Davinia. (FOTO: M.VEA)
BELÉN NAVA | 27-09-2018
Es muy habitual escuchar a los jóvenes la expresión “Taizé engancha”. Nadie sabe argumentar una sola causa por la que año tras año repiten experiencia en la localidad de la Borgoña francesa. Porque no es una, son muchas las razones: paz, sosiego, silencio, abrirse a otras realidades, conocer otros cristianos, compartir, descansar, desconectar… Pero lo que sí es cierto es que Taizé cambia la vida de todo aquel que llega a conocer a esta comunidad de esencia monástica.
Davinia Lacht es una joven valenciana que llegó a Taizé casi por casualidad. Durante años había escuchado sus cantos, incluso los había llegado a interiorizar en su vida diaria pero nunca se había planteado “ir a la fuente” hasta que una chica coreana le animó a vivir una experiencia en Taizé.
Lo que iban a ser unos días, unas semanas, se transformaron en “un año, un mes y seis días” . “No tomé la decisión de quedarme allí por tanto tiempo, sino que la decisión me tomó a mí: fui a pasar una semana de retiro, y la belleza, la inspiración y el amor fueron tan profundos y sinceros que no pude evitar extender, extender y extender un poco más mi estancia, dejando atrás trabajo y la vida tal y como la había concebido hasta entonces”.
La paz que transmite Davinia al hablar sobre su experiencia con los hermanos de la comunidad ecuménica y las hermanas de San Andrés es contagiosa. Aquel que la escucha siente una tranquilidad inmensa que te transporta hasta el pequeño pueblo francés. Allí, junto a los voluntarios y a los jóvenes que iban y venían en continuas peregrinaciones, Davinia sintió que ella y su vida tal y como la había conocido hasta ese momento cambiaba. “Estar allí me daba el espacio interior necesario para dejar atrás todas las preocupaciones y centrarme en ser”. Las emociones, antaño olvidadas comenzaron a surgir. La dicha se abría paso puesto que comenzaba a vislumbrar “ese camino de amor que todos estamos destinados a seguir”.
Traductora e intérprete de profesión, acostumbrada a vivir lejos de casa y con las prisas y el estrés que todo trabajo acarrea, Davinia comenzó a realizar su propio viaje interior “lo que más me impactó fue verme desprendida de todas aquellas necesidades que existían en mi vida fuera del monasterio”, sin embargo no le importó. Se sentía plena con la sencillez de todo lo estaba a su alrededor. “Dejé de buscar y encontré el equilibrio entre las dos realidades”. Encontró su tesoro interior, la belleza de la oración, del Señor. “Me preguntaba por qué tenía tanta prisa, porque iba corriendo de un lado para otro cuando la oración era justamente lo opuesto: sentarse en la quietud de un instante atemporal”.
Las relaciones con los demás también cambiaron “abrieron y endulzaron mi relación con personas de todo tipo”. “La idea de vivir en una comunidad monástica evoca silencio exterior, quietud, aislamiento; pero la realidad es que jamás había vivido, trabajado ni recibido a tantísima gente. Todo ello trajo aprendizajes que nunca habría podido satisfacer desde la solitud”, explica.
Davinia decidió redactar los aprendizajes de la temporada en Taizé. Así nació ‘Lecciones del monasterio. Renaciendo ante la vida’, un libro que no es más que “el resultado de todos esos meses en el monasterio. En él comparto treinta y tres aprendizajes que nos invitan a vivir el camino espiritual en nuestro día a día, en relación con los demás y allá donde estemos, sin apegos a prácticas preestablecidas y desprendiéndonos de ideas del pasado”.
“La vida es sencilla y es nuestro derecho de nacimiento ser felices, amándonos los unos a los otros y habitando el momento presente sin condiciones”, concluye.

PRESENTACIÓN DEL LIBRO
Jueves 18 de octubre
19:30 horas
Librería Paulinas (Pz. de la Reina, 2. Valencia)