B.N. / Agencias | 25-07-2013
Estamos ya en plena Jornada Mundial de la Juventud. La llegada del Papa a Brasil se vivió con una enorme emoción, al igual que la misa de apertura en la playa de Copacabana, donde se congregaron 600.000 jóvenes. Hasta el domingo 28, los peregrinos compartirán con el Santo Padre diversos actos, en los que compartirán su fe junto con jóvenes de diferentes países. Ofrecemos una crónica de los días de la JMJ que se habían celebrado ya al cierre de esta edición de PARAULA.
Pese a la fuerte lluvia y el intenso frío, cerca de 300.000 fieles aguardaban a Francisco en los alrededores del Santuario de Aparecida. Allí, el Papa, aseguraba que acudía a la Virgen de Aparecida, para pedirle por el éxito de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), pero también para que ayude a los pastores, a los padres y a los educadores a transmitir a los jóvenes los valores “que les hagan artífices de una nación y de un mundo más justo, solidario y fraterno”. En este sentido, señalaba tres “sencillas” actitudes: “mantener la esperanza, dejarse sorprender por Dios y vivir con alegría”. Era esta la primera homilía que pronunciaba el Pontífice durante su visita a Brasil para presidir la JMJ.
Asimismo, el Papa invitaba a inculcar en la juventud valores como la solidaridad, la perseverancia, la fraternidad y la alegría para enfrentarse a “tantos ídolos que se ponen en el lugar de Dios” como “el dinero, el éxito, el poder o el placer”.
A pesar de las dificultades que hay en la vida, indicaba, “por más grandes que parezcan”, Dios “nunca deja” que sus hijos se hundan y, por ello, exhortaba a “no perder la esperanza” pues “el dragón, el mal, existe en la historia pero no es el más fuerte”.
Afirmaba que el cristiano “es alegre, nunca triste” y que, por tanto, “no puede ser pesimista”. “No tiene el aspecto de quien parece estar de luto perpetuo. Si estamos verdaderamente enamorados de Cristo y sentimos cuánto nos ama, nuestro corazón se inflamará de tanta alegría que contagiará a cuantos viven a nuestro alrededor”, insistió.
Tras la homilía, el Papa salía al exterior del santuario donde los fieles aguardaban y les agradeció su presencia allí “de todo corazón”. Con la imagen de la Virgen de Aparecida que le habían regalado en el interior del templo impartía la bendición a todos los peregrinos indicándoles que la Virgen “no se olvida nun­ca de nosotros. Ella nos quiere y nos cuid­a”.
Misa de apertura en Copacabana
Un día antes la XXVIII Jornada Mundial de la Juventud quedaba inaugurada con la llegada de la cruz peregrina y la imagen de la Virgen María al escenario de la playa 600.000 personas que desafiaron al viento, la lluvia y el frío.
La misa de apertura fue celebrada por el arzobispo de Río, monseñor Orani João Tempesta. Antes de la llegada de los símbolos, una multitud esperaba en las arenas de Copacabana asistiendo a conciertos de música católica y rezando.
Tempesta llamó a los jóvenes a “contagiar” a todos con “la alegría y la paz” de Cristo que es “siempre actual, sobre todo para los que buscan la verdad, la justicia y la paz”, a transmitir su palabra “de un modo accesible y comprensible” y a comprometerse para crear “un mundo nuevo, a la luz del plan de Dios”.
En cuanto al lema de la Jornada – ‘Id y haced discípulos a los pueblos’-, el arzobispo de Río ha apuntado que la playa y el mar en el que se encuentran recuerda los barcos abandonados en la playa por aquellos que fueron llamados por Jesús para seguirlo. Y, en este sentido, subrayó que el camino misionero exige “discernimiento, utopía, sueño” pero también “auxilio de alguien que esté al lado, que ayude a la persona a reconocer la voz de Dios”.
“No traigo oro ni plata”
La llegada del Papa a Brasil era seguida con expectación. En su primer acto con las autoridades brasileñas, el Sumo Pon­tífice dijo no traer “ni oro ni plata, sino lo más valioso, Jesucristo”, a la vez que afirmó que la juventud es “el ventanal por donde entra el futuro en el mundo”.
“No tengo oro ni plata, pero trai­go conmigo lo más valioso: Je­sucristo. Vengo en su nombre pa­ra alimentar la llama de amor fraterno que arde en todo corazón y deseo que llegue a todos y a cada uno mi saludo. La paz de Cris­to esté con vosotros”, afir­mó Francisco en la ceremonia de bienvenida ante Dilma Rou­sseff, la presidenta de Brasil, en el palacio de Gua­na­bara.
El Pontífice agregó que su visita a Brasil va más allá de las fronteras, ya que se debe a la celebración en Río de Janeiro de la JMJ y su deseo de encontrarse con los jóvenes de todo el mundo, “que hablan idiomas diferentes, pertenecen a culturas diferentes y sin embargo en­cuentran en Cristo las res­puestas a sus más altas y comunes aspiraciones y pueden saciar el hambre de una verdad clara y de un genuino amor que los une por encima de cualquier diferencia”.
Francisco manifestó que sabe que dirigiéndose a los jóvenes habla también a sus familias, comunidades eclesiales y naciones de origen, “a los hombres y mujeres de los que depende en gran medida el futuro de estas nuevas generaciones”.
También pidió a los adultos que garanticen a los jóvenes la seguridad y educación, le transmitan valores duraderos “por los que vale la pena vivir”, le aseguren un horizonte trascendente “para su sed de auténtica felicidad y su creatividad en el bien” y le dejen en herencia un mundo que corresponda “a la medida de la vida humana” y añadió que hay que despertar en los jóvenes las mejores potencialidades para que sean “protagonistas de su propio porvenir y co­­­­rresponsable del destino de todos”.

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