BELÉN NAVA | 06.05.2021
La pandemia y el uso obligado de mascarillas nos ha obligado a recomponer nuestros esquemas en lo que a comunicación no verbal se refiere. La mayor pérdida que nos impone la mascarilla es la de la sonrisa. Las miradas se han convertido en la pieza clave para poder entendernos con la persona que tenemos ante nosotros. Y la mirada de Guillermo Esteban, musicalmente conocido como Grilex, nos habla de sinceridad, amabilidad y profundo agradecimiento. Llegado a nuestra ciudad para aportar su testimonio de fe en la CEU UCH de Valencia, Guillermo reserva un hueco en su apretada agenda para atender a PARAULA.

La primera pregunta es obligada y es por su salud. El coronavirus le llevó al hospital y aunque ha superado la batalla contra el covid-19 la recuperación todavía es lenta. Comenzamos a hablar, ¡cómo no!, de los efectos de la pandemia y, siendo joven, no podemos dejar de comentar las imágenes que acaparan día tras día las noticias: jóvenes acudiendo a fiestas, botellones…

Ver imágenes así, desde luego no deja a los jóvenes en buen lugar…aunque solo sean una minoría…

Yo creo que los jóvenes, no todos, pero sí una gran parte, somos conscientes del daño que podemos hacer con actitudes así. No pasa nada por privarnos de fiesta durante un tiempo; no pasa nada por privarnos de salir como antes salíamos… porque el bien que podemos hacer es tremendamente grande. Lo único que se nos está pidiendo es que seamos consecuentes con nuestros actos. Yo puedo decir que en el hospital había muchos jóvenes que no han llegado a contar lo que estoy contando porque han muerto y eso te marca. Quizá nuestro cuerpo puede vencer al virus pero… ¿y tus abuelos? ¿y tus padres? ¿y si tienes un hermano como el mío que tiene lupus eritematoso?… tenemos que ser muy consecuentes de lo que tenemos entre manos…peor que “perder una año de nuestra vida” como dicen muchos es perder la vida de las personas que nos importan.

Si en la sociedad en general tenemos este problema, de no llegar a los jóvenes, ¿cómo podemos hacerlo en la Iglesia?

Lo primero que todo es que no nos den “lecciones”. Para que nos den lecciones ya tenemos las clases, o internet que es donde ahora ya podemos encontrar todo… o las series con contenido totalmente explícito. Lo que los jóvenes necesitamos es que se nos acompañe a vivir un proceso de vida, un proceso de fe en el que no nos lleven las riendas sino que seamos nosotros quienes las llevemos acompañados por personas que nos guíen, y si nos equivocamos la persona que nos acompañe nos diga “vamos, yo te curo, vamos a seguir caminando, no pasa nada”. Veo que hace falta este tipo de personas que se acerquen a la juventud y nos digan “venga, voy a escucharte y acompañarte”. Los jóvenes, pese a lo que muchas personas piensan no estamos perdidos, estamos desorientados, que no es lo mismo.

En tu caso, el acercamiento a la Iglesia fue un proceso que te llevó por diversas etapas hasta llegar a lo que hoy en día eres: un joven comprometido con la fe.

Dios hace bien todas las cosas y todo el mundo tenemos un proceso, un proceso personal que cada uno lo vive junto a aquellas personas que lo pueden potenciar, pero, sobre todo, con una relación directa con Dios. Sí que es verdad que soy muy afortunado.
La conversión es un proceso muy bonito pero muy duro a la vez. No tengo miedo de reconocerlo, soy humano y como humano y joven queremos mucho muchas cosas. Yo no me conformo. Esto no es como estar en el suelo y automáticamente querereme levantar. Quien me puede levantar es Cristo. Él es el que me da la mano y me dice “!venga va, vamos!”. Mi vida no ha sido tocada con una varita mágica y han desaparecido las heridas. Ha habido un proceso de sanación, de entender, de crecer, de echar raíces, pero todo va a fuego lento. ¿Meto la pata? Sí. ¿Hay que contarlo? Sí. ¿Por qué? Porque sino cómo se van a sentir identificadas las personas que están en este proceso. Los testimonios que son de “caminar por el cielo” no llegan ni nos vamos a sentir identificados con ellos. Necesitamos cristianos que sean de barro, cristianos que cuando los huelas digas huelen a sudor y a tierra porque caen y se levantan, caen y se levantan…¡yo quiero esto! y que haya un concepto de que si caemos, pero nos levantamos con Cristo estamos también aprendiendo. No debo martirizarme por ellos. Porque uno de los problemas que tenemos los jóvenes es que pensamos que cuando nos equivocamos no hay vuelta atrás. Es que si he pecado, si he caído…ya no hay vuelta atrás. Y eso es falso, más que vuelta atrás hay un nuevo proceso. 
Además, tenemos el milagro que me parece que es brutal: la confesión. Dios con una herida no deja la cicatriz para que no nos olvidemos que tenemos que tener consciente y presente por dónde hemos pisado porque si no nos podemos hacer otra vez año pero utiliza la técnica que yo lamo del pasado pisado que es te confiesas, expulsas todo el daño que hayas podido hacer que te hayas podido hacer a ti mismo y que hayas podido hacer a Dios y Cristo que es la inteligencia más perfecta se le olvida.

