CARLOS ALBIACH | 14-12-2017
“Somos una familia normal”. Con estas palabras Carlos y Chelo dan la bienvenida a su casa, que abren para PARAULA. Una familia acogedora, que como apunta Chelo señalando el calendario de Adviento ya se prepara para la Navidad. En sus paredes y estantes multitud de fotografías familiares, como una de grandes dimensiones de las bodas de plata en la que salen con sus dos hijos. También imágenes religiosas como la de la Virgen María, “guía de nuestra familia”, reconocen.
– ¿Cómo llega un matrimonio a los 30 años de casados?
– Carlos (C): No vamos a decir que estamos siempre volando entre nubes, porque problemas y dificultades han habido y nuestros hijos son testigos de nuestros enfados. Pero es fundamental el diálogo constante y la decisión de amar todos los días.
-Chelo (Ch): Diálogo y confianza y por supuesto fe y oración. También ha sido importante pedirse perdón. También a los niños y que ellos vean que lo hacemos entre nosotros. En la familia es fundamental vivir la fe y el amor desde la coherencia y por supuesto una familia sin eucaristía no crece porque no se alimenta. Además, el matrimonio es la base de una familia y que para que haya una familia unida y que funcione los papás se tienen que amar.
– ¿Qué ha supuesto la fe en el día a día de la familia?
– C: El deseo de los dos siempre había sido encontrar alguien con fe. Yo me encontré con Chelo en Guatemala en una visita que hizo ella con un dominico. Aunque hoy la sociedad está lejos de esto nosotros sabemos que estamos en la verdad y la verdad la fundamentamos en Cristo. Porque Cristo nos ha dejado ese mensaje de que tenemos que amarnos.
– Ch: Una cosa que ha marcado a nuestra familia es que siempre hemos sido una familia acogedora y muy abierta. Desde siempre nuestros hijos han visto en nuestra casa a mucha gente de la parroquia, así como religiosas, sacerdotes y muchos matrimonios con los que se ha compartido la Palabra de Dios, las alegrías y las tristezas.
– ¿Cómo habéis transmitido esa fe a vuestros hijos?
– C: Desde que ellos eran bebés nosotros los hemos llevado a misa todos los domingos y hemos rezado con ellos por las noches. También en las celebraciones importantes como santos y cumpleaños hemos dado gracias a Dios. Yo le doy gracias a Dios porque hoy es difícil que tus hijos compartan tus valores y tu fe y sin embargo ellos han sido dóciles.
– Ch: Cuando eran pequeños además de leerles historias de superhéroes les hemos leído historias de santos porque en ellas estaban presentes los valores de la fe, de la fortaleza y de seguir a Jesús. También, rezando ante el Santísimo, bendiciendo la mesa y rezando y compartiendo la Palabra en familia. Todo esto es importante pero la transmisión de la fe se hace con el día a día de una forma testimonial. La fe se hereda, pero luego se decide. Desde esa herencia cada uno toma decisiones y siempre con un diálogo. En casa nunca ha habido temas que no se pudieran tocar.
-¿Como familia cristiana cómo habéis vivido las situaciones de sufrimiento, enfermedad y muerte? 
– Ch: Hace tres años que murió mi padre. Los abuelos son muy importantes en una familia porque son los pilares en la fe y en la vida. Cuando mi padre murió lo pasé mal, porque los cristianos también sufrimos y tenemos momentos de soledad, vacío y silencio. Pero se pasa de otra manera. Yo viví su enfermedad y su muerte con mucha paz y luz y sobre todo apoyándome en mi familia. En la familia todos queremos el bien del otro. Una familia que es una iglesia doméstica quiere la vida y la felicidad, por tanto, la muerte como la alegría tienen que ser compartidas.
– C: Yo he vivido en la distancia la muerte de mis familiares. Es muy complicado pero vengo de una realidad distinta donde aprendí a ver el más allá desde una perspectiva de felicidad. Todo a raíz de formar parte en Guatemala de una iglesia perseguida en los años 80, donde veíamos que muchos cristianos y sacerdotes morían mártires. Recuerdo la alegría que daba a la diócesis cuando tenía un nuevo mártir en el cielo. En este sentido, el testimonio de monseñor Óscar Romero también ha sido fundamental.
– Esta persecución de la que hablas, por tanto, ha marcado a vuestra familia.
