Eva Alcayde | 24-03-2017
Trabaja en un hospital, lleva bata blanca y ‘busca’, tiene guardias y visita a los pacientes ingresados para ayudarles con su enfermedad. Parece un médico, pero no lo es. Carmen Ripoll es lo que se conoce en la diócesis como ‘Persona idónea’, un puesto con nombramiento episcopal, para garantizar la atención religiosa y espiritual en los hospitales públicos
Carmen Ripoll el nombre de su cargo no le gusta nada, pero tiene que reconocerlo, es lo que es. Carmen es lo que se conoce en la diócesis como una ‘Persona idónea’. Trabaja para el Arzobispado de Valencia y desempeña su función en el Arnau de Vilanova, garantizando la atención religiosa en el hospital.
Su figura es clave, puesto que no hay sacerdotes suficientes para dedicarse a esta labor a tiempo completo. “Antes había un capellán con dedicación plena, incluso tenía una habitación en el hospital para él, ahora don Javier es el capellán, pero también tiene otras responsabilidades en la parroquia San Josemaría, así que las ‘Personas idóneas’ cubrimos la atención religiosa del hospital el resto del tiempo”, explica Carmen, que para ello realizó un curso de especialización de Pastoral de la Salud y tiene un nombramiento especial del Arzobispo.
Junto a Javier Grahit, el capellán, y Carmen, completan el equipo de atención espiritual en el Arnau, Carlos Sancho, que también es ‘Persona idónea’ y Antonio Renart, que colabora como voluntario.
Necesidad de formación
Carmen Ripoll tiene 49 años y lleva ya 6 en el Arnau de Vilanova. Este tiempo se le ha pasado “volando”, porque su trabajo, que es “un regalazo de trabajo”, le encanta y “es muy vocacional”.
Carmen va con su bata blanca, que es obligatoria, lleva ‘busca’ para estar localizada y junto a sus compañeros hace turnos y guardias como los médicos. También es ‘Ministro extraordinario de la comunión ad casum’, es decir, puede dar la comunión, aunque solo en el ámbito del hospital.
La capilla del Arnau de Vilanova se encuentra en el hall principal, en una de las zonas más transitadas y animadas del hospital, ya que está junto al mostrador de admisiones y la cafetería. Allí tiene Carmen su lugar de trabajo, y nos recibe en un pequeño despacho.
“Que en un hospital público haya presencia religiosa es un tiempo de regalo, diría que casi un milagro hoy en día”, afirma Carmen que teme que se acabe, aunque reconoce que “nos tratan muy bien”. Tener tan próxima la parroquia San Josemaría solo tiene ventajas ya que, como apunta, “la relación entre el hospital y la parroquia es muy buena. En Navidad en todas las plantas podemos poner un árbol, y todos los días se celebra la Eucaristía. Hay mucho respeto”.
Carmen considera que la formación para el personal que está en la capellanía es fundamental, ya que “la voluntad es buena y necesaria, pero sola no vale, hace falta buena formación y más en pastoral de la salud, ya que los enfermos muchas veces nos piden razón de la fe, y a veces de manera no explícita”.

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