PILAr MELGAR | 8-11-2019
“¿Cómo podría yo haber inventado una historia así? Todo sucedió sin que yo me diera cuenta: ¡me zambullí en la Misericordia de Dios y me arremangué para amar, amar, amar…y servir! Yo soy la primera sorprendida y continúo sorprendiéndome de lo que pasó y sigue pasando en la Comunidad Cenáculo, que es una obra de Dios, del Espíritu Santo, de María”. Estas palabras de la fundadora de las ‘Comunidades El Cenáculo’, la Madre Elvira, encierran la esencia de la puesta en escena del recital ‘El Hijo Pródigo’ que se llevó a cabo el pasado día 1 de noviembre en el colegio diocesano Santiago Apóstol. Una representación que se repitió en días sucesivos en los colegios de Pureza de María y San Antonio Abad de Valencia.
Comunidad de personas resucitadas
Los jóvenes se presentaron “como una familia de ‘pecadores públicos’, de personas amadas y salvadas por el Señor, que se” inclinó hacia nosotros cuando estábamos en el barro de nuestro pecado”. Como expresaron en la presentación: “Somos una comunidad de hombres y mujeres resucitados, que han experimentado que la Misericordia del Señor es más grande que cualquier error del hombre y que toda herida del mal.”
Tanto la dimensión artística de canciones, baile, teatro, la viven como una ‘vocación’; vocación de testimoniar la alegría de la fe: “anunciar que Jesús ha vencido a la muerte, ¡nuestra muerte! Y que la última palabra de Dios no es la muerte sino la Resurrección.”
El escenario, situado al aire libre, en uno de los patios del colegio repleto de sillas ocupadas por completo por público de todas las edades, pudieron ser testigos de la representación de la Parábola del Hijo Pródigo como una metáfora de sus propias vidas.
En la introducción reconocieron que “somos los primeros en sorprendernos de aquello que el Señor está obrando ante nuestros ojos y le damos gracias porque nos hace espectadores cotidianos de su resurrección, resultado de la cual, cada día vemos la vida sonreír en los rostros de quiénes habíamos perdido toda esperanza”.
El ambiente que se consiguió nada más comenzar el musical fue al mismo tiempo oracional, alegre y festivo. Ciertamente se cumplen los objetivos propuestos que no son otros que “dar testimonio de cómo nuestra vida pasó de la tinieblas a la luz”.
La vida es un tesoro, un regalo de Dios
Toda la representación no es otra cosa que la narración de su propia realidad, expresada con sencillez y al alcance de todos. Y lo narran con cantos, bailes en los que participa el público. Estos ‘jóvenes resucitados’ gracias a la fuerza de la comunidad, testimoniaron así su propia resurrección con la esperanza de hacerles entender a todos, ya que entre el público había niños muy pequeños, adolescentes, jóvenes y padres de familia que la vida es un tesoro que no hay que desperdiciar, ni malgastar, ni tirar, sino un regalo de Dios para recibir amor y donar”. Durante el transcurso de la obra aclararon que todo nació de la creatividad de los jóvenes y de su sacrificio, de un esfuerzo serio y fiel que los lleva a estar horas y horas de ensayo, leyendo la Palabra de Dios, en la realización de la coreografía, el montaje, el desmontaje del escenario, luces…a veces renuncian al sueño, al placer de jugar un partido de fútbol, al ‘tiempo libre’. Y es que las cosas bellas siempre nacen del sacrificio que las hace auténticas.
No son artistas profesionales los que suben al escenario, son ‘resucitados’. Jóvenes ‘muertos’ que el amor de Dios hizo resucitar. Jóvenes ‘perdidos por la calle’, que podían bailar o hablar de ellos mismos sólo si estaban drogados o ebrios; en cambio ahora lo hacen con el corazón limpio y los ojos luminosos, venciendo el miedo, superando la timidez.
Tanto la representación, como el testimonio personal que hicieron al finalizar la obra no son espectáculos, sino hechos reales, concretos, milagros de hoy que “nos sucedieron a nosotros”. Según sus propias palabras: “Es la historia de Jesús, que vino para salvarnos, que se prolonga hasta nuestros días alcanzándonos también a no-so­tros”.