Belén Nava | 29-11-2012
El coro de mujeres ‘Levántate África’ (‘Arise Africa Women’s Choir’), que se acaba de constituir en Valencia, no es un coro cualquiera. Cada una de las mujeres nigerianas que lo componen -angloparlantes, de ahí el nombre en inglés- es un testimonio de fe y de superación. Explotación en trata de personas, malos tratos, violencia… Cada una de ellas tiene tras de sí un pasado plagado de duras vivencias. Vivencias, que ahora, y gracias a la ayuda del instituto de vida consagrada Villa Teresita, han canalizado a través de su voz y de la espiritualidad que transmiten sus canciones. PARAULA ha estado un día con ellas y les invita a conocer a esta gran familia africana.
Hoy es un día como otro en Villa Teresita. La puerta de entrada de la sede ubicada en pleno barrio de Velluters de Valencia es un no parar de personas que entran y salen. Unas esperan, otras asisten a clase de castellano y algunas simplemente acuden allí porque se sienten como en casa aunque ese día no tengan ninguna clase.
Lo primero que llama la atención, pese a ser un local pequeño, es la actividad que allí se genera y, ante todo, el sonido de las risas infantiles. Niños y niñas que no llegan a los tres años de edad utilizan los pasillos y las estancias para convertirlas en su particular parque de juegos. Son los hijos de las mujeres que acuden a Villa Teresita. Mujeres que representan un ejemplo de superación y unas ganas por vivir pese al infierno padecido.
En medio de aquel ‘caos’ está la hermana Inma. Joven y totalmente entregada a ayudar a cada una de estas mujeres. Su ejemplo ha conseguido que ellas, de procedencia africana, vean que “los hombres y mujeres blancos no son malos ni racistas”. Un prejuicio que ha hecho que muchas de ellas no hayan aceptado las ayudas que se les ofrecían porque “no se sentían cómodas entre los blancos”.
Cada una de estas mujeres guarda celosamente una historia, unas vivencias extremadamente duras que quieren dejar atrás. Desde Villa Teresita -formado por una comunidad de mujeres consagradas-se les ha ayudado a recomponer poco a poco los pedazos de una vida truncada en algunos casos por situaciones de maltrato (físico y psicológico) o explotación en redes de trata de personas.
“Lo que queremos es que ellas se dignifiquen como personas. Que encuentren a través de la fe una luz a la es­peranza”, afirma la hermana Inma. “En comunidad, compartimos con ellas vida, techo, mesa, luchas y esperanzas… Desde la cercanía y cariño cotidiano, ponemos a su disposición todas los medios (psicológicos, jurídicos, formativos, laborales, culturales) necesarios para su recuperación y crecimiento. Vamos acompañando sus vidas y celebrando con alegría los signos de vida que brotan en medio de la cruz, la injusticia y el sufrimiento”.
Aquí nadie las juzga. “Intentamos vivir la Buena Noticia en lo cotidiano: a través de la acogida, el cariño, la escucha, el compartir sencillo, el celebrar cuanto de bueno acontece en la vida y el trabajar por aliviar los sufrimientos. Así somos testigos de la vida que brota en lo pequeño”.

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