Ana Soriano y su esposo Gumersindo Claramunt, junto a sus 10 nietos.

E.A. | 22.07.2021

Constancia, voluntad, amor, tiempo de escucha, superación…son algunas de las características que definen a los mayores con los que PARAULA ha tenido el gusto de compartir un tiempo en el que hemos podido conocer sus historias para comprobar que su legado siempre estará vivo gracias a sus grandes lecciones de vida. A los abuelos se les quiere porque sin ellos nada sería igual.


A Ana Soriano lo que más le gusta en el mundo es sentar a la misma mesa a toda su familia. Y es algo que en tiempos de pandemia no ha podido hacer demasiado, pues son casi 25. Ana tiene 77 años -a punto de los 78-, un marido, cinco hijos y uno más, Babá, de origen saharaui, que acogió cuando era un niño. Además tiene 10 nietos de todas las edades, desde los 3 del pequeño hasta los 25 de las mayores. También se les suele unir su hermano Mariano, que es sacerdote.


“Durante la pandemia hemos estado muy tristes y muy solos, sin podernos juntar. Venían a vernos y a traernos la compra, pero se quedaban en la puerta sin entrar en casa y los hemos echado mucho de menos, sobre todo a los nietos, que te alegran mucho la vida”, asegura Ana, que se tuvo que acostumbrar a las video llamadas, aunque eso le sabía a poco.


Una de las peores cosas para ella del confinamiento y la pandemia fue no poder estar con su hermano. “Mi hermano Mariano está delicado de salud, además estaba en la parroquia Santo Ángel Custodio de Valencia, con don Miguel Díaz, que precisamente murió de Covid, y temí mucho por su salud. Yo le cocinaba y mi hija mayor le llevaba los tapers, pero se me hizo muy duro”, asegura.


Ana y su esposo Gumersindo Claramunt – hermano del futbolista Pepe Claramunt- están muy integrados en la parroquia Santos Juanes de Puçol, donde han colaborado activamente durante muchos años en las catequesis y en la Cáritas parroquial. Ana pertenece actualmente al grupo de Pastoral de la Salud, visitando a los enfermos y personas mayores, y desde hace más de 10 años es ministro extraordinario de la comunión.


Uno de sus mayores empeños ha sido mantener siempre unida a su familia, y uno de sus logros sembrar en ella la fe. Y es que la mayor parte de la familia está muy implicada en la vida parroquial de Puzçol. Uno de los hijos es el delegado comarcal de Manos Unidas, y otro es catequista de confirmación y también ministro extraordinario de la comunión. “La Nochebuena la celebramos siempre todos juntos. Tenemos por costumbre preparar la cena juntos, ir a la Misa del Gallo juntos y después cenar juntos, pero eso este año tampoco no pudimos hacerlo”.


Pero hace unas semanas se reunió la familia al completo y pudieron, por fin, verse todos juntos. “Fue una alegría muy grande, inmensa, pues hacia más de un año y medio que no estábamos todos alrededor de una mesa”, dice Ana que ve como ahora vuelven otra vez las restricciones. Ttambién siempre hemos celebrado mi santo, Santa Ana, en familia, y este año tampoco se podrá”, lamenta.

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