REDACCIÓN | 23-03-2017
Las primeras flores comienzan a colocarse en el armazón. (Foto: Alberto Sáiz)
Los vestidores de la Virgen de los Desamparados han cumplido estas pasadas fallas 30 años de labor voluntaria de confección, con los ramos de flores de la ofrenda, del manto de la Mare de Déu, cuya imagen, de 15 metros de altura y construida con travesaños de madera, fue instalada por primera vez en la Plaza de la Virgen en 1987.
En la actualidad el grupo de vestidores está integrado por 39 personas, seis de ellas mujeres, cuyas edades abarcan desde los 22 a los 58 años, “en el que se juntan hasta tres generaciones familiares, que realizan esta labor con total devoción a la Mare de Déu, y para los que el peor disgusto es no poder participar en la Ofrenda”, explicó el coordinador de los vestidores, José García Bosch.
Todos son vestidores “pero hay también bordadores, que están habitualmente subidos a la estructura realizando el contorno del dibujo, y dos o tres de ellos, los más veteranos, son los que dirigen al grupo en la elaboración del manto floral”, señaló.
El resto del año “se dedican a sus oficios, en el hospital, en el taxi, o están ya prejubilados, como algunos, incluso uno vive en Alemania, pero cuando llega la ofrenda están disponibles todos, los dos días, y al cien por cien”, según García Bosch, que subrayó que los vestidores “son muy reservados y se entregan totalmente y terminan muy cansados y con heridas o cortes accidentales”.
Por el momento “el grupo no se va a ampliar porque no es necesario y cuando lo sea, ya hay familiares con ganas de entrar, porque es una labor emocional y devocional que se vive en estas familias”.
El dibujo del manto
El dibujo del manto “siempre ha sido un secreto, salvo algunos años, y sólo lo conocen los vestidores quince días antes de la ofrenda”, según el coordinador.
Antes de empezar la primera jornada de la ofrenda repiten cada año una tradición que es “rezar una oración privada en la Basílica y reunirse después en la plaza de la Virgen para repartir las funciones, besar, uno a uno, la medalla de plata de la Mare de Déu, y gritar, cada año uno de ellos, la frase ‘vestidors, tots a una veu’, que el resto responde con un ´vixca la Mare de Déu’”, comentó.
Inicialmente, los vestidores de la Virgen “eran un grupo de amigos, muchos de ellos de Cruz Roja, que se dedicaban al socorrismo y eran expertos en alpinismo porque para estar en lo alto de la imagen tienen que ser personas experimentadas para ir colocando ramos”.
Antes de 1987 “ya había algunos, alrededor de diez”, que se encargaban de poner los ramos de la Ofrenda en la estructura que se coloca en la fachada de la Basílica y en otras con forma de conos, pero “la labor como tal de vestidores, más organizada, empezó cuando se decidió instalar la gran imagen de madera de la Virgen de 15 metros de altura en la plaza, y en los años posteriores se fue mejorando y profesionalizando”.
La iniciativa de instalar la gran imagen de la Mare de Déu, obra del artista fallero José Azpeitia, “fue del vestidor Pedro Llorca y del artista fallero José Carrero, quienes se la presentaron a Junta Central Fallera y fue aprobada”.
Con el paso de los años “fuimos mejorando, entre todos, el proceso, y desde que en los 90 se incorporó el dibujo, empezamos a marcarles a las comisiones, por sectores, las flores y colores que debían traer para elaborarlo”.