– C: Sí. Esa experiencia me ha llamado a ser cristiano y a creer en una Iglesia que se preocupa de los últimos.
– Ch: Nos ha marcado a los cuatro. Allí había que vivir la fe con mucha valentía porque enseguida eras muy mirado. Lo hemos vivido con mucha naturalidad y nunca nos hemos ocultado. Y eso que a gente cercana como un matrimonio amigo nuestro, que eran los responsables del Movimiento Familiar Cristiano, les pegaron un tiro en la puerta de su casa. Pero no nos quedemos en esa tristeza porque la familia tiene que vivir con alegría. Hay alegría cuando se ama y cuando se da amor.
– En vuestra tarea pastoral os habéis encontrado con matrimonio con dificultades. ¿Cómo lo habéis enfrentado?
– C: En primer lugar desde la convicción de que somos sacramento. Nos vienen creyentes y no creyentes y por ello hay que dejar claro que queremos ser signo de Dios, y luego ya les presentamos nuestra experiencia de matrimonio y de fe. ¿Qué les ofrecemos? Vida y diálogo.
– Ch: Como dice Carlos escuchándoles y acogiéndoles. Aquí no hay fórmulas mágicas. Eso sí les hablamos de que hay que alimentar el amor, ceder, perdonar…
– ¿Cómo afrontáis este servicio en la Iglesia diocesana?
– C: Siempre hemos estado dispuestos a estar donde la Iglesia nos lo ha pedido. Queremos que todos los movimientos familiares se unan para estar al servicio de las familias. También es una oportunidad para que los laicos nos involucremos en la evangelización.
– Ch: Ha sido toda una sorpresa, pero lo hacemos con mucha ilusión. Tenemos la seguridad de que el Espíritu Santo nos ayudará. Nosotros queremos dar todo lo que somos y tenemos, incluso nuestro tiempo, a la Iglesia con mucha humildad.

El sábado 16, encuentro de oración de las familias en San Lorenzo con motivo de la Jornada de la Familia
Reunión de los matrimonios que forman la delegación de Pastoral Familiar en la Casa del seglar. (FOTO: ALBERTO SÁIZ)Reavivar la pastoral familiar en la diócesis y en todas las parroquias. Este es el objetivo con el que trabaja la nueva delegación diocesana de Pastoral Familiar, que por primera vez tiene al frente a un matrimonio: Carlos Marroquín y Chelo Sanz. Ellos, junto a otros cuatro matrimonios procedentes de diferentes movimientos familiares y el obispo auxiliar de Valencia Mons. Arturo Ros, llevan varios meses poniendo las bases de la delegación.
Se trata, como explica Mons. Ros, “de hacer diócesis y en definitiva de hacer familia”. En este sentido, señala que la atención a la familia “es muy necesaria e incluso en algunos aspectos muy urgente”.
La nueva delegación, como apuntan sus miembros, quiere “integrar a todos los movimientos y realidades eclesiales que trabajan con la familia para que tengan un eco en la vida diocesana y en la de las parroquias”. En este sentido, añaden, que quieren que todos los movimientos “con su carisma y su forma de ayudar a la familia se unan para tener el mismo lenguaje”. Por tanto, la tarea de esta delegación es “un trabajo en red en el que es fundamental poner todos sus recursos al servicio de las familias que los puedan necesitar”.
Desde la delegación también quieren ponerse al servicio de las parroquias para que se haga presente “una pastoral de proximidad”. Además, han empezado un trabajo de diagnóstico a través de cuestionarios para ver cuál es la realidad de la familia y de la pastoral familiar.
Uno de los aspectos fundamentales de la pastoral es “atender al ser humano en todas las etapas de su vida, que sea acogido por la Iglesia, para que de verdad sea una gran familia”. Para ello se acogerá a todas las situaciones familiares, como divorciados y viudos, así como a los más pobres.
Encuentro de oración
La nueva delegación ha organizado para este sábado 16 de diciembre una celebración de la Palabra “para rezar en familia por la familia”, tal y como señalan desde la delegación. El encuentro se celebrará a las 12 h. en la iglesia de San Lorenzo de Valencia y estará presidido por Mons. Ros. Este acto se enmarca dentro de la Jornada por la Familia, que se celebra el 31 de diciembre, fiesta de la Sagrada Familia, y que las familias la vivirán en sus propias parroquias.