Paco y Mara, durante un retiro hace tres años con la parroquia de San Martín.

Lo contamos recientemente en PARAULA: Paco y Mara habían contraído matrimonio por la Iglesia este curso en Valencia, tras 40 años casados por lo civil y un proceso de reencuentro con la fe católica. Ahora Mara ha fallecido por un cáncer y su esposo da testimonio de que esa esperanza en Dios no defrauda, tampoco en la viudez.

EDUARDO MARTÍNEZ | 18.02.2021
“Lamuerte no es lo último, ese es un viaje que todos tenemos que hacer con alegría porque vamos a ver a nuestro Creador”. Con esas palabras hacía profesión de fe Paco Roig en PARAULA hace tres meses. En aquel reportaje, él y su esposa, Mara Vidagany, exponían su sorprendente testimonio: se acababan de casar por la Iglesia tras cuarenta años de matrimonio
civil y de un prolongado distanciamiento de la fe cristiana. En el momento de la publicación (22-XI-2020, nº 1586), ella padecía un cáncer avanzado y con mal pronóstico médico, de ahí las elocuentes palabras de su esposo. El pasado 16 de enero, Mara fallecía a los 66 años de edad, tras combatir la enfermedad desde hacía dos, cuando le fue diagnosticada.

Y aquella fe de Paco, que con su manifestación parecía querer infundir esperanza en su esposa, permanece hoy firme y operante en su vida, revistiéndole ahora a él de consuelo frente al dolor: “Me encuentro en paz, eso dicen quienes me ven… aunque Mara se ha ido demasiado pronto”.

En medio del duelo por la muerte de su mujer, Paco ha querido compartir con los lectores de PARAULA su agradecimiento a Dios, a los médicos que han atendido aMara durante su enfermedad y a la comunidad cristiana que les ha acompañado
en ese vía crucis. En la conversación Paco expresa esa gratitud, efectivamente, con serenidad, por más que las huellas del dolor sean también evidentes en sus palabras: “El Señor ha sido bueno con nosotros, y hemos encontrado además mucha ayuda en los médicos y en los sacerdotes y hermanos de fe; ha sido un proceso muy duro y ahora me encuentro desubicado, pero ellos han hecho todo estomuchomás llevadero”.

Paco repara en que Mara no falleció sino después de que ella misma se acercara a pedir los sacramentos cristianos, tras un proceso largo de rechazo a la Iglesia, iniciado desde muy joven. Así, por ejemplo, el día de su boda canónica, el pasado 5 de septiembre, comulgó por primera vez, apoyada en la fe de su marido, quien había experimentado un profundo proceso de conversión trasmuchos años también de indiferencia religiosa. Él le pidió a ella casarse por la Iglesia y ella aceptó. Desde aquel día, Mara no había vuelto a comulgar en ninguna de las misas en las que participó. En la última eucaristía a la que pudo acudir, sin embargo, ella misma solicitó la comunión.

Fue hace poco más de un mes, en el mismo templo donde se casaron, la basílica del Sagrado Corazón de Jesús de Valencia.
Allí el rector le preparó ese día una estufa y un asiento especial para ella, pues se encontraba muy delicada ya; y allí, una vez más, recibió al Señor sacramentado. El mismo sacerdote, Luis Miguel Castillo, le administró también la Unción de Enfermos en su casa, donde falleció. “Se fue en paz -afirma su esposo-, se había reconciliado con Dios, como ella misma me dijo una vez”.

Paco ha encontrado un apoyo decisivo también en la capellanía hospitalaria, así como en la iglesia de San Martín, con su párroco a la cabeza, Mariano Trenco, que ofició el funeral, y la comunidad neocatecumenal de esa parroquia a la que el matrimonio se vinculó hace unos pocos años, tras la conversión del esposo. “Mara -explica- era muy querida en ella, le llamaban ‘mamá Mara’, porque tenía mucha más edad que la mayoría y porque se preocupaba porque no le faltara nada a nadie”.

Hasta del mismísimo papa Francisco recibieron ambos ánimos, pues el Santo Padre les hizo llegar una felicitación la pasada
Navidad en la que les escribió de su puño y letra: “Rezo por ustedes”. El Papa había conocido el testimonio del matrimonio
y la situación de enfermedad a través de LuisMiguel Castillo, quien le envío un ejemplar de la edición de PARAULA donde contaban su experiencia de fe y de acercamiento a la Iglesia.

Los médicos han sido, asimismo, un importante sostén para el matrimonio, no solo por la atención estrictamente sanitaria,
sino por su humanidad: “Hemos encontrado profesionales enormes que nos han tratado no como números, sino como
a personas”. Y enumera una lista de nombres propios: los doctores Javier Lavernia, del IVO;César Serrano, del Hospital
Vall d’Hebron, en Barcelona, adonde acudieron para un tratamiento experimental cuando se vio que los convencionales no
conseguían detener el cáncer; o Elena Oliete, de asistencia domiciliaria, junto a sus respectivos equipos.

La fase terminal de la enfermedad ha servido, además, para saldar esas pequeñas cuentas pendientes de todos los matrimonios. “Me he dado cuenta más que en ningún otro momento de lo equivocado que estuve en mi vida al pensar que
todo se resolvía con dinero, porque hemos trabajado como mulos en la empresa familiar; le he pedido perdón muchas
veces en esta última etapa, y ella me ha perdonado; le tenía que haber dicho más veces ‘te quiero’”, expresa Paco con
inevitable melancolía. En sus últimas palabras a su esposo, Mara, consciente de que se moría y abrazada a él, le decía:
“Solo siento que os voy a dejar solos [a él y a sus dos hijos]”. “Es que yo soy además –reconoce él– un poco desastre para las
cosas de casa”.

Fe ligada a la basílica del Sagrado Corazón y a la parroquia S.Martín
Paco comienza ahora la nueva etapa de la viudez, apoyado en sus hijos, en la Iglesia y en esa fe en Dios que no le abandona desde que la recuperó hace unos años. Alberga, además, la sospecha de que el Señor se ha empeñado con él, que le busca, le sale al encuentro, le persigue incluso valiéndose de una devoción concreta: el Sagrado Corazón de Jesús. Así lo refiere él mismo: “Hace ya muchos años, estando yo en un mercadillo de China, me sorprendió ver allí un cuadro del Corazón de Cristo. ¿Pero qué hacía algo así en un lugar como aquel? No lo compré porque entonces estaba aún alejado de la Iglesia pero me llamó poderosamente la atención. Y tiempo después, cuando empecé mi proceso de conversión, aquel jesuita de noventa años que me confesó en el monasterio de Leyre me regaló una jaculatoria escrita precisamente sobre el Sagrado Corazón; y
ahora mira dónde he ido a parar por invitación de un amigo, a la basílica del Sagrado Corazón de Jesús. Así que sí, me
persigue”.

En dicha basílica –ubicada junto a la Lonja de Valencia–, Paco y su hijo colaboran y se sienten arropados: “Somos muy bien acogidos, es muy importante para nosotros”. En estos días de duelo, el padre anda ilusionado por poder participar en la organización de la clausura, el próximo 25 demarzo, del año jubilar que está celebrando el propio templo por la reciente concesión del rango de basílica menor por parte del Papa.

La vida sigue adelante, en la tierra y en el cielo.Eso le dice a Paco su fe. Unos días antes de morir, Mara supo que su hija estaba embarazada. Y su esposo no puede sino pensar: “Será abuela desde el cielo”.