Tú instrumento para poder llegar a estos jóvenes es la música…

Somos una generación que basamos todo, por desgracia, en sensaciones, somos muy sensibles. La música lo bueno que tiene es que puede tocar muy rápidamente la sensibilidad del corazón. Y digo que es una lástima porque todo se basa en sensaciones y no en determinación o en decisión. Si una persona quiere empezar a seguir a Cristo, a través de la música se le puede motivar, se le puede “crear” una conciencia. Pero si todo está basado en un aspecto musical o todo está basado en una sensibilidad…Mira, por ejemplo, cuando dos personas empiezan un noviazgo todo es fantástico pero hay que tener claro que las famosas mariposas desaparecerán con el tiempo y que cuando desaparezcan será cuando empiece el amor maduro que es cuando decimos “yo te decido amar”. Pues con Cristo pasa lo mismo, llega un momento en que cuando te encuentras con Él estamos pletóricos, pero cuando pasa el tiempo, esas mariposas empiezan a desaparecer y ya es decisión. Decido seguirle si o no. La música es un recurso muy bueno para llegar a los corazones, potenciar esa sensibilidad de “vamos a por todas” pero luego, si detrás de eso no hay una buena formación o personas que quieran forman a esos chavales o que se quieran involucrar con esa gente, no sirve para nada.

Has elegido un género como el rap que no es fácil, más bien es agresivo y reivindicativo. ¿Cómo se encuentra constantemente inspiración para componer?

Hacer buena música es difícil. Hacer un buen plato de comida, es difícil. Las cosas que merecen la pena siempre son difíciles, pero eso también es genial porque le pones más entusiasmo, más, corazón, más entrega, te lo tomas más en serio y decides día tras día trabajarlo.
Nosotros hemos decidido que queremos ir más allá, llegar a un público que no sea cristiano. ¿Y cómo se hace eso siendo cristianos? Si hablamos de Dios directamente, vamos a recibir rechazo. Pues vamos a hacerlo con experiencias de vida pero al final de cada canción explicar el para qué y no el por qué. Y con esa pregunta, al final, hacemos entrar a la persona en la dimensión espiritual. Por ejemplo una chica me dijo una vez que gracias a una canción mía no se había suicidado. Me impactó tanto que le dediqué una canción a esa chica tratando el tema del suicidio. Pero también tengo canciones sobre la eutanasia; sobre el vacío y el dolor que muchas veces siente el cristiano; otra habla de la pornografía y del juego, que nos dejan estancados; otra sobre el postureo…Hay canciones “brutales” pero tocadas desde el amor. Esa es la gran diferencia de mi rap.

“Me cambió el Señor”

A los siete años descubriendo que un mundo nuevo se abría ante sus ojos: el rap. Conforme el don del ritmo se iba conviertiendo en parte de él y de sus canciones, comenzó una época de alejamiento de a fe. Letras agresivas, negativas que lo convirtieron en una persona que ni él mismo reconocía. Un día, su madre le invitó a ir a misa con ella. “Antes de entrar una chica muy guapa se me acercó y me dijo: «Anda, ¡tú eres Grilex!» Y al rato de hablar me invitó a un curso Alpha. Yo fui solo porque iba ella…”, explica Guillermo. Aquello fue un comienzo, el comienzo de una nueva vida auqnue él entonces no lo sabía. “Empecé a ir por Alpha, y vi cosas a las que no estaba acostumbrado. Lo principal, la sonrisa gratuita de los que iban allí a servir”.
Tras eso, un comentario no tan casual hizó que algo se removiera en su interior. “Vino una amga y sin más me dijo que mi música era una basura y que era una pena que desperdiciera un don de esa manera”. Eso le hizo enfurecer, recapacitar y finalmente poner a las cosas y a las personas en su sitio. Aunque no fue hasta una convivencia cuando todo, por fin, se materializó. “Yo solo sé que estuve llorando todo el fin de semana. Me sentía pleno y amado por dentro. Me impusieron las manos y cambió mi vida. Sentí un fuego, como si abrieran la llave del gas a máxima potencia. Y a raíz de ahí, mi vida cambió. Y mi música cambió también. Me cambió el Señor cuando empecé a dejarme amar por Él”.
“Si Dios me cambió a mí, ¿cómo no cambiará a otros?”, concluye.