El matrimonio valenciano formado por el ginecólogo Manuel Desantes y su mujer, Amalia Real.

❐ CARLOS ALBIACH | 10.2.22
“Una historia de verdadero amor”. Así definía el periodista valenciano Jose Luis Torró la historia de Manuel Desantes Guanter, conocido ginecológo valenciano, y Amalia Real Costell, en su columna del diario ‘ABC’. Dicen los que los conocieron que la unión entre los dos era muy significativa y esa unión quizás es lo que llevó a que su salud se deteriorara casi a la par y fallecieran, a finales del mes de enero, con apenas unas horas de diferencia. Primero lo hizo Manuel, con 95 años, y después Amalia, con 90. Lo hacían tras 72 años juntos, 8 de noviazgo y 64 de matrimonio, cuyos frutos han sido 5 hijos, 15 nietos y 5 biznietos.

Hace unos años, en una de sus noches de innsomnio, el doctor Desantes no dudó en plasmar en un escrito su historia de amor con Amalia tomando como base algunas de las canciones que más le han marcado. En esas palabras, que fueron leídas por su hijo mayor en el funeral celebrado en la parroquia San Isidoro de Valencia, hablaba de cómo se conocieron aun viniendo de familias tan diferentes: “La vida es un don de Dios y es él mismo quien nos concede lo que disfrutamos. Dios nos dejó caer a cada uno de nosotros dos en hogares muy diferentes, tanto que no se parecen en casi nada. Solamente en una base común: sólida creencia religiosa muy arraigada; y de ahí arranca nuestro parecido. Al fin, los dos heredamos esa razón de ser y, con el tiempo, un modo semejante de ver la vida”.

En sus palabras también reflejaba la admiración y el amor tan grande hacia su esposa, así como la unión, la complicidad y la sencillez que les caracterizaba, tal y como destacan desde la familia. “No concibo el amor fuera de mi matrimonio. No entiendo que alguien pueda querer a su mujer con el amor tan intenso con el que yo adoro a la mía. No sé vivir sin ella. No solo por la ayuda que me presta, que valoro, sino por la necesidad de estar a su alrededor, mente con mente, alma con alma, corazón con corazón. La quiero, la quiero, la quiero como no he querido jamás a nadie. Forma parte de mí. No soy nadie sin ella. No la he traicionado nunca porque no podría aunque lo intentara. Me horroriza sustituirla por otra mujer. La necesito”, destacaba en lo que es sin quererlo todo un tratado del amor matrimonial. De hecho, ya han mostrado su interés por leerlo en algunos cursillos prematrimoniales.

Estas palabras, como destaca la familia, “han adquirido mayor sentido al ver cómo han muerto a la vez”. “Creo que con los dedos de una mano sobraría para contar los días que hemos estado separados. Separados de cuerpo, pero siempre pendientes uno del otro. Hoy, viviendo solos, juntos, se esfuerza uno para ayudar al otro si decae. Siempre encontramos el apoyo, uno en el otro. Espero que allí en el Cielo podamos decir lo mismo. Me resisto a creer que vamos a ser uno más y no gozar de esa proximidad de que ahora disfrutamos”, escribía Manuel.

Hablar de la casa de Manuel y Amalia, como reconocen sus hijos, es hablar de una casa de puertas abiertas: “mis padres eran muy generosos, nuestra casa siempre estaba abierta, además, desde siempre vivieron con nosotros nuestras dos abuelas, que eran viudas. Era frecuente encontrarte allí a nuestros familiares, amigos, etc.”.

Defensor de la vida
Capítulo aparte merece la carrera como ginecológo del doctor Desantes, que se hizo practicante para costear sus estudios de Medicina. Son innumerables las mujeres valencianas que han acudido a él para que les asisitiera en sus embarazos y partos. Y muchas de ellas con situaciones complicadas “que han sido verdaderos milagros”, apuntan. Él, como reconocen sus hijos, “se volcaba con sus pacientes y era frecuente verlo salir de madrugada para asistir los partos”. También fue un gran defensor de la vida y “aunque fue tentado incluso con cheques en blanco, a practicar abortos nunca accedió a ello”. El cariño de las pacientes era tal que hace unos años se plasmó en un libro homenaje que se le hizo.

La fe, hasta el final
El gran pilar, sin duda alguna, de este matrimonio fue la fe, que les acompañó hasta sus últimos días. En su escrito y haciendo referencia al cántico de san Juan de la Cruz ‘Al atardecer de la vida nos examinaran del amor’, el doctor Desan- tes hablaba del momento de la muerte: “A nuestra edad ya se nos va poniendo el sol y no puede estar lejos el examen. Mas yo creo que hemos vivido tan de acuerdo que nos han de examinar juntos o, al menos, han de utilizar el mismo arel para cribarnos a cada uno. Si se trata de amor familiar no vamos a estar muy lejos del sobresaliente. Si es del amor al prójimo menos próximo, ya dudo. Espero que, con la misericordia de Dios, al menos, llegaremos a alcanzar un cinco”.

Ambos murieron acompañados del cariño y de la oración de sus hijos, sus nietos -en sus palabras “la alegría de su ancianidad”- y de sus biznietos. Una vida que marcó a muchos de los que conocieron y que, como reconocía uno de sus nietos, “estamos muy consolados por la belleza de la historia de Dios con ellos”.