Vicent Comes Iglesia
Doctor en Historia

Dos nuevas tesis doctorales de la Universitat de València-Estudi General sobre la figura del obispo D. Marcelino Olaechea Loizaga, muy querido y recordado en Valencia por sus veinte años como Arzobispo al frente de la diócesis (1946-1966). Hasta ahora no disponíamos de una mirada tan amplia y precisa de su trayectoria histórica como corresponde a la categoría de la singularidad de Mons. Olaechea como Obispo y su figura en el episcopado español.

La Iglesia española durante la Guerra Civil y los primeros años de la postguerra: Marcelino Olaechea, obispo de Pamplona (1935-1946), es la tesis del nuevo doctor Alberto Marín Pastrana, abarca el período navarro de su episcopado, marcado por las especiales circunstancias de la preguerra, la guerra y la postguerra. Esta era sin duda la etapa de don Marcelino menos conocida por los historiadores. El fondo archivístico-diocesano de Pamplona y, sobre todo, el riquísimo depósito documental de don Marcelino custodiado en el Archivo de la Catedral de Valencia –con varios miles de documentos privados, han sido la base primaria de la investigación.

Según Marín Pastrana, tres pilares sustentan la labor pastoral de don Marcelino en Pamplona: el fomento de una religiosidad popular que tras los años republicanos retomó la calle con manifestaciones religiosas, javieradas anuales, y acontecimientos marianos (como la Coronación de la Virgen Santa María la Real); el trabajo benéfico-social, tanto con exhortaciones pastorales (la famosa “Carta a los huerfanitos de Navarra”) como mediante el apoyo a instituciones religiosas (por ejemplo, la conocida como “Villa Teresita”); y la modernización de los estudios eclesiásticos del Seminario navarro.

Si es imposible analizar y explicar el régimen del general Franco sin tener en cuenta a la Iglesia española, no puede ésta entenderse bien si se desconoce la personalidad singular de don Marcelino en el conjunto del episcopado español.
Los historiadores habían valorado la vehemente exhortación “¡No más sangre, no más sangre!”, de noviembre de 1936, un pronunciamiento excepcional y único entre los obispos españoles. Pero ahora, además, Marín Pastrana ha desvelado los centenares de cartas de condenados a muerte del penal del Fuerte de San Cristóbal, o de sus esposas, dirigidas en la posguerra a don Marcelino para que mediase ante las autoridades. Con un profundo sentido pastoral y humanitario, el obispo acogía y gestionaba todas las peticiones -no siempre con éxito-.

Con el título Marcelino Olaechea Loizaga (1889-1972). Un obispo socialmente comprometido en la España de Franco, esta tesis doctoral de Pedro Ruz Delgado, aunque pretende ser una biografía completa, el foco queda puesto principalmente en su etapa valenciana como arzobispo, en un trabajo exhaustivo y minucioso.

Para Ruz Delgado, la biografía pastoral-política de Olaechea no se entiende sin dos señas fundamentales: ser hijo de una familia obrera de la industria baracaldesa-vizcaína y haber elegido ser hijo de la familia salesiana de don Bosco. En esas dos marcas están las claves de su quehacer pastoral: sensibilidad social (doctrinal y práctica) y preocupación educadora.

Asimismo, en esos dos ambientes originarios se formaron los rasgos de su personalidad: cercanía, liderazgo, posibilismo, humanidad. Y algo más hasta el fin de sus días: la austeridad como estilo de vida personal.

En el obispo Olaechea destaca sobre todo su faceta social, algo que muchos católicos valencianos guardan todavía en el recuerdo. Ruz toma como base tanto el magisterio pastoral, ocho cartas pastorales y siete conferencias examinadas para desentrañar su pensamiento social. Dejamos constancia de su pastoral Salario justo, de junio de 1953, en la que el arzobispo denunciaba la situación de penuria en que se hallaban miles de familias obreras con salarios de miseria.

Por otra parte, el amplio abanico de iniciativas e instituciones de proyección social revelan, sin duda, la capacidad de liderazgo del arzobispo, que supo rodearse en cada caso de sacerdotes y seglares que llevasen adelante la gestión cotidiana, con un enorme listado de obras entre las que mencionamos: el Banco de Caridad de Ntra. Sra. de los Desamparados (1947), el Patronato de Viviendas Ntra. Sra. de los Desamparados (1948), la Escuela de Magisterio de la Iglesia (1948), la Tómbola de la Caridad (1948), el Instituto Social del Arzobispado (1948), la Escuela de Deportes “Benimar” (1948), la Escuela de Enfermeras (1953), la Escolanía de Ntra. Sra. de los Desamparados (1957), la Escuela de Asistentes Sociales (1958), la Escuela de Periodismo de la Iglesia (1960), y el Patronato de Enseñanza Media “Santiago Apóstol” (1960).

Desde el posibilismo político que caracterizaba a Olaechea, eran las tensiones obligadas cuando se trataba de defender la independencia de la Iglesia, -con gestos como por ejemplo, su abstención personal en el referéndum de 1947 o su oposición, en nombre del episcopado, a la reforma de Enseñanzas Medias de Ruiz Jiménez, en 1953-. Por esa misma defensa de la Iglesia aceptaría más tarde ser Consejero del Reino. Añado que en todo lo anterior está envuelto d. Marcelino con una religiosidad profunda y una fidelidad sin fisuras a la Iglesia.