Martín Gelabert, vicario episcopal para la Vida Consagrada, el fraile y sacerdote dominico. FOTO: A.SÁIZ

L.A. | 02.06.2020

La Iglesia celebra este domingo, solemnidad de la Santísima Trinidad, la Jornada ‘Pro Orantibus’ de oración por la Vida Consagrada Contemplativa que este año lleva por lema “Con María en el corazón de la Iglesia”. Se trata de un día en el que se nos invita a que valoremos y agradezcamos la vida de los religiosos y religiosas, que se consagran enteramente a Dios por la oración, el trabajo, la penitencia y el silencio. a rezar por los que rezan por nosotros. En nuestra diócesis hay cerca de 400 religiosas en monasterios de vida contemplativa a las que se suman los Cartujos de Porta Coeli. Estamos hablando de una realidad que también ha vivido la pandemia del coronavirus, aunque en este caso el confinamiento es voluntario y para toda la vida. Hablamos con el vicario episcopal para la Vida Consagrada, el fraile y sacerdote dominico Martín Gelabert

¿Cómo se ha vivido la pandemia en este sector de la vida consagrada, que es la vida contemplativa, los monasterios de clausura que viven confinados voluntariamente?

A las religiosas contemplativas el confinamiento, la clausura, no les ha sorprendido porque es su modo de vida habitual. La suya es una clausura evidentemente voluntaria. Ahí hay una diferencia muy seria. Ellas no se han visto forzadas, pero también ha tenido implicaciones. Por ejemplo, las monjas salen para ir a la compra o para hacer algunos servicios, para ir al médico, a la farmacia…, y ahí ellas se han visto forzadas también a quedarse en casa.
Pero sobre todo lo fundamental me parece a mí es decir que ellas han vivido todo esto con preocupación por si ellas tenían o pudieran tener algún caso y, sobre todo, lo han vivido con la esperanza de que su oración tenía sentido. Ellas han vivido este tiempo rezando mucho por los enfermos, por los médicos, por todas aquellas personas implicadas en esta desgracia, en esta pandemia, para que mantuvieran el ánimo y el valor. Esto, mantener el ánimo y el valor, de una u otro forma, siempre es una manera de decir que el Espíritu de Dios está con esas personas que hacen el bien y ayudan a los demás: enfermeros, médicos, policías, toda la gente que ha tenido mucho que ver para que estos días se pudieran vivir con orden y se pudiera atender bien a los enfermos.

Este año el día de la vida consagrada nos pone el acento en la Virgen María.

Sí. ‘Con María en el corazón de la Iglesia’ es el lema. Ya apareció el
protagonismo de María cuando se celebró el día de la Vida Religiosa el pasado 2 de febrero. Ahora vuelve a aparecer porque todos los institutos religiosos, todas las congregaciones y monasterios de vida contemplativa tienen una especial devoción a la Virgen María. Todos la consideran no sólo Madre, sino también Maestra de vida consagrada. Evidentemente, es Madre para todos los cristianos, pero en los monasterios de vida consagrada es, además, un modelo de vida.
En este sentido, que la Conferencia Episcopal Española haya puesto este lema uniendo María y la Iglesia es una manera de recordar que la vida religiosa en general y la contemplativa en especial, sólo se entienden en el corazón de la Iglesia, sólo se entienden como una vida profundamente eclesial, en el sentido de profundamente solidaria con todo el pueblo de Dios, con todos los cristianos.

Estamos hablando de una realidad que en la diócesis de Valencia engloba unos 27 conventos en los que, como pasa en toda la Iglesia, hay problemas vocacionales, momentos de dificultad. Pero, a la vez, siempre nos sorprende la sonrisa, la forma de vida alegre, dichosa, sencilla de estas mujeres, que contrasta con nuestro mundo de preocupaciones, angustias, incertidumbres. ¿Dónde está la clave de esa alegría tan contagiosa?

