Este domingo 3 de marzo se celebra en la diócesis de Valencia el Día del Seminario, una jornada para rezar por los seminaristas valencianos. Jóvenes que se forman para ser sacerdotes y así acercar a Jesucristo a los hombres. ¿Qué formación reciben para llevar a cabo esta misión? El equipo de formadores del Seminario Mayor nos responden a algunas preguntas sobre la formación que reciben. Una formación, explican, que tiene cuatro dimensiones fundamentales: humana, espiritual, intelectual y pastoral.

FOTO: V. GUTIÉRREZ

CARLOS ALBIACH| 29.2.24

  • Cómo es el día a día de un seminarista?
    -Un día ordinario en la vida de un seminarista se estructura de modo que posibilite la formación en las principales dimensiones en las que debe crecer. Estas dimensiones son tres fundamentalmente: humana, espiritual e intelectual. A la que suma, a partir de tercero, la dimensión pastoral.
    El de un día normal sería el siguiente: 7:10 h, rezo de Laudes; 7:30, desayuno; 8:00, desplazamiento a la Facultad de Teología y clases; 14:00, comida y después café con los compañeros y descanso; 15:30, tiempo para el estudio, deporte, limpieza, lectura, formación musical…; 19:30, oración personal; 20:00, Eucaristía con el rezo de Vísperas, 21:00, cena y tiempo de libre disposición, aunque también puede haber actividades comunitarias (cinefórum, vigilia,…); 23 h, descanso.
  • ¿Qué tipo de formación recibe? ¿Se hace una formación desde diferentes puntos de vista (espiritual, humana, afectiva, experiencia pastoral…)?
  • La formación tiene cuatro notas. Es única, integral, comunitaria y misionera. Se busca que la formación sea integral, entendiendo que la formación de los futuros sacerdotes ha de cuidar cada una de las dimensiones fundamentales de todo cristiano.
    La primera formación es la humana, que se trabaja con la convivencia cotidiana, los distintos servicios y cargos que se desempeñan, las entrevistas frecuentes con los formadores, las charlas de formación específica,… y que engloban todo aquello que tiene que ver con la recta intención y la transparencia, con la madurez afectiva, la sexualidad, el orden y limpieza, el trato humano y la educación, la capacidad de relacionarse con los demás, trabajar en grupo y entre distintas generaciones y sexos, la disciplina, costumbres sencillas, deporte, relaciones de amistad sanas, gestión de la soledad, y competencias emocionales, posibles adicciones, costumbres desordenadas o malos hábitos, virtudes humanas, aceptación de uno mismo. En definitiva, formar personas libres para que la voluntad tienda a lo bueno en la experiencia de la vida diaria, llevada adelante de manera sobria, austera y revisada en un plan de vida concreto, evaluable y revisable.
    La formación intelectual corresponde principalmente a la formación académica que se imparte en la Facultad de Teología, aunque no se reduce a ella. Se invita también a los seminaristas a que descubran y cultiven otros ámbitos, que no necesariamente están directamente relacionados con la teología, para que profundicen y se formen, tanto de ciencias como de humanidades.
    La formación espiritual busca ayudar al seminarista en la formación de la conciencia, en el discernimiento, a profundizar en la relación y amistad con Dios, a través de la oración personal, la eucaristía diaria, el rezo de la liturgia de las horas en comunidad, la lectio divina,… así como el acompañamiento personalizado que hace el director espiritual a cada uno. Una vez al mes, se realiza un retiro de un día completo, y anualmente se hacen ejercicios espirituales de una semana.
    Finalmente la formación pastoral intenta que el seminarista adquiera un corazón de pastor, que centre su vida y formación en la caridad pastoral. Para ello se le envía a una parroquia a partir del tercer curso donde poder tener experiencias pastorales, acompañado por el párroco.
  • ¿Cómo se lleva a cabo el seguimiento del seminarista? ¿Qué personas lo llevan a cabo?
  • El seguimiento de los seminaristas se lleva a cabo principalmente a través de la convivencia cotidiana en el seminario. En el día a día se ponen de manifiesto los progresos realizados, así como las carencias y dificultades detectadas, en el proceso de cada seminarista.
    Los formadores realizamos entrevistas personales con cada uno de los seminaristas de manera periódica, además del acompañamiento espiritual que reciben. Ambos espacios, las entrevistas con el formador y la convivencia, constituyen el ámbito propicio para que el seminarista pueda mostrarse tal cual es y se le pueda acompañar en su proceso de crecimiento personal y discernimiento vocacional.
    Como los formadores somos los que más tiempo pasamos con ellos, somos los que principalmente llevamos a cabo el seguimiento, pero no somos los únicos. Sus profesores en la Facultad, sus párrocos de origen y pastoral, sus familias, las comunidades religiosas que forman parte de la comunidad del Seminario… Son muchas las personas con las que los seminaristas se relacionan a lo largo de su formación. Todos ellos, cada uno desde su lugar y con el enfoque que le corresponde, va realizando un seguimiento al seminarista.
  • ¿Cómo es el discernimiento para saber si hay vocación?
  • El discernimiento se realiza por el acompañamiento cercano del seminarista. En la observación, por parte de los formadores, de las actitudes que manifiesta en la vida ordinaria. En la confianza y la docilidad que el seminarista manifiesta en la Iglesia, en la dirección espiritual así como su apertura a la formación y transparencia en el acompañamiento. También en los diálogos en los que se intenta ir contrastando y confirmando la vocación. Algunos signos de vocación serían: la existencia de un verdadero encuentro personal con Jesucristo, que el seminarista manifieste deseos de santidad, y que sean hombres de fe viva.
    Hay otro criterio muy importante que es la alegría. Un seminarista que vive con intensidad y responsabilidad su vocación es un seminarista alegre, porque está realizando la voluntad de Dios, es decir, se mantiene, crece y persevera en el ámbito de la Gracia y ello le lleva a encontrar gozo en la entrega de su propia vida y en el servicio a los hermanos.
    En definitiva, las cosas de Dios salen de Dios, se manifiestan en los hechos concretos de la historia personal, y son confirmados por hechos externos, eclesiales y objetivos.
  • ¿Qué problemas hay hoy en día para una madurez afectiva y humana?
  • Los seminaristas son jóvenes de su tiempo. Hoy los jóvenes crecen en muchas ocasiones sin referentes claros en su educación, en el trato humano, en su afectividad, algunos provienen de situaciones familiares complejas. Esto no les ayuda a crecer y madurar equilibradamente. Igualmente el uso dependiente de los móviles y de las redes sociales supone una cierta dispersión que dificulta el estar centrados en la formación.
    Lo esencial, del periodo formativo, será generar la confianza y la necesaria transparencia para poder vivir en la verdad, pues han recibido un don que es la vocación. Se ha de trabajar con la historia de su propia vida ayudando y detectando pautas de comportamiento que denotan actitudes adquiridas que esclavizan la voluntad y el deseo de la persona.
  • ¿Qué sacerdote se quiere formar?
  • Un sacerdote acompañado y acompañante que sea reflejo de Jesucristo buen pastor en medio de nuestra Iglesia y nuestra sociedad. Que sea cercano a todos, pero especialmente a los más necesitados y aquellos que más sufren. Que sienta con urgencia la necesidad de la evangelización y del apostolado, con especial atención a los jóvenes. Que sea capaz de ayudar y hacer el bien. Que viva su vocación como un servicio y no como el simple ejercicio de una autoridad. Que vaya en busca de la oveja perdida y también de las ovejas que no están en su redil, que es el redil de la Iglesia.