Eduardo Martínez | 17-10-2013

Durante el rito de la beatificación, fue descubierta una gigantografía con la imagen de los 522 nuevos beatos. El tapiz fue situado sobre un gran panel con la imagen de seis santos: a la izquierda, el obispo de Tarragona Fructuoso y sus diáconos Augurio y Eulogio, martirizados en el anfiteatro de Tarraco (de fondo en el panel) durante la persecución del imperio romano; a la derecha, Pedro Poveda, Inocencio y Jaume Hilari, asesinados durante la persecución religiosa de los años 30 del siglo XX en España.

“Estos hermanos y hermanas nuestros no eran combatientes, no tenían armas, no se encontraban en el frente, no apoyaban a ningún partido, no eran provocadores. Eran hombres y mujeres pacíficos”.
Así definió el cardenal Angelo Amato a los 522 mártires (35 de ellos muertos en la Comunitat Valenciana y 29 nacidos en ella) de la persecución religiosa de los años 30 en España beatificados el pasado domingo, en una misa presidida en Tarragona por el propio purpurado. Y así fue, precisamente, el clima que reinó durante la ceremonia: sereno y apolítico. Una auténtica fiesta de la fe, en la que el elemento sobresaliente fue la alegría por el reconocimiento de la Iglesia a unos hombres y mujeres que sufrieron martirio por sus creencias religiosas y que, además, perdonaron a sus verdugos.
Hubo durante las celebraciones de todo el fin de semana un gran empeño por parte de la Conferencia Episcopal Española (CEE) y del Arzobispado de Tarragona por visibilizar el sentido genuino de las beatificaciones de los mártires de cualquier tiempo o lugar: ponerles como ejemplo de vida cristiana. “La Iglesia, casa del perdón, no busca culpables -dijo al respecto el purpurado italiano en su homilía-. Quiere glorificar a estos testigos heroicos del evangelio de la caridad, porque merecen admiración e imitación”. Y en otro momento aseguró: “La celebración de hoy quiere una vez más gritar fuertemente al mundo que la humanidad necesita paz, fraternidad”. Tal es así que los organizadores pidieron prudentemente a los peregrinos que no portaran banderas ni pancartas de ningún tipo para no dar a pie a interpretaciones erróneas sobre el verdadero motivo de la ceremonia. Durante toda la semana, sin embargo, no faltó quienes acusaron a la Iglesia española de revanchista por celebrar la beatificación.
Lo cierto es que los 25.000 peregrinos que se dieron cita en el Complejo Educativo de Tarragona para participar en la ceremonia corroboraron con su actitud el auténtico sentido de la beatificación. Los fieles no enarbolaron enseñas, salvo en un par de casos puntuales que no fueron representativos, ni corearon ningún tipo de eslogan político. Cánticos cristianos, pañoletas y gorras con las efigies de los mártires, estampitas y medallas variopintas… Esa es toda la artillería que exhibieron.
Lea el reportaje íntegro en la edición impresa de PARAULA con los testimonios de peregrinos valencianos