La respuesta sencilla y fácil es decir que está en Dios. Y es verdad. Pero ahora acabo de recordar una anécdota familiar. Una hermana de mi padre era monja de clausura, contemplativa en las Dominicas de Burriana, y recuerdo que cuando era niño mi madre, cada vez que acompañaba a mi padre a ver a su hermana, decía “a mí lo que más me sorprende de estas mujeres es ver que están todas sonrientes, alegres y contentas”. Creo que esto es una realidad que todo el mundo puede constatar.
La clave también está en que ellas son conscientes de que la imagen que dan, de alguna manera, es una imagen eclesial. Pero tampoco lo hacen por imagen, lo hacen porque están convencidas de su vocación, que viene de Dios, y porque están contentas con su modo de vida. Es muy importante estar contento con el modo de vida que uno lleva.
Por ahí hay mucha gente que está de mal humor porque tiene que trabajar en lo que no le gusta, en lo que no le va, pero no tiene más remedio, y encima da gracias a Dios porque tiene trabajo. Pero se sienten frustrados. Las monjas no se sienten frustradas porque ésa es su vocación. Ahí se sienten realizadas y ahí sienten que está su vida y que está lo que es bueno para ellas.

Miremos hacia el futuro de la vida contemplativa, ese caudal de esperanza que aporta y las incertidumbres que siempre ocupan y preocupan, aunque siempre con la confianza en el Señor, que sabemos que nunca nos abandona. Al hilo de lo vivido en los siglos pasados, de lo que vemos en el momento presente y de las tendencias hacia el futuro, ¿es capaz de aventurar lo que nos vamos a encontrar en los próximos años, en las próximas décadas?

Esto de los números y la edad da para hablar mucho. Hay una crisis vocacional generalizada en toda la Iglesia y hay unas repercusiones, evidentemente, en los monasterios de vida contemplativa. El futuro yo no lo sé porque en la historia de la Iglesia ha habido altibajos.
Cuando yo era novicio, éramos 12 compañeros en una provincia pequeña; donde había unos 100 frailes, por lo tanto, 12 novicios eran muchos. Entonces ya decíamos que éramos pocos. Toda la vida estamos diciendo que somos pocos, hablando de la crisis vocacional. Pero bueno, pues habrá menos monasterios, sí, es verdad, ¿y qué? Habrá a lo mejor menos sacerdotes. Bueno ya los hay. En Valencia hay menos sacerdotes que hace 20 o 50 años. ¿Y qué?
Lo que habrá que hacer es reestructurar las cosas, ver cómo podemos reorganizarnos mejor, cómo podemos con nuestros medios sacar adelante lo que hay que sacar. Contar con la ayuda de los seglares, en el caso del clero. Todos los seglares han de ser responsables de la parroquia. Y las monjas de vida contemplativa serán menos, serán más pequeños los conventos, más reducidos en número, pero eso no quita que seguirán siendo un testimonio allí donde estén. Y eso es lo importante. Lo importante no es el número. Lo importante es que sean un buen testimonio, que sean felices y que cada una se sienta realizada en su vida y en su vida cristiana.

De nosotros también depende, de los laicos y de nuestra oración.

Sí. Y depende de la oración de los laicos, de ahí esta Jornada Pro Orantibus, en la que se nos invita a orar. Pero también depende de las familias. Es importante que cuando un joven dice que tiene vocación religiosa, no se tome como una desgracia, porque es una suerte, y los que al principio se lo han tomado mal, luego terminan contentísimos. Mi experiencia es que en muchos casos en los que los jóvenes han salido de sus casas con los padres medio disgustados, luego han resultado ser los mejores hijos, y con los que están más contentos. Es verdad que hoy la sociedad no ayuda, no estamos en una época de cristiandad, pero eso no quiere decir que la Iglesia, los cristianos, los que estamos dentro y comprometidos no tengamos que ayudar y poner ahí todas nuestras fuerzas.