M.J. FRAILE | 04-03-2016
Esta pregunta que encabeza en titulares la entrevista la formuló hace ahora 50 años con cierta desconfianza el entonces obispo auxiliar de Valencia, mons. Rafael González Moralejo, al sacerdote Jaime Sancho, en el primer día en que éste actuaba como maestro de ceremonias en una misa episcopal. Hoy, el ya catedrático emérito de Liturgia, acaba de recibir un merecido homenaje a su trayectoria en la Facultad de Teología de Valencia con la edición de un libro ‘Laus mea dominus’, que fue presentado por sus coordinadores Miguel Navarro y Edgar Esteve, en un acto presidido por el cardenal Cañizares.
Después de 42 años dando clases en la Facultad de Teología de Valencia, el profesor Jaime Sancho llegaba a la condición de catedrático emérito y la ovación que escuchó el homenajeado fue infrecuente por lo extensa y por lo intensa.
– Tras toda una vida dedicada a la enseñanza de la Liturgia, que se celebra especialmente de forma ‘modélica’ en la Catedral según le reconoció el Cardenal en su homenaje, pero también al magisterio, a la divulgación, a la investigación y  al cuidado, restauración del patrimonio artístico de las iglesias valencianas, ¿qué sensación tuvo al escuchar semejante ovación y elogios?
-Me sentí muy agradecido. También por esas palabras. Y en lo que piensa uno en esos momentos es en las carencias más que en el éxito. En pedir perdón por ellas. Pero ciertamente, sí, Valencia se considera un modelo de unidad de celebración, de dignidad y en eso algo he podido contribuir yo, será más que nada por la permanencia, por la constancia de actuación.
– ¿Hasta qué punto es importante la liturgia y su cuidado en la Iglesia?
-Es el corazón de la Iglesia. Todo lo que hace la Iglesia se dirige a la liturgia, para desde ella tomar nueva fuerza, comenzar, recomenzar y difundirse.

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