pone en relieve lo que soy y lo que me siento en mi más profunda entraña: VALENCIANO; con mucho y sano orgullo, VALENCIANO. Y desde hoy mismo, aún más si cabe, VALENCIANO”. Así, con mayúsculas escritas en el propio texto  que leyó, lo proclamó  el cardenal arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares, tras recibir “muy emocionado y abrumado” el premio ‘Crit Valencià de l’Any’, de Lo Rat Penat el pasado viernes, 7 de octubre.
La entrega del premio tuvo lugar tras el solemne Te Deum que Lo Rat Penat organizó en el Monasterio de El Puig, a cuya entrada el Cardenal besó la Senyera de la entidad.
El Arzobispo tuvo un recuerdo muy especial a los “grandes hombres” que han estado al frente de Lo Rat Penat, pero en especial “a las mujeres de Lo Rat Penat que han hecho una labor importantísima por que hayan permanecido siempre las costumbres valencianas, “bastantes años atrás meciendo una cuna  o labrando un campo y hoy también inmersas en un mundo laboral complicado y defendiendo a la familia”.
De igual forma, dio gracias a Dios por “lo más grande que ha acontecido en tierras valencianas, que Valencia recuperara la fe” y recordó que “fue precisamente aquí, en El Puig, donde el Rey Jaime I se puso bajo la protección de la Virgen y se recuperaron las raíces cristianas”.
En sus palabras de agradecimiento, el Arzobispo añadió que “Jesucristo es lo mejor que le ha pasado a la humanidad, a España y al Reino de Valencia”, y añadió que “la fe en Él es lo mejor que podemos ofrece”. Esta fe que “se propone a todos y no se impone a nadie”, pero que la Iglesia “no puede silenciar esta riqueza”, aseguró.
El Cardenal estuvo acompañado por el obispo auxiliar de Valencia monseñor Esteban Escudero; el vicario general, Vicente Fontestad, y el rector de la Basílica de la Virgen, Juan Bautista Antón, además de varios religiosos mercedarios. Igualmente, entre otras autoridades, estuvo presente el subdelegado del Gobierno, Juan Carlos Valderrama.
Por su parte el presidente de lo Rat Penat, Enric Esteve, resaltó la “firmeza, humildad y valentía” de D. Antonio “que tiene carácter valenciano, es de tierras valencianas, y ese sentimiento lo ha llevado allí donde ha estado: es un defensor de todas aquellas entidades que apoyan lo valenciano, como Lo Rat Penat”, según Esteve, que destacó también del Arzobispo su “capacidad intelectual, no sólo en el campo teológico sino en el histórico”.

Palabras íntegras del Cardenal en la recepción del premio:

Muy estimados e ilustres miembros de «Lo Rat Penat», asociación valenciana, de tanta raigambre y tan apreciada y admirada por todo buen valenciano, porque tan bien recoge, guarda y alienta lo mejor de nuestra identidad valenciana, sus mejores tradiciones y lo más rico de su historia como pueblo singular en medio de las tierras de España; muy apreciadas y dignas autoridades, muy dignos Caballeros del Puig, muy querido Sr. Obispo, y Vicario General de la diócesis de Valencia, queridos amigos todos: Permitidme que exprese, en primer lugar, dentro de un gran aturdimiento y abrumado por este alto honor que me dispensa la Asociación, para mí muy querida y admirada desde niño, «Lo Rat Penat»; agradecidísimo, queridos amigos de Lo Rat Penat por este apreciadísimo Premio que me concedís porque viene de la raíz de la cultura y de las señas de identidad de nuestra Valencia.
Recibir este Premio es un gran honor, y aún lo es más recibirlo precisamente de Lo Rat Penat que tiene una larga historia, y que precisamente a esta sociedad valentina no le ha faltado, vinculada siempre a la defensa de nuestras señas de identidad. Son grandes hombres los que han impulsado una sociedad libre, libre y dedicada en cuerpo y alma a la promoción de la lengua y cultura valencianas.
Muy largo haríamos este discurso si mencionara a todos los grandes hombres que han estado al frente de Lo Rat Penat, desde Constante Llombart hasta D. Enric Esteve, aquí presente. Reitero a su Presidente mi agradecimiento. Pero sí quiero, por justicia detenerme en quienes han hecho una labor importantísima en la defensa de nuestra identidad cultural y la lucha porque hayan permanecido por siempre las costumbres valencianas: Las mujeres de Lo Rat Penat. A ellas también va este reconocimiento, puesto que han tenido un papel decisivo por recuperar o mantener las tradiciones valencianas, bastantes años atrás meciendo una cuna o labrando un campo, y hoy también inmersas en un mundo laboral complicado y defendiendo la familia; la voz de la mujer en la literatura valenciana, en la organización más eficaz, en la defensa de la lengua materna, y de tantos gestos que dignifican sobradamente a todo un pueblo; a ellas, por tanto, gracias.
