El portavoz de la CEE, durante la entrevista. FOTO: V. GUTIÉRREZ

Conversamos con el secretario general y portavoz de la Conferencia Episcopal Española (CEE), Mons. Luis Argüello en su visita a Valencia para participar en los XXIII Diálogos de Teología Almudí. Natural de Meneses de Campo, Palencia (“Palencia y Valencia se parecen…” bromeamos), nombrado por el papa Francisco obispo auxiliar de la Archidiócesis de Valladolid, es una voz extraordinaria como portavoz ante la difícil encomienda de la presencia de la Iglesia y el diálogo en el contexto de nuestra sociedad.

❐ AMPARO CASTELLANO | 08.06.2022

Estamos en un momento bastante bronco desde el punto de vista político y de una sensibilidad grande ante la crisis, con las secuelas de la pandemia, de crisis económica y moral, no sé si podemos decir que es un momento histórico que recordaremos con el tiempo. Ser portavoz en este tiempo no es nada fácil en las relaciones que hay que mantener, en este momento, con todo tipo de agentes sociales. Por tanto, ¿estamos en un momento histórico que aún no hemos reconocido?, ¿es esta una coyuntura especial?

Sí lo creo, pero no solamente por lo que está ocurriendo en los últimos dos años sino que es a lo que el Papa Francisco se refiere habitualmente como cambio de época , es algo que viene gestándose: el final del tiempo moderno, el comienzo de una situación nueva en las que se remueven algunos puntos de referencia básicos, desde la propia comprensión de lo humano hasta diferente manera de producir, de distribuir lo producido, lo que significan las nuevas tecnologías…y en medio de esto, estamos teniendo la experiencia de la fragilidad. Con la tragedia de la guerra, se está poniendo en cuestión la globalización misma en que el mundo parecía haberse situado en estos último decenios. Todo esto sumado, en medio de por qué no decirlo, de una crisis espiritual grande, hace que vivamos un momento muy singular, sí.

Nos decía el papa Francisco en la Jornada mundial de las Comunicaciones Sociales que hay que “Escuchar con los oídos del corazón”, pero escuchar significa estar dispuesto a establecer un diálogo. No parece fácil que exista diálogo en el contexto actual de contrarios, donde es habitual que cada uno llevemos nuestro discurso y pensamiento predeterminado…

Bueno, pero es irrenunciable, es lo que el papa Francisco también habla tantas veces de la ‘Cultura del Encuentro’ que forma parte de lo que la Iglesia quiere anunciar y vivir. Es cierto que la misma misión de la Iglesia supone cultivar en el mismo encuentro una propuesta de verdad sobre la propia comprensión de la vida humana, de las circunstancias de todo tipo -económicas, sociales y políticas- en las que vivimos y esto genera en nosotros una perplejidad, porque por una parte estamos llamados a cultivar el diálogo y la reconciliación de unos y otros, pero por otra parte estamos llamados una dimensión profética que supone decir la verdad, denunciar las mentiras y las injusticias, entonces hace falta saber vivir con una capacidad de equilibrio en el propio diálogo para intentar superar esta dialéctica de contrarios que de alguna forma marca la manera de pensar del tiempo moderno y que ahora se ha hecho una polarización extrema.

El Papa Francisco insiste mucho en superar esta dialéctica de los contrarios, y resituar la polarización que enfrenta y que hace difícil el propio diálogo en caer en la cuenta de que también pueden leerse los diversos polos que están presentes en la vida real, como si fuesen los polos de la propia energía eléctrica, para caer en la cuenta de que es posible escuchar al otro, caer en la cuenta de las razones que puede tener para decir lo que dice y tratar de buscar un punto de encuentro. Es decir, cómo generar una forma de diálogo que viniera marcada por nuestro ADN de lo Trinitario, y que superase la dialéctica de los contrarios. Esto es fácil de expresar como un sueño, y difícil luego de encarnarlo o de vivirlo. Pero creo que para la misión de la Iglesia, siempre la misión de comunión o de reconciliación es irrenunciable.

Estamos viviendo también ahora la aprobación y proyección de varias leyes que ponen en cuestión la vida, como la ley del aborto o la eutanasia, pero me preocupa algo que solemos comentar en los medios de comunicación, en las tribunas de opinión…, que estamos hablando de libertad de conciencia, y dentro de esta de objeción de conciencia y podemos caer en cierto egoísmo si nos hacemos un reducto de “comodidad”, cuando si me hago objetor de conciencia ante lo que está ocurriendo, estoy en mi área privada. No sería más lógico hacer que la objeción de conciencia la impulsáramos para todos, para hacer ver a toda la sociedad que estamos ahí?

Me alegra mucho esta pregunta porque cada vez que sale la cuestión de la conciencia y esta propuesta de la objeción de conciencia (que evidentemente es un derecho humano básico, es una linea roja que cualquiera tiene derecho a poner encima de la mesa), creo que la característica propia de la iglesia que quiere situarse en la sociedad es la promoción de conciencia. Es decir, cómo hacer caer en la cuenta, desde la razón, de las cuestiones que tienen que ver con la vida y con lo humano. Por supuesto, nosotros afirmamos la dignidad sagrada de la vida, pero invitamos a la razón a ponerse de pie, y a decir desde los avances de la ciencia desde los avances de toda la comprensión de la vida humana en sus diversas circunstancias, que es posible promover una conciencia que haga decir, por ejemplo en el caso del aborto, que en el seno de una mujer embarazada existe una vida nueva y distinta de la de la madre. Cuando se aprueban las primeras leyes que permiten el aborto en los años 70, sabíamos muy poco del ADN, de embriología. Pero hoy existen ecografías no sólo en dos dimensiones, sino en tres, en cuatro, en cinco dimensiones. Es muy fácil que un científico, que un médico, y hasta un estudiante de los primeros cursos de Medicina, afirme con toda fuerza que en el seno de una mujer embarazada existe una vida humana desde la propia concepción del propio ser humano. Desde ahí deberíamos situarnos, igual que hay que promover la conciencia -en el caso insisto del aborto también- de cuando una mujer se ve ante el drama (y a veces también quien es padre de la criatura, que a veces se olvida) de que en el seno de una mujer embarazada está el hijo de dos personas. Pero es verdad que a veces estas dos personas pueden encontrarse en un situación dramática por diversas circunstancias, por circunstancias económicas, por circunstancias de vivienda, o laborales, que nunca justifican el aborto, pero que sí pueden condicionar el ambiente de la decisión. Por eso quien promueve la objeción de conciencia, quien promueve la conciencia de la vida humana y de una vida humana nueva y distinta en el seno de la madre tiene que preocuparse también de hacer caer en la cuenta de las circunstancias de esa propia situación para que el apoyo a la vida, sea un apoyo a la vida en ser seno materno, en el que no existe ese tal derecho al aborto, en el que uno se oponga incluso a estas legislaciones, pero el apoyo a la vida pide también un apoyo a la mujer embarazada, un apoyo a los padres de la criatura, un caer en las circunstancias de todo tipo: también las sociales, también las económicas, que pueden condicionar una decisión. Nuestro apoyo a la vida ha de ser integral.

Luis Argüello conferencia organizada por los diálogos de teología del Almudin, orientada a evangelizar hoy. Cómo se puede evangelizar en este tipo, estamos en Pentecostés nos acompaña el Espíritu Santo, pero cómo se puede evangelizar hoy en día?

Evangelizar es siempre la misión de la Iglesia y su identidad más profunda pero yo resumiría la tesis que defiendo en esta propuesta: que evangelizar hoy es dar testimonio de la presencia de Dios en la vida de los hombres. Y esto se traduciría en la vida como dos dimensiones: acoger la realidad, y esto sería como una invitación a un nuevo diálogo entre la razón y la realidad para caer en la cuenta de que es posible conocer la verdad, que no sólo existen opiniones, que desde la fidelidad a lo real, desde el ejercicio de la razón es posible una acogida de lo real, que pueda ponerse en diálogo con -y esto nos lleva a la segunda dimensión- con la gracia, con el amor concreto de Dios, del que queremos dar testimonio. Pero para esto es imprescindible que haya un pueblo, un pequeño pueblo entre los pueblos, que dé testimonio de la verdad y del bien.
Porque cuando yo me he referido a la realidad o me he referido a la gracia, en realidad me refiero a la verdad y al bien, que son de alguna manera dice la Teología -ya que estamos en el contexto de los Diálogos de Teología- la Verdad tiene un esplendor, y el bien y la gracia tienen un resplandor que en la Teología a eso lo llamamos Gloria. Y entonces yo creo que la evangelización consiste si se me permite “casi un titular” (sonríe), un titular clásico, en Cantar la Gloria de Dios, cantar la gloria de Dios desde el testimonio de la verdad, que se puede descifrar en lo real, y el testimonio de la Gracia, que es una forma de amor desmedido, que no es nuestro, por eso precisamos acoger del resucitado, y acoger del Espíritu, a quien estamos invocando estos días para que venga en ayuda de nuestra debilidad…porque es verdad que en este cambio de época no sabemos muy bien por dónde y cómo anunciar el evangelio.