Eva Alcayde | 27-03-2014
Isabel Alastrúe tiene 30 años y se considera una persona feliz. Y eso que ha tenido una vida difícil. Sufre espina bífida, una malformación congénita durante la gestación, que hace que vaya en silla de ruedas y tenga una parálisis de cintura para bajo.
Isabel ha pasado ya por 30 operaciones, la última, hace casi un año. Sabe lo que es el dolor y el sacrificio y sin embrago asegura, con la cabeza bien alta y una voz orgullosa que pone los pelos de punta: “Mi vida es igual de digna que la de cualquier persona”.
“La discapacidad no me ha impedido hacer nada de nada. He estudiado, he trabajado, tengo amigos…”, explica Isabel que no se considera ninguna heroína y está dispuesta a seguir luchando para seguir adelante.
Isabel se pone seria cuando dice que “nadie tiene derecho a decir que nuestra vida no es digna, porque eso no es cierto”. Eso sí, reclama que se haga “lo posible y lo imposible para que seamos ciudadanos de primera”.
La joven, que pertenece a la parroquia de Santo Tomás de Valencia, considera que la nueva ley del aborto “es un gran paso”, sobre todo al “no contemplar la posibilidad de abortar en caso de malformación del feto”. Junto a esto, Isabel cree también que es necesario “atender a las personas que sufren discapacidades y ofrecerles ayudas, que por culpa de los recortes se han visto afectadas”, asegura.
Isabel dice que su madre nunca pensó en abortar, ya que se dieron cuenta de su malformación en el momento del parto. Hoy en día existen más controles prenatales y hasta una “operación intrauterina para casos como el mio”, explica Isabel que es la tercera de cinco hermanos. “Mi hermana mayor, Marta, también sufre espina bífida, aunque de otra clase. Ella puede andar, está casada y tiene una niña de tres años”, cuenta.
Isabel ofrecerá su testimonio en la ‘fiesta de la vida’, este sábado en la plaza de la Virgen, para decir alto y fuerte que, a pesar de nacer con una malformación, “se puede hacer una vida normal”, solo que “con más dificultades”.