Eduardo Martínez | 12-12-2012
La relación del cristianismo con la cultura, la transmisión de la fe, el servicio eclesial de la caridad, la importancia de la eucaristía, la vida del sacerdote… son algunas de las cuestiones que aborda en su último libro el obispo auxiliar de Valencia. En ‘Teología y vida eclesial’, monseñor Enrique Benavent aporta su reflexión teológica y pastoral desde la convicción de que “estos problemas no se puede abordar únicamente desde una perspectiva pragmática, como un problema meramente práctico, sino que para ver cómo respondemos a estos retos es necesaria una reflexión teológica”.
Es más: “Una Teología que no fecunde la vida de la Iglesia es estéril -argumenta- y una Iglesia que no sienta la inquietud de reflexionar teológicamente sobre las cuestiones que están relacionadas con su misión cae fácilmente en un activismo superficial que a la larga es también estéril para la Iglesia”.
En esta entrevista concedida a PARAULA, monseñor Benavent reflexiona sobre algunos de los principales temas del libro, que será presentado el 9 de enero a las 12 horas en la facultad de Teología San Vicente Ferrer, editora de la obra.
– Don Enrique, en su libro asegura que la transmisión de la fe se encuentra en un momento de “crisis”. A su juicio, ¿a qué se debe esa situación y cómo puede superarse?
– Hoy estamos viendo que no logramos transmitir la fe a las generaciones más jóvenes. Encontramos niños y jóvenes que participan en la catequesis o en movimientos eclesiales, pero cuando llega el momento en el que deberían personalizar la fe, no dan el paso. Notamos una cierta debilidad en la transmisión de la fe, que viene acentuada porque en las familias no hay una vivencia de la fe o porque muchos centros educativos se han limitado a ser centros de transmisión puramente de saberes. Se ha producido una disociación entre la vida eclesial, familiar y educativa, y hoy necesitamos recuperar una armonía entre estas tres instituciones para mejorar la transmisión de la fe, para que sea más eficaz.
– Denuncia también el “rechazo del cristianismo por parte de la cultura dominante”. ¿De dónde viene y como hacerle frente?
– Hoy asistimos a una situación de ruptura entre el cristianismo y la cultura dominante. Y a veces la reacción desde dentro de la Iglesia es presentar un cristianismo con rasgos anticulturales. El libro quiere presentar algunos principios que deberían regir la relación entre ambas y algunos rasgos que ha de tener una cultura propiamente cristiana: es una cultura en la que el elemento noético [espiritual, intelectivo], el ético y el estético no se pueden separar. Y estamos asistiendo a una cultura de la ruptura entre estas tres dimensiones de toda creación cultural del espíritu humano. Desde el Renacimiento hay por parte de la cultura europea un intento de autonomía respecto de la tutela eclesiástica y ello ha llevado a una cultura muchas veces anticristiana. También esto da lugar muchas veces a un cristianismo anticultural. El Concilio Vaticano II, en la ‘Gaudium et spes’, se plantea ante ello establecer puentes de diálogo entre la fe y la cultura.
– Hay en el libro una amplia reflexión sobre la Eucaristía. ¿La valoramos en su justa medida los cristianos?
– En realidad, es un problema que muchos cristianos no la valoran suficientemente como fundamento de su vida cristiana y de la vida eclesial. Pero es el sacramento que da identidad a la Iglesia y del que brota la vida de la gracia para toda la Iglesia. La eclesiología del Concilio Vaticano II es, sobre todo, eucarística. El concilio no entiende el misterio de la Iglesia sino desde el misterio de la Eucaristía.
– Los dos últimos capítulos hacen referencia a la vida sacerdotal…
– La vida del sacerdote hoy no es fácil. Hay dificultades que vienen de fuera de la Iglesia, pero también hay falta de identidad teológica en el propio ministerio. Potenciar esta identidad ayudará a recuperar una serie de actitudes espirituales que nos ayudarían a superar mejor las dificultades del momento actual.
– En toda la obra, está muy presente el Concilio Vaticano II. ¿Cómo definiría el papel que desempeña en el libro? ¿Qué opinión tiene sobre su vigencia?
