Este domingo celebramos el día de la Iglesia Diocesana y de la Colecta por la Diócesis. Se nos recuerda este año que somos una familia, cierto, la familia de Dios que vive en este territorio que es Valencia con su provincia, parte de la de Alicante, y sus pueblos. Este domingo, como familia que somos, celebraremos, al igual que en años anteriores, este Día de la Iglesia Diocesana, que tiene los siguientes fines: primero, reanimar la conciencia de lo que es y significa para cada cristiano católico su propia Diócesis y, como consecuencia, alentar la responsabilidad que cada uno de los fieles tenemos en el mantenimiento de la Diócesis, -familia de la que formamos parte-, con nuestra aportación económica.
El cristiano, como sin duda es sabido de todos, pertenece a la Iglesia única, extendida por toda la tierra, formando parte de una Iglesia Local, o Diócesis en cada una de ellas está la Iglesia de Jesucristo. La Diócesis no es como una provincia ni la Iglesia Universal como una nación. La Iglesia Universal no resulta de la suma de sus Iglesias locales o Diócesis como la nación de sus provincias. Cada una de las Iglesias Locales o Diócesis en torno a su respectivo Obispo que esté en comunión con las demás y, en especial, con la de Roma, señal garante de la comunión de todas, es la «Iglesia de Dios», «Familia de Dios», en tanto está en éste o en el otro territorio. Para un cristiano no hay otro medio de ser plenamente católico sino el de vivir en la Iglesia Local, la Diócesis, y de ella. Tal participación en la Iglesia Local, presidida por su propio Obispo, no separa de la Iglesia Universal a los cristianos; los introduce, por el contrario, en ella.
Par ser plenamente cristianos es necesario sentirse Iglesia en la Iglesia diocesana, en comunión gozosa con ella; amarla de verdad, vivir como miembro activo de la misma, preocuparse por ella, colaborar en sus acciones apostólicas, tomar parte en sus trabajos pastorales, ayudarla en sus necesidades espirituales y materiales. Cada uno habrá de poner al servicio de la Iglesia diocesana su peculiar vocación y sus posibilidades y habrá de contribuir con su aportación económica a su sostenimiento, para que pueda llevar a cabo su misión en el territorio concreto en que se halla, en nuestro caso, Valencia.
Las necesidades de la Diócesis de Valencia son muchas. No es necesario enumerarlas todas; las conocéis. Sabéis de sobra que hay que atender a los sacerdotes, que es la parte más cuantiosa de nuestro presupuesto: sin sacerdotes no hay Iglesia, son necesarios para que la Iglesia sea; también hay que atender el amplio patrimonio histórico-artístico diocesano y muchos los templos que tenemos y requieren reparaciones urgentes y costosas; que hay que construir nuevos templos y locales parroquiales; que es preciso mantener el Seminario diocesano; que hay que acudir a tantas necesidades como tienen nuestros hermanos más pobres -Cáritas y otras obra asistenciales y de caridad de la Diócesis- y ayudar a otras Iglesia necesitadas: todos los años se destina en torno al 30% del presupuesto a este fin caritativo-social y cada año se viene aumentando; este año, además, concretamente deberemos atender a los Vicariatos Apostólicos de San José del Amazonas y el de Requena, en Perú, con los que nos sentimos especialmente unidos por el compromiso que acabamos de adquirir como sabéis; también hay que ayudar conventos de vida contemplativa que necesitan de ayuda, y los tenemos un tanto olvidados cuando tanto les debemos; y señalo, además, en especial dos de estos conventos de vida contemplativa, nuevos en la Diócesis y con mayoría de religiosas jóvenes que han de pagar mensualmente las cuotas de la Seguridad Social, que han enriquecido recientemente a nuestra Iglesia diocesana: me refiero a las monjas de Claraval, en Real de Gandía, y a las religiosas de «Iesu Communio», que tendrán su residencia en Godella. Además, señalo como necesidades, a las que tambien hay que dotar económicamente con recursos adecuados, como podéis comprobar en el folleto para este día, las tareas de pastoral y evangelización y a las nuevas exigencias que la misión de la Iglesia reclama en los tiempos actuales, por ejemplo la utilización de los medios de comunicación, la formación de los agentes de pastoral o la enseñanza…
La Diócesis de Valencia se nutre principalmente, en estos momentos, de varios capítulos, entre otros: de la dotación del Estado la cual, en su mayoría, casi en su totalidad, proviene de la aportación voluntaria que los ciudadanos destinan a la Iglesia Católica al hacer la Declaración anual de la Renta -su futuro no lo sabemos-; provienen también los recursos, aunque escasos, de la rentabilización de su propio patrimonio legado ella a lo largo de su historia; -. y, también, de las aportaciones de los fieles a través de la colecta en el Día de la Iglesia Diocesana, de sus donativos en parroquias o directamente en la Curia Diocesana (Este último capítulo es el menor de todos, no sé por qué). Por último, cuando es necesario, la Diócesis se ve obligada a acudir, para poder llevar a cabo algunas obras, a préstamos de entidades financieras, y esto cuesta porque hay que amortizar.
Queremos tener una trasparencia absoluta en el estado económico y en los presupuestos diocesanos. Por eso la Administración Diocesana publica todos los años dichos presupuestos, con los ingresos y gastos, y da razón de sus balances y cuentas ante todos y ante el Gobierno de España. No hay nada que ocultar. En esa trasparencia se muestra palpablemente que la Diócesis está haciendo un esfuerzo extraordinario y está llevando una economía austera, con la que trata de llegar a muchos campos. Pero resulta insuficiente.
Con ocasión del Día de la Iglesia Diocesana quiero, y debo, hacer un llamamiento a todos cuantos formamos esta Diócesis de Valencia, como una familia a la que pertenecemos, a que contribuyamos generosamente con nuestras aportaciones económicas al sostenimiento de esta Iglesia Local, a que la colecta de este Día sea amplia, como amplias son otras colectas que se realizan para otros fines, misioneros o caritativos. La Iglesia es nuestra y nosotros hemos de mantenerla. Reconozco y admiro la generosidad de los valencianos, así se manifiesta en las colectas para los fines aludidos. Tal vez esa misma generosidad necesitamos llevarla y manifestarla también cuando se trata de la Iglesia diocesana. Se trata de vivir algo tan cristiano como la comunicación cristiana de bienes o como el deber de los mandamientos de la Iglesia de ayudarla en sus necesidades, o como decíamos en el viejo catecismo «dar los diezmos y primicias a la Iglesia de Dios», nuestra familia.
Por otro lado, es preciso que caminemos hacia una cada vez mayor autofinanciación de la Iglesia. Todo hace pensar que podemos estar acercarnos hacia tiempos no fáciles, y somos los cristianos quienes hemos de sostener fundamentalmente a la Iglesia. No nos coja desprevenidos. Por eso invito a todos a que tomemos conciencia del deber que tenemos, a que a los sacerdotes no nos acompleje hablar, pedir y enseñar sobre estos temas, y a que dejemos todos de lado una mentalidad en la que parece que el mantenimiento de la Iglesia no vaya con uno o en la que a veces no están incluso ausentes ciertos sentimientos anticlericales, tan propios del «genio» español. El momento es importante. No se trata de enriquecer a la Diócesis o que nade en abundancia, -todo lo contario, nada en escasez aunque no parezca-, sino simple y sencillamente de que pueda llevar a cabo su misión evangelizadora, que siempre habrá de ser en pobreza y austeridad.
Demos gracias a Dios por nuestra Diócesis, oremos por ella, amémosla, participemos corresponsablemente en su misión evangelizadora, colaboremos con ella. Es necesario insistir siempre y sin cesar en hacer de la caridad el signo distintivo de la Iglesia, y por eso mostrar también esta caridad hacia la Iglesia diocesana, con espíritu de caridad avivemos este sentido diocesano y de familia, entrañado en nuestra fe eclesial.