Los Servicios Sociales de San Juan de Dios disponen de una vivienda sociosanitaria para acoger a aquellas personas que siguen un tratamiento en el Hospital La Fe, de Valencia y son de fuera de la ciudad o no disponen de recursos suficientes para costearse un alojamiento. Hoy conocemos a dos de sus inquilinos, Manuel y Adoración, un matrimonio jubilado de Ibi, que vive su allí su particular calvario.
EVA ALCAYDE | 8-11-2019
Adoración y Manuel abren a PARAULA las puertas de lo que temporalmente es su nuevo hogar. (FOTO: A. SÁIZ)La vida les ha jugado una mala pasada a Manuel Romero y Adoración Bornay. De esas que lo cambian todo para siempre.
Son un matrimonio jubilado de Ibi, en Alicante. Tienen dos hijos: Manolo, periodista, soltero de 45 años y Laura, con dos hijas de 20 y 25 años.
La fecha que tienen marcada en el calendario, la que no olvidarán nunca, es el 19 de agosto de 2019. Se encontraban, entonces, pasando las vacaciones de verano en su casa de campo. Su hijo Manolo volvió a Ibi. “Estábamos preocupados porque no lo localizábamos. A las diez de la mañana nos envió un mensaje de texto diciendo que se encontraba mal y ya era por la noche, temíamos que le hubiera pasado algo”, recuerda Manuel, a quien le tiembla la voz al recordar ese día.
Su intuición no le falló. Fue una de sus nietas, hija de Laura, la que encontró en el suelo de su casa a Manolo. Había sufrido un derrame cerebral y estaba inconsciente. Y en ese momento empezó todo. “Mis nietas se portaron como unas jabatas. Llamaron al 112 y se llevaron a su tío Manolo al Hospital Virgen de los Lirios de Alcoi”.
Tras la primera evaluación, y dada su gravedad, enviaron a Manolo en ambulancia al Hospital La Fe, de Valencia. Le operaron de urgencias, permaneció unos días en la Unidad de Cuidados Intensivos y después le pasaron a planta. Su pronóstico es muy grave y actualmente se encuentra en coma profundo. “Nos han dicho que va para largo, si es que alguna vez llega a recuperarse”, asegura con gran pesar Manuel.
Durmiendo en las salas de espera
En la madrugada del 19 al 20 de agosto Manuel y Adoración llegaron también al Hospital La Fe de Valencia, rotos de dolor. Todavía siguen allí. Durante los días que su hijo estuvo en la UCI, ellos le visitaban en las horas permitidas para ello, de doce y media a una y media del mediodía, y de seis a ocho de la tarde. El resto del tiempo lo pasaban por las salas de espera del hospital y durmiendo dónde y cómo podían.
La ya de por si complicada situación para este matrimonio, se agravó también por la edad: Manuel tiene 75 años y Adoración, 78. “No podíamos irnos a casa si queríamos estar junto a nuestro hijo, así es que nos quedamos en el hospital. Nos han tratado muy bien, nos daban sábanas y almohadones, pero lo hemos pasado muy mal”.
Después de una semana vagando por el hospital, durmiendo en las salas de espera, y viendo que la situación se alargaba, Manuel decidió buscar un alojamiento. “Encontramos un hotel, en el que nos hacían un 25% descuento por la situación médica, pero nos costaba 500 euros por dos semanas. No podíamos pagar eso con nuestra pensión”, reconoce Manuel, que se puso a mirar entonces alquileres.
“Nos pasó lo mismo. En Valencia no encuentras una vivienda de alquiler por menos de 60 euros al día. Y haciendo cuentas, nos salía más de 1500 euros al mes, algo que desde luego no podíamos asumir con nuestra pensión”, lamenta nuevamente Manuel, que se vio sobrepasado por la situación: “Nunca estás preparado cuando te ocurre una desgracia, que se presenta de sopetón y te cambia la vida por completo”.
El boca a boca del hospital, llevó a Manuel y Adoración hasta la trabajadora social de La Fe, que haciéndose cargo de su situación personal y familiar, les puso en contacto con los servicios sociales de san Juan de Dios en Valencia.
Vivienda socio sanitaria
La orden hospitalaria de San Juan de Dios, que se dedica a la atención de personas sin hogar a través de su albergue y de una red de viviendas tuteladas, dispone también de un piso para atender este tipo de casos: enfermos y sus acompañantes que están siguiendo un tratamiento largo -principalmente de trasplantes de pulmón, pero también de otras patologías- y que son de fuera de Valencia, es decir, no disponen de una vivienda a menos de 50 km. del hospital.
La vivienda dispone de cuatro habitaciones y sus inquilinos van rotando, según sus tratamientos médicos. Disponen de cocina y baños compartido y sus ocupantes pagan una pequeña cantidad con la que contribuyen a los gastos de suministros y limpieza.
Manuel y Adoración soportan ahora su pena y su dolor de una forma un poco más llevadera, en esta vivienda, que está situada a escasos 500 metros de La Fe. No conocen de nada a sus compañeros de piso, pero se sienten unidos a ellos por la situación que todos atraviesan.
“Aunque prácticamente estamos todo el día en el hospital, cada noche se queda uno con nuestro hijo, y el otro puede descansar. Este piso es una idea fabulosa que a nosotros nos ha ayudado mucho. Estamos muy agradecidos a San Juan de Dios por ofrecer esta vivienda, porque nos permite estar muy cerca del hospital y facilita el cuidado de nuestro hijo”, explica Manuel que solo tarda 15 minutos caminando hasta llegar a La Fe.
“La trabajadora social se encargó de preparar toda la documentación necesaria y eso para nosotros, que somos mayores, ha sido una ayuda inestimable, incalculable. Llegamos aquí aturdidos, perdidos, sin conocer a nadie, y no tienes ni donde dormir. Es como un sueño en el que no asimilas lo que te está pasando”, intenta a explicar Manuel.
El matrimonio no ha vuelto a su casa, a Ibi, desde aquel fatídico 19 de agosto. Su hija Laura, y su familia, les visitan los sábados y les lleva todo aquello que necesitan, aunque lo que más anhelan es un poco de esperanza. “Tenemos que hacer lo que haga falta”, dice Manuel cuando le preguntamos si se encomienda a algún santo. “Rezamos y pedimos pero lo que necesitamos y esperamos es un milagro” .
La lesión cerebral de Manolo es severa y saben que el camino que les espera es largo y doloroso, y aunque no pierden la esperanza se sienten desalentados: “No es natural que él se vaya antes que yo”, exclama Manuel.
Adoración, tampoco ha encajado nada bien el golpe, y está sumida en un gran tristeza. “Esto no se puede resistir. Yo estoy todo el día triste y con ganas de llorar”, confiesa la angustiada madre, que también espera el milagro en los que cree abiertamente.
De momento, tienen que esperar durante unas cinco semanas más a ver si Manolo experimenta alguna mejoría. De lo contrario, les enviarán a un hospital de crónicos. Y entonces dejarán su habitación en la vivienda sanitaria de San Juan de Dios. Otros inquilinos necesitados la ocuparán.