Estimados diocesanos:
Con dolor y con esperanza cristiana os quiero comunicar el fallecimiento del Papa Emérito Benedicto XVI al que aquí en la Diócesis de Valencia recordamos también por la visita a Valencia que nos hizo en en el Encuentro Mundial de las Familias.
Su pontificado está enmarcado en dos declaraciones suyas: la que hizo el día de su elección en la sede de Pedro, presentándose ante el mundo como “un humilde trabajador de la viña del Señor”.
Así ejerció y vivió sus años de ministerio Petrino, transmitió con fidelidad, con delicadeza y respeto, el mensaje el Evangelio. Nos anunció y nos enseñó las razones de la Fe. Quiso anunciar a Jesucristo a todo el mundo, y quiso proponer a todos las razones por las que los cristianos estamos llamados a dar razón de nuestra esperanza en medio de nuestro mundo.
Para él también fueron años de cierto sufrimiento, que él vivó como una entrega de su persona y de su vida a la Iglesia. Y esto es lo que hace grande a un Pontífice: vivir la propia misión como entrega de la propia persona al servicio de la Iglesia.
El día en que se hizo efectiva su renuncia a la Sede Pontificia, en el balcón del Palacio apostólico de Castelgandolfo, se presentó diciendo: “sólo soy un peregrino que inicia la última etapa de su peregrinaje en la tierra”. Ha sido una etapa más larga de lo que en aquel momento muchos podíamos imaginar. Una etapa de silencio, de estudio, de oración, de entrega también a la Iglesia, vivida de otra manera.
Él era consciente de que el Señor le pedía ya en este momento esta manera de vivir en un Monasterio, y ofreciendo su vida y su persona por la Iglesia. Estoy convencido de que el Señor habrá hecho fructificar y hará fructificar su humildad, su entrega, el testimonio de una vida sencilla y humilde al servicio de la Iglesia.
Benedicto XVI ha sido un Papa grande por sus cualidades intelectuales por su magisterio, por sus enseñanzas, por su amor a la Iglesia. Y un Papa al mismo tiempo sencillo y humilde, y esta es también la clave para entender su grandeza.
Le pedimos al Señor que lo haya acogido con misericordia en su seno.