EDUARDO MARTÍNEZ | 07-01-2016
Una de las peregrinaciones de la Hospitalidad de Jesús de Nazaret, en la basílica de la Natividad, en Belén.
«¿Dónde están los ciegos, los cojos, los tullidos… del Evangelio?”. Ésa es la dolorosa pregunta que se hizo Ana Palacios hace una década en Tierra Santa, al no ver a ningún peregrino en esas condiciones en el lugar donde hace dos mil años ocuparon un lugar tan destacado en la vida de Jesús. Ellos fueron en muchos casos los primeros que, alcanzados por la misericordia del Hijo de Dios, le siguieron. Pero Ana llevaba ya años dirigiendo grupos de peregrinos en esa tierra a la que suele llamarse ‘el quinto Evangelio’ y se conmovió de no haber encontrado a ninguno de ellos entre los fieles. Casi doce años después de aquella inquietud, esta enfermera de profesión y cuidadora de almas heridas por vocación ha conseguido que decenas y decenas de personas con discapacidad hayan podido cumplir su sueño de seguir las huellas del Señor en el mismo lugar que él pisó.
“Tierra Santa es un lugar apenas adaptado para personas con problemas motores o sensoriales”, explica a PARAULA la presidenta de la Hospitalidad Jesús de Nazaret, la entidad que ella misma fundó para dar solución, de forma pionera, al deseo de tantos cristianos con alguna discapacidad que quieren visitar Tierra Santa y no pueden por la escasa accesibilidad del lugar. En 2008, el entonces arzobispo de Madrid, el cardenal Antonio María Rouco Varela, erigió canónicamente la entidad como una asociación privada de fieles auspiciada por el Arzobispado de la diócesis madrileña.
Hasta llegar a ese momento, Ana meditó y trató de discernir durante años si aquella vocación que ella sentía con tanta fuerza era “realmente algo querido por Dios o no”.
La primera peregrinación con personas enfermas y con discapacidad la emprendió en mayo de 2009, coincidiendo con la visita de Benedicto XVI a Tierra Santa. En aquella ocasión fueron veinte los peregrinos, entre ellos cuatro con algún tipo de discapacidad. Desde entonces, la hospitalidad ha realizado cuarenta peregrinaciones a los Santos Lugares, en las que han participado más de un millar de fieles de todos los puntos de España, muchos de ellos con movilidad reducida. “Hace falta dos o tres personas por cada uno de los peregrinos con discapacidad”, comenta. Y en algunos puntos de accesibilidad particularmente complicada, como el Gólgota o la gruta del nacimiento de Jesús, “hasta cuatro”. En la tierra del Mesías, “todavía hay infinidad de barreras arquitectónicas, no hay apenas rampas de acceso ni ascensores, los baños no están adaptados…”.
Todo ello obliga a que haya en las peregrinaciones de la hospitalidad una proporción muy elevada de personas que ayudan a quienes no pueden moverse adecuadamente, empujando sus sillas de ruedas, transportando sus camillas o en algunos tramos especialmente difíciles tomándolos sobre sus brazos. “Tratamos de que la delicadeza con ellos sea máxima”, apunta Ana, que repara incluso en que hay personas que “no pueden si quiera cambiarse de posición si les duele o rascarse si les pica”, lo que hace que el “simple viaje en el avión pueda convertirse en un mal trago si no hay alguien junto a ellos que les ayude”.
Fraternidad e integración
Entre unos y otros, no obstante, “intentamos que no haya un paternalismo, sino una relación de fraternidad; los que