– Los doce trabajos presentes en el libro -nueve publicados ya, pero en lugares dispersos, en obras en colaboración y de difícil acceso para muchos- tienen en común que tratan temas de actualidad en la vida eclesial y que aluden al Concilio. Como estamos celebrando ahora los cincuenta años del inicio de sus sesiones, he pensado que es una buena manera de sumarme a la celebración. El libro quiere ser, de hecho, una reivindicación del valor del Concilio Vaticano II, interpretado correctamente desde la hermenéutica [interpretación] de reforma que el papa Benedicto XVI nos propone.
Frente a los que creen que el Concilio es la causa de todos los males actuales de la Iglesia o los que piensan que debe ser superado por otro concilio, el libro se inscribe en esa lógica de la hermenéutica de reforma que supone aceptar el Concilio e interpretarlo de acuerdo con la tradición de la Iglesia y poniendo de manifiesto aquellos elementos nuevos que nos ayudan a entender mejor la tradición siempre viva de la Iglesia. A mi modo de ver, el Concilio Vaticano II tiene plena vigencia, es el camino de la Iglesia para este siglo. Y mientras no se asuma serenamente, cosa que todavía no sucede, es impensable pensar en un concilio nuevo.

Un libro dedicado “als meus pares” Enrique Benavent Vidal nació en Quatretonda en 1959. Estudió Teología en la facultad S. Vicente Ferrer de Valencia y en la Gregoriana de Roma. Fue ordenado sacerdote en el Paseo de la Alameda de Valencia por el beato Juan Pablo II el 8 de noviembre de 1982. Entre otras labores pastorales, fue vicario de la parroquia S. Roque y S. Sebastián de Alcoi, formador del Seminario Metropolitano de Valencia, delegado diocesano de Pastoral Vocacional, director del colegio mayor S.Juan de Ribera de Burjassot y decano de la facultad de Teología de Valencia. Es obispo auxiliar de Valencia desde 2005. Entre otros estudios y publicaciones sobre Teología, es autor de ‘El Misterio Pascual en la teología reciente (2002), ‘La Declaración Dominus Iesus, la carta Novo Millennio Ineunte y la cristología reciente’ (2003), ‘El Jesús de Nazaret de Joseph Ratzinger-Benedicto XVI: cristología y lógica de la fe’ (2008). Su último libro, ‘Teología y vida eclesial’, lo dedica a sus padres: “Als meus pares. Mai podrem agrair-li a Déu el que ens ha donat per mitjà d’ells i mai podrem agrair-los el que han fet i continuen fent per nosaltres”. La obra está disponible ya en librerías religiosas, entre ellas la de la facultad de Teología.

“Una síntesis equilibrada entre fe y razón es algo potenciador de la cultura” El diálogo de la fe con la razón, la cultura, la ciencia… es abordado en el libro con reflexiones claras y sugestivas: “El mensaje cristiano tiene puntos de contacto con las creaciones del espíritu humano y por tanto puede apoyarse en ciertos momentos en las culturas humanas -señala en su obra monseñor Benavent-. En toda cultura es posible encontrar elementos que pueden servir de engarce para el mensaje cristiano. Esto implica que el cristianismo debe hacer un esfuerzo de inculturación en su encuentro con las distintas realidades humanas, es decir, un esfuerzo por conocer aquellas claves de comunicación que existen en las distintas culturas que pueden ser punto de encuentro con el cristianismo”. Ahora bien, el mensaje cristiano “no es simplemente una cultura más entre las muchas” y la cultura, “por sí misma, no basta para transmitir la fe. El salto de la fe no consiste en la aceptación de unas ideas que convencen más o menos, sino que implica una cierta ‘ruptura’ con ciertos elementos que forman parte de la cultura dominante”. En suma, “puede haber creaciones del espíritu humano que ‘preparen’ de algún modo la acogida del mensaje cristiano” y, al mismo tiempo, “el cristianismo se resiste a ser encuadrado como una cultura más, como un producto del espíritu humano; se resiste a quedar encerrado en el marco de una determinada cultura. La fe cristiana incluye un momento de ruptura y de superación de la cultura dominante”. Dicho en clave fe-razón: “una síntesis equilibrada en las relaciones siempre difíciles entre fe y razón” convierte al cristianismo en “potenciador de la cultura”. Ello es así cuando se da una fe “confiada en las posibilidades de la razón humana para reflexionar sobre la realidad” y cuando la razón “reconoce sus límites y no pretende rechazar todo lo que no logra explicar”. Desde esa base -añade el prelado- “no hay miedo a afrontar los retos que para la fe comportan otros modelos de pensamiento”.