Permítanme que esta noche, al mismo tiempo, manifieste mi más vivo, hondo y sincero agradecimiento que reconoce y pone en relieve lo que soy y lo que me siento, en mi más profunda entraña: VALENCIANO; con mucho y sano orgullo, VALENCIANO. Y desde hoy mismo aún más, si cabe, VALENCIANO. No podía ser de otra manera, porque confieso y proclamo con inmenso gozo y alegría, de la que quisiera contagiar a todos, que Dios me ha hecho cristiano, sacerdote y Obispo, en Valencia, engendrado, criado y formado aquí en esta Patria Valenciana. Y esta es mi mayor gloria, en esta etapa de mi historia: servir cormo Arzobispo, siervo, servidor y pastor de mi pueblo, Valencia, que se me ha confiado a mi cuidado para que la sirva y por ella me gaste y me desgaste hasta el extremo, hasta la extenuación, si así se requiere, ofreciéndole lo mej or que le puede pasar, lo que ya ha pasado en esta queridísima tierra nuestra, que es la fe cristiana, la raíz de lo que es, de lo que somos Valencia. La Iglesia en Valencia, por mí representada, que recuperó su lugar con el auxilio de maría Santísima, la Mare de Déu, del Puig, seguirá prestando grandes servicios a la sociedad valenciana, donde no faltará la colaboración con instituciones como Lo Rat Penat, a través de las labores culturales, educativas y asistenciales, muy necesarias por el incremento de la pobreza económica y cultural que crean las sociedades del desarrollo; sé que seguiremos construyendo nuestra historia como pueblo, desde un proyecto de vida con una humanidad renovada, con hombres y mujeres nuevos que seguirán dejando una gran herencia para muchos siglos, todos.
Lo digo con toda sencillez: No tengo oro ni plata, lo que tengo que es Jesucristo, es lo que le doy y le quisiera entregarle sin fallarle en modo alguno a nuestra querida Valencia. Esta riqueza, no comparable con ninguna, porque está por encima de todos, es lo que constituye lo más propio de nuestra Región valenciana. No sería Valencia si renunciase o dejase lo que le constituye en su ser más propio, desde sus raíces históricas matrices.
En efecto, las raíces cristianas prendieron pronto en las tierras valencianas como atestigua, entre otros, el martirio de San Vicente, del que tenemos noticia cierta, acaecido ya en los primeros siglos. Para aquellos hombres y mujeres de esos siglos, como para los del tiempo del rey Jaime I, Jesucristo era un bien más precioso que la vida, porque la vida sin Jesucristo, después de haberle conocido, no podía llamarse vida. Sin duda, Jesucristo, repito, es lo mejor que ha pasado a la humanidad, a España, y al pueblo de Valencia. Tal vez hacer esta afirmación pueda parecer a algunos un tanto provocativo y fuera de lugar: no, en modo alguno, y menos aún en este lugar del Real Monasterio de Santa maría del Puig; Jesucristo, la fe en Él, es lo más abierto, la más acogedor de todos, lo menos excluyente, porque Cristo es lo mejor para todos, y el proclamarlo y ofrecerlo es lo mejor que podemos ofrecer como servicio a todos.
Es así, porque en Cristo accede el hombre a la libertad de la filiación divina, la genuina y plena libertad y a la vida eterna; porque en Él tenemos acceso a la Verdad que hace libres; porque en Él tenemos la salvación definitiva e irrevocable andamos buscando pues estamos necesitados y sedientos de ella. Él es el Salvador y su salvación es universal. Es el Camino, la Verdad y la Vida. Él da valor, sentido y consistencia a la realidad, nada se puede separar de Él sin que se quede sin alterar su verdad. Desechada por los constructores de este mundo, se ha convertido en la piedra angular sobre la que se puede edificar una humanidad verdadera y enteramente nueva, con la novedad del amor y de la verdad, la paz y la justicia verdaderas, el respeto a la dignidad Inviolable de todo ser humano. Cristo sabe lo que hay en el corazón del hombre; sólo Él lo sabe. Él es nuestra esperanza.
Esta fe se propone a todos y no se impone a nadie; siempre es oferta de gracia y salvación a la libertad del hombre. Esa fe que hemos recibido como la mejor de las herencias y el más grande tesoro, es la única fuerza y el único poder, la única riqueza de la Iglesia de todos los tiempos; también de los de hoy. La Iglesia, por amor y servicio a los hombres, no puede dejar morir esta riqueza, no puede silenciarla, no puede dejar de ofrecerla, porque traicionaría a la misma humanidad a la que se debe y necesita ser renovada con hombres y mujeres nuevos.