CARLOS ALBIACH | 26-07-2018
José Miguel Martínez en el colegio Patronato de la Juventud Obrera Sgda. Familia, donde es profesor. (FOTO: A.SÁIZ)José Miguel Martínez es desde hace 12 años voluntario de la Pastoral Penitenciaria en la cárcel de Picassent. Esta labor podíamos decir que ha sido heredada. Como él cuenta el origen de todo está en su madre, que siendo voluntaria de Cáritas en la parroquia Monte Sión de Torrent, acudió a una charla sobre la pastoral en la prisión. Allí conoció al padre Ximo Montes y decidió ofrecerse como voluntaria. Cuando llegó a casa se lo contó a su marido y a sus dos hijos. Sin embargo, ellos reaccionaron mal ante esta noticia. “Como vas a dedicarte a los culpables, a los mangantes”, le dijeron.
Pero su madre impresionada por el testimonio del padre Ximo, que fue capellán de prisiones durante más de 40 años, siguió adelante. Poco a poco vieron “un cambio radical” en su vida. De hecho, como reconoce su hijo, “a mi que tenía también inquietudes sociales me empezó a picar la curiosidad por ese mundo”.
Una visita un Domingo de Ramos a la cárcel y una comida en casa con el padre Ximo fue lo que hizo que José Miguel diera el paso para ser voluntario. “Me convenció y aprovechó que era filósofo para pedirme que trabajara el tema de los valores en talleres y a mi padre para que diera clases de yoga”, cuenta. Desde entonces ambos no han dejado de colaborar con esta pastoral, que en la diócesis de Valencia está dirigida por Victor Aguado.
En este momento José Miguel además vivía una gran crisis de fe. “En el colegio tuve muchas dudas sobre fe y razón y los sacerdotes tampoco supieron contestarme, así que me reboté”, detalla. Sin embargo, el ejemplo de su madre, el testimonio del padre Ximo y su entrada en la prisión fueron fundamentales para recuperar la fe: “He recuperado una fe que no es santurrona sino viva. He recuperado mi fe porque he visto a Dios en la cárcel”.
En ese lugar, detalla, “marcado por el sufrimiento es donde está Dios, y solo hay que ver a Cristo en la cruz, en el sufrimiento y haciendo la mayor donación hacia el otro que se podía hacer”. “Para mi ha sido fundamental que la fe se haga viva dándome a las otras personas”, destaca.
En sus doce años en la cárcel ha pasado por diferentes módulos y ha llevado a cabo diferentes labores. Empezó en enfermería dando catequesis y durante muchos años integrado en el área social de la Pastoral penitenciaria a través de talleres para mejorar las habilidades sociales. Este año en el módulo donde están los más jóvenes ha llevado a cabo un taller sobre cine y valores. “Apenas ha funcionado porque es un módulo donde no hay una permanencia larga”, explica. Sin embargo, a partir del próximo curso se llevará a cabo en módulos donde hay presos con penas más largas. José Miguel piensa que el cine es “muy bueno para reflexionar”.
¿Para qué sirve toda la labor que realiza en la cárcel? José Miguel lo tiene claro: “Los voluntarios no solucionamos la vida de la gente, no vamos a hacer que salgan antes de la prisión”. Sin embargo, como explica, uno de las cosas por la que se hace todo este trabajo es para que tengan algo con lo que llenar el tiempo, “puesto que tienen mucho tiempo en lo que no hacen nada y eso es peligroso”. El otro objetivo es “simplemente estar”. “Lo que les damos es dignidad , puesto que dignidad es señalar a la persona, llamarla por su nombre y garantizarle que todas las semanas tiene un espacio en ese lugar”, explica.
“Muchas veces en la cárcel me acuerdo del pasaje del Evangelio en el que Cristo está en la cruz al lado de los dos ladrones y me acuerdo que no hay que juzgar. De ahí, por ejemplo que nunca se les pregunte porque están ahí”, relata el voluntario.
Además, el también profesor de Filosofía en el colegio Patronato Juventud Obrera Sagrada Familia, recuerda que ellos también quieren poner su granito de arena para la rehabilitación, “que debe ser el objetivo de la prisión”. En este sentido, cuenta que “algunos presos dicen que nadie les había dado un abrazo ni escuchado como tú”. En la experiencia de su familia han visto presos que se han arrepentido y que incluso han formado una familia tras salir de la cárcel.
Vuelta a la Iglesia
En la recuperación de la fe una pieza fundamental fue el padre Ximo. “Todo un santo en vida”, resalta constantemente. “Un santo porque cada día salvaba a alguna persona, porque era muy importante para muchas personas y en la cárcel era toda una autoridad moral”. También ha sido fundamental la relación con el profesor Agustín Domingo Moratalla, al que conoció el primer día de clase en la universidad. “Me empezó a dar documentos de la Iglesia y ha sido un padre y un confidente”, cuenta.
Para este profesor la Iglesia ha sido toda “una madre”. “Yo soy crítico con ella pero me siento identificado con la Iglesia porque la escupí, la insulté y cuando volví nadie me echó en cara nada”, concluye.
José Miguel, casado y padre de dos hijos de 7 y 5 años, también comparte esta experiencia con ellos. “Para mi es fijo dedicar una tarde a la cárcel porque además viene en beneficio de toda la familia”, explica. También comparte su experiencia en las clases de Filosofía y Religión que imparte en su centro educativo.