Antonio Sun (32 años), Carlos Molina (37 años), Pablo Andreu (29 años) y Jonatan Carbila (33 años) vivirán este sábado 24 de junio un día inolvidable, puesto que recibirán la ordenación sacerdotal de manos del arzobispo de Valencia, mons. Enrique Benavent en una celebración en la Catedral de Valencia a las 11 h. En este día estarán acompañados por sus familiares, amigos, así como feligreses de sus parroquias de origen y de las parroquias que han servido como seminaristas y diáconos. Un día también muy importante para la diócesis de Valencia, puesto que contará con cuatro nuevos sacerdotes. Sacerdotes, que como ellos mismo explican, están llamados a dar la vida en su ministerio, a servir a todos y a hacer presente a Jesucristo en medio de esta sociedad.

Carlos, Pablo, Antonio y Jonatan, en la Catedral. A.SAIZ

❐ CARLOS ALBIACH| 22.06.2023

“La vida de San Juan Pablo II me cautivó y me llamó a ser sacerdote”

Pablo Andreu.

La vocación de Pablo Andreu, de la parroquia Sagrada Familia de Torrent, surgió la víspera de un día histórico para la Iglesia, la beatificación de Juan Pablo II. Él no quiso ir a la peregrinación a Roma con su familia, sino que decidió quedarse en casa, ya que como él mismo indica, “no se me había perdido nada en Roma y aunque yo estaba en la Iglesia y había nacido en una familia cristiana no sabía quién era Juan Pablo II”. Así que esa noche se puso a investigar por Internet quién era aquel papa y con la información y los vídeos que encontró quedó “totalmente cautivado por su vida”. “Ese día el Señor me puso en el corazón a Juan Pablo II y me impactó una frase de él en un encuentro interreligioso que decía que las religiones monoteístas tenían que dar a conocer a Dios, ya que muchos no lo conocían. En ese momento se suscitó en mí la idea de ser sacerdote”, cuenta.

Con todo aquello, como relata, “fui consciente de todo lo que había hecho Dios en mi familia en algunos momentos como los cinco años que estuvimos como familia en misión en Costa Rica”.

Pablo, que vive su fe en una comunidad neocatecumenal, les contó a sus padres cuando volvieron de la peregrinacion este deseo. “Mi madre se puso a llorar porque le había pedido a Juan Pablo II que me ayudase a discernir mi vocación y que le diera un hijo sacerdote”. Situaciones familiares posteriores, como enfermedades de sus padres, como señala, le llamaban “a darse más al Señor”. Así, tiempo después, Pablo fue a un seminario Redemptoris Mater en África, donde estuvo un año y al volver, tras un tiempo de discernimiento e invitado por su párroco entró en el seminario diocesano de Valencia. “Dije que iba para un año y cuando me di cuenta ya llevaba tres”, cuenta.

En este tiempo de seminario Pablo reconocer que el Señor “le ha ido modelando” y ha descubierto “las riquezas de la Iglesia a través de distintas realidades”. En estos años ha estado en las parroquias de Quart de Poblet y en San Francisco de Asís de Oliva.

Su historia, como él mismo indica, se podría definir, con el salmo que dice “Desde el cielo alargó la mano, me libró de las aguas caudalosas, me libró de enemigos más poderosos y más fuertes que yo, me libró porque me amaba”.
Para Pablo el testimonio de su párroco ha sido importante y ve que como sacerdote esta llamado a “ser una persona muy abierta, que sepa escuchar a las personas y estar disponible para ellas”.

“Tenemos que llevar a Dios a la realidad de las personas, que esté cerca”

Jonatan Carbila.

Cuando Jonatan Carbila, de 33 años y de la parroquia San Francisco de Asís de Oliva, estaba acabando el Erasmus de Ciencias de la Actividad Física y el Deporte en la ciudad francesa de Montpellier fue invitado por la parroquia que frecuentaba allí a participar en un curso que se iniciaba al año siguiente en una escuela diocesana de misión. Decidió quedarse porque, como él mismo indicaba, “quería conocer más a Dios, que era el motor de mi vida”.

“En la escuela a través de la vida comunitaria, la oración, la celebración de la misa, la formación en teología y filosofía básica, así como las diferentes experiencias de misión, descubrí que el Señor me llamaba a conocerlo más. Y ese deseo que tenía en el corazón vi que podía encontrarlo en el Seminario”, relata. Tras tomar la decisión fue al Seminario de Mallorca, lugar en el que había tenido una fuerte conversión cuando con 19 años comenzó a estudiar allí Magisterio. “Tras la muerte de mi abuelo y con el Evangelio de cada día descubrí la figura de Jesucristo más allá de la Semana Santa, que era lo que más conocía yo. Vi como Jesús se encontraba con la gente, con los pobres y mostraba al mundo a un Dios padre y cercano, además de entregar la vida por nosotros”, recuerda. Tras dos años y medio en Mallorca y con la vocación consolidada pasó al Seminario de Valencia.

Jonatan, deportista y que practica triatlón, recuerda una frase del convento donde se alojaba durante el curso en Francia que resume bien su experiencia y lo que Dios le pide como cristino y ahora como sacerdote: “Siempre alegres, rezad sin cesar”.
Como sacerdote ve que “tiene que ser un hombre de Dios y siempre en constante oración”. “Tenemos que llevar a Dios a las realidades de los hombres y que esté cercano a ellos. Además, de invitar a los laicos a salir a la misión, al encuentro de los que necesitan esperanza”, explica.

“Quiero ser como el Buen Pastor, que da la vida por las ovejas”

Toni Sun.

La historia de Antonio Sun, de la parroquia San Josemaría Escrivá de Valencia, arranca cuando a raíz de la conversión de su hermana “se siente atraído por la Iglesia” y participa junto a ella en la eucaristía dominical. Él no pertenecía a una familia cristiana y con 23 años fue bautizado. “Mi llamada a la vocación sacerdotal vino casi a la par con mi conversión como cristiano. Tenía un deseo interior de servir y el Señor me llamó a hacerlo como sacerdote”, cuenta.

Durante el tiempo de Seminario, como destaca, “he sentido como el Señor ha hecho en mí lo que quería que fuera como sacerdote y me ha preparado para servir a la Iglesia”. En estos años ha estado en las parroquias de Bartolomé y Santísima Trinidad de Burjassot y como diácono en Santa María de Sagunto.

Como sacerdote ve que está llamado a ser “el Buen Pastor que da la vida por sus ovejas”. “Veo que en esta sociedad hay mucha necesidad de conocer a Jesucristo y como sacerdote estoy llamado a hacerlo presente. Lo que más hace falta en la sociedad es descubrir el amor, conocer el amor verdadero y no hay amor más perfecto que el que nos ha manifestado Cristo. Además, tenemos que salir a buscar a todos, también a las ovejas perdidas, y darles lo que necesitan”, cuenta.

“Tenía un deseo de acompañar a las personas, de cuidar de ellas”

Carlos Molina.

Carlos Molina, natural de Castellón y que vive en Valencia desde hace muchos años, nació en una familia cristiana y siempre ha estado implicado en la vida de la parroquia. Un momento importante de su vida fue cuando hace diez años formó parte del equipo, que junto al delegado diocesano de Juventud, puso en marcha en la diócesis de Valencia la iniciativa de evangelización ‘Nightfever’. Viendo todo lo que vivía en la parroquia -pertenece a la de San Agustín de Valencia- y en Nightfever descubrió “que su corazón estaba puesto en las cosas de Dios”. “Me daba cuenta que todas mis energías las ponía ahí, que era el motivo por el que me levantaba cada mañana y lo que ocupaba mis pensamientos. Me movía llevar la conversión a las personas y sobre todo acompañarlas, nació un sentimiento de cuidar de los demás, de ejercer una paternidad sana”, relata.

Todo ello hizo que, junto a su director espiritual, vieran que quizás el Señor le llamaba al sacerdocio, por lo que tras discernirlo entró en el Seminario. En estos años de Seminario y con la experiencia pastoral en la parroquia de Aldaia, cuenta, “he visto que el Señor ha ido ratificando esa llamada en mí”. También han sido importante el ejemplo de los sacerdotes y ver su realidad, “con muchos combates”.

Como sacerdote se ve llamado a dar la vida o cómo indica una frase de Jesús en el Evangelio a hacer presente “que nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos”. De la misión del sacerdote destaca, “que aunque cada uno tiene que descubrir su carisma, hace falta sacerdotes que tiendan puentes con todos sus hijos, con todas las personas, incluso las alejadas”. Además, cree que es importante que los sacerdotes “sepamos qué palabra decir y cómo decirla en cada momento y sobre todo dar todo el tiempo a la misión”.