BELÉN NAVA | 28-09-2017
El profesor y autor del libro Juan Martínez Otero. (FOTO. V.GUTIÉRREZ)La era digital, junto con sus dispositivos móviles, es toda una realidad. Han llegado para quedarse y han invadido todas las esferas de nuestro día a día a y afecta a toda la familia, desde los padres hasta los hijos. Ante esto, ¿qué hacer? ¿cómo afrontar este ‘tsunami’ imparable? ¿cómo podemos distinguir entre lo bueno y lo malo? El profesor Martínez Otero nos propone las claves para ‘surfear’ con nuestros hijos y ayudarles a crecer junto a la nueva cultura que marca la era digital en su libro ‘Tsunami digital, hijos surferos’ (Freshbook, 2017)
– La primera pregunta casi es obligada, ¿cómo surge la idea de escribir este libro?
– El tema del espíritu crítico y el uso inteligente de la tecnología siempre me ha interesado. Fundamentalmente, porque creo que Internet está volviendo loca a mucha gente. Fruto de ese interés, y de la mano de la Universidad CEU – Cardenal Herrera, llevo años dando charlas en colegios sobre esa cuestión. Sinceramente, creo que la educación digital es uno de los principales desafíos que todos tenemos, pero especialmente los educadores. Tras más de cien charlas a padres, profesores y estudiantes, pensé… ¿por qué no escribir algo sobre la cuestión? 
– Después de afrontar el proyecto y ponerse ‘manos a la obra’, ¿no sintió algo de pánico al pensar que para muchos lo que usted dice en el libro va a ser su ‘a, e, i, o, u’ en la educación digital de sus hijos?
– La verdad es que no. He reflexionado mucho sobre la cuestión, y tenía el mensaje bastante claro. Con el libro no pretendo alertar a la gente sobre peligros nuevos y desconocidos, sino dar herramientas positivas para intentar surfear este tsunami con buen humor y visión optimista. Más que avisar de los peligros, que ya casi todo el mundo conoce, he intentado subrayar qué actitudes positivas pueden ofrecerse como alternativa al mal uso de Internet. Valgan dos ejemplos: en lugar de condenar una y otra vez el acoso escolar, a lo mejor es preferible hablar en casa de valentía, animando a nuestros hijos e hijas a ponerse del lado del más débil y defenderle, dando la cara por los demás. O en vez de decir una y otra vez: “deja el móvil, no te distraigas tanto”, hablar de concentración e intensidad, explicando cómo esos hábitos nos ayudan a hacer las cosas al 100%, haciéndolas mejor y disfrutándolas más. Los mensajes en positivo siempre son más ilusionantes y tienen más fuerza educativa.
– Existe una corriente latente entre un sector de padres en el que se rechaza por completo el uso de tecnologías con los menores. ¿Esta actitud no es quizá un poco “ojos que no ven corazón que no siente”? ¿de verdad podemos mantener a nuestros hijos aislados?
– Entiendo esa preocupación, porque la fuerza de Internet y la tecnología es poderosísima, mucho más que la que pudieron tener la televisión o los videojuegos en los 80 y los 90. ¿Puede realmente un niño o un adolescente resistir a los reclamos de la tecnología? No seamos ingenuos: detrás de un móvil o de una aplicación hay centenares de profesionales del diseño, del neuromárketing, de la publicidad… que lo que buscan es la atención de nuestros hijos (y la nuestra). Además, esas personas conocen perfectamente nuestras preferencias, nuestros gustos, nuestras pautas de navegación… La batalla es ciertamente desigual.
– No parece un panorama muy alentador, ¿verdad?
– Desde luego que no. En cualquier caso, para educar bien es preciso conocer a qué nos enfrentamos: un optimismo ingenuo que ignora los riesgos no ayuda a nadie. A veces pienso que dejarle una conexión a un menor es como dejarle en medio de una tienda de chucherías gratis y decirle: «no te empaches, come gominolas con moderación». Por todo eso, entiendo la posición de esos padres un poco apocalípticos. En cualquier caso, como este es el entorno en el que nos ha tocado educar, me parece que en lugar de lamentarse, hay que asumir una actitud deportiva. Como dijo un famoso surfero: «no puedes parar las olas, pero puedes aprender a hacer surf».
– ¿Y por dónde empezar?
– Subrayaría dos ideas. La primera: Hablar mucho con ellos para que tengan espíritu crítico. Y, en segundo lugar, ofrecerles alternativas de ocio y tiempo libre capaces de motivarles y suscitar su interés: tocar un instrumento musical, ir al monte, pescar, escribir, leer, jugar a juegos de mesa, practicar un deporte… Y si podemos compartir con ellos estas aficiones, todavía mejor. Medio de broma medio en serio, me gusta decir a padres y madres que tienen que intentar convertir a sus hijos en frikis de algo. Un friki es alguien con una pasión, que le hará muy feliz y le permitirá conocer a otras personas con aficiones similares y compartir momentos mágicos con mucha gente.
– Su obra está diseñada para que visualmente el padre pueda obtener una especie de hoja de ruta ante los problemas que se plantean en el día de la vorágine digital, ¿cómo tiene que ser la actitud de los padres ante las nuevas tecnologías y el uso que nuestros hijos hacen de ellas?
– Ante todo, hay que evitar hacerse el avestruz (negar el problema) o convertirse en un llorón, que sólo se lamenta pero no hace nada. Estamos ante un desafío brutal, nos enfrentamos a un verdadero tsunami, que hay que afrontar con deportividad, alegría, confianza, reflexión… y ganas de divertirse. Con esas actitudes, el tsunami puede ser una gran ocasión para superarse y ganar virtudes. Las dificultades y las crisis son ocasiones de crecimiento inmejorables.
– ¿Es posible ‘surfear’ juntos padres-hijos en este mundo?
– Por supuesto. Muchos ya lo están haciendo. Vamos a tragar agua, no hay duda. Vamos a sufrir un poquillo y a equivocarnos muchas veces. Pero no me cabe duda de que con cariño, fortaleza y confianza no hay ola que se nos resista… Sacúdete la arena de la playa y coge la tabla. Las olas ya están aqui. Surf’s up!