El pintor Juan de Ribera Berenguer, junto a su última obra, ‘Inmaculada estrella’. Foto: Alberto Sáiz
MARÍA JOSÉ FRAILE | 3-12-2014
Su densidad matérica y el acentuado expresionismo no dejan espacio a la duda de quien puede ser el autor de esta magnífica obra. ‘Inmaculada estrella’ es uno de los últimos cuadros de Juan de Ribera Berenguer (Valencia, 1935). Es “algo más que una pintura”, -explica a PARAULA- “es una poesía a la Virgen, la reina del Universo, porque Ella siempre Ella está en cualquier espacio de la vida”.
Hoy en día, no es habitual encontrarte con creadores que vivan tanto y tan profundamente su proceso creativo. Pintar la Inmaculada es “lo más hermoso que puede realizar un artista”, dice. Para llegar a Ella hay que “bucear y estudiar mucho” y ese camino es “tan difícil” que se convierte en más “hermoso”.
En este proceso creativo, de unos cuatro meses, Juan de Ribera ha contado con la inspiración que le llega del ‘Apocalipsis de San Juan: lectura teológico-litúrgica’, un libro escrito por el deán de la catedral de Valencia, Emilio Aliaga “y que explica muy bien los significados de los símbolos y signos que aparecen en el Apocalipsis, entre ellos la visión de San Juan y la gran mujer del cielo que interpreto como la Virgen”. Por eso coloca a la Virgen dentro del Universo al que pertenece dentro del gran marco de la Creación, rodeada de galaxias y estrellas.
A medida que pasaba el tiempo, el cuadro fue creciendo “día a día” y ha sido “él mismo el que me ha ha llevado de la mano para hacer lo que hoy se puede ver”. Así, por ejemplo, nos cuenta “que el tamaño de la imagen de la Virgen ha ido aumentando cada vez más hasta convertirse en esta ‘Inmaculada estrella’; y a través de las manos de su hija Silvina, de su pelo y del rostro de personas muy conocidas por él ha creado esta ‘Inmaculada’. Porque “cuanto más tiempo pases delante del lienzo, mejor extraerás su esencia”. Sólo con “trabajo” y con “lucha” se sacan adelante las pinturas.
 
Su refugio
La imagen de la Virgen ha sido una constante en la obra de Juan de Ribera. Ella “ha sido mi refugio y a ella siempre me encomiendo. Como pintor le debo lo mejor de mi trabajo”. Cuando en 1952 comienza a estudiar Bellas Artes en la escuela de San Carlos de Valencia, ya en esa época presenta una Inmaculada en la Bienal de la ciudad “que seguirá estando debajo de otras pinturas”, porque cuando uno es joven, “los lienzos cuestan mucho”. Desde entonces sus ‘Inmaculadas’ han evolucionado mucho; y “porque en cada una de ellas intento superarme a mí mismo”. El historiador y crítico Carlos Areán le consideró heredero espiritual de Ribalta y José Ribera; y el propio Ribera se siente deudor de Velazquez, Miguel Ángel y el Greco. Y como pintor de la Virgen, le vienen perfectas las palabras del director del Museo Diocesano de Barcelona, Manuel Trens en el prólogo de ‘María. Iconografía de la Virgen en el arte español’ al referirse a los artistas como “comisarios del cielo que nos hacen ver sus maravillas y lo sobrenatural”.
 

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