AMPARO CASTELLANO| 6.12.23

El Papa Francisco ha expresado que los católicos deben facilitar que las personas con discapacidad “estén en el centro de la atención de la sociedad, y que las instituciones promuevan programas de inclusión que potencien su participación activa”. De hecho, esta ha sido su intención de oración del mes de diciembre junto con la celebración el día 3 de la Jornada de la Discapacidad.

Recuerda el Santo Padre que “entre los más frágiles entre nosotros están las personas con discapacidad. Algunos de ellos sufren rechazo, basado en la ignorancia o basado en los prejuicios, que los convierte en marginados. Las instituciones civiles tienen que apoyar sus proyectos con el acceso a la educación, al empleo y a los espacios donde se expresa la creatividad. Hacen falta programas, iniciativas que favorezcan la inclusión. Sobre todo, hacen falta corazones grandes que quieran acompañar. Es cambiar nuestra mentalidad para abrirnos a las aportaciones y abrirnos a los talentos de esas personas con capacidades diferentes, tanto en la sociedad como dentro de la vida eclesial. Y así, crear una parroquia plenamente accesible no significa solo eliminar las barreras físicas, sino también asumir que hemos de dejar de hablar de “ellos” y pasar a hablar de “nosotros”. Las personas con discapacidad deben estar en el centro de la atención de la sociedad, y que las instituciones promuevan programas de inclusión que potencien su participación activa”.

Desde la Conferencia episcopal española recuerdan que en la Comisión para la Evangelización, Catequesis y Catecumenado existe un área específica para ayudar y servir a las personas con discapacidad en su espiritualidad y evangelización. Las personas con discapacidad son también parte viva de la Iglesia, receptoras y transmisoras de la buena noticia del evangelio. Esta Campaña, ‘Tú y yo somos Iglesia’ no es un lema cualquiera, está lleno de grandes historias: de fraternidad, de superación, de servicio, de ternura, protagonizadas por hombres y mujeres, jóvenes, niños que, en comunidad y en la casa de la gran familia de los hijos de Dios, superando todo tipo de barreras, han recibido y compartido dones.
Es necesario recordar que cada uno de nosotros somos un regalo único, amados por Dios y llamados a ser expresión de su amor. Como señalan desde la CEE, nos queda mucho camino por recorrer y seguimos necesitando sensibilidad y capacidad para sacar lo mejor de cada uno de nosotros.

En la Diócesis
Desde la Diócesis de Valencia trabaja con dedicación y paso firme el Secretariado Diocesano para las Personas con Discapacidad. Dos de los sacerdotes que trabajan en el mismo, Camilo Ruiz y Carlos Bou, tienen experiencia personal con la discapacidad y trabajan intensamente en la vida de la sensibilización para que entendamos la necesidad de acompañar. Como afirma Camilo Ruiz, debemos hacer que se sientan parte activa de la Iglesia y que puedan estar integrados en las comunidades parroquiales, a la vez que atendidas sus necesidades para vivir la fe cristiana. La Iglesia quiere ser compañera en el aliento para superar todos los retos e incomprensiones que en muchas ocasiones lleva consigo la discapacidad.

Campamento Anawin
Una de las iniciativas más relevantes en la diócesis, es la celebración del Campamento Anawin. El arzobispo de Valencia, monseñor Enrique Benavent, presidió este verano la misa conclusiva de la octava edición del campamento “Anawin”,en el que más de una veintena de niños y adultos compartieron talleres, juegos y oraciones con familiares y voluntarios en el Seminario La Inmaculada, en Moncada.

Carlos Bou, del movimiento Fe y Luz, participa en el Campamento Anawin, desde su puesta en marcha en 2014. Esta iniciativa surgió de la Familia Consolación formada por laicos, de las comunidades de Fe y Luz Valencia que centran su labor en familias con hijos que tienen discapacidad intelectual, movimiento que se ha constituido en el Foro de Laicos del Arzobispado bajo la denominación “Puerta del Cielo”; el Cottolengo del Padre Alegre de Valencia, que acoge a personas con discapacidad; el Seminario Metropolitano “La Inmaculada” y numerosos voluntarios.

En arameo “Anawin” significa hombre pobre, cuya riqueza es tener a Dios. Como explica Carlos Bou, el campamento “nos permite vivir realmente los unos con los otros, es la ocasión de descubrirnos aún más. Los ‘Anawines’ son los primeros en entender el mensaje del Reino, los preferidos del Señor. La centralidad de Cristo se hace presente en ellos: están felices porque se sienten reconocidos, escuchados y amados.

Las comunidades Fe y Luz, integradas en las parroquias, centran su labor en familias con hijos que tienen discapacidad intelectual. Además del campamento “Anawin” realizan un encuentro mensual y comparten actividades como retiros espirituales para familias, peregrinaciones, talleres de oración, de manualidades, etc.
Como indican Camilo Ruiz y Carlos Bou, “la alegría es la característica fundamental. Han descubierto juntos que es el signo más evidente de la grandeza de la Fe. Hoy en día la Iglesia, más que nunca, necesita predicar con hechos y no con palabras, y la alegría es la prueba de que Jesús está vivo y que sólo su amor es fuente de vida y vida en abundancia”, destacan los organizadores.

Como asegura el Papa Francisco, “los hermanos y hermanas con discapacidad intelectual no son sólo capaces de vivir una genuina experiencia de encuentro con Cristo, sino que son también capaces de testimoniarla a los demás”.
Con la llegada de la Navidad, muchos opinan que no es difícil establecer un paralelismo tan real como observar que Jesucristo nació entre paja, en medio de grandes dificultades. Estas circunstancias con las que llegó al mundo el Hijo de Dios, ha servido para establecer un paralelismo respecto a las barreras a las que tienen que hacer frente las personas con discapacidad.
Como recuerda el Papa, cada persona es única e irrepetible a pesar de que aún hoy, en muchos lugares, cuesta reconocerles como personas de igual dignidad.

Como dicen desde el Secretariado de la diócesis, “hoy en día la Iglesia, más que nunca, necesita predicar con hechos y no con palabras, y la alegría es la prueba de que Jesús está vivo y que sólo su amor es fuente de vida y vida en abundancia”. Uno de los grandes retos es aprender a mirar esta realidad de otra manera. Un paso necesario y fundamental es reconocernos en ello, entender que la discapacidad forma parte de la condición humana, que en algún momento de nuestra vida todos nosotros, de manera temporal o permanente, experimentaremos la discapacidad.

Existen varios testimonios que muestran que a día de hoy la Iglesia logra que jóvenes con autismo severo hayan logrado hacer su catequesis. Confesarse u obtener los sacramentos, superadas estas barreras los padres son el motor de sus hijos. “La mayor barrera no es la discapacidad, sino la incomprensión social. La barrera más difícil es nuestro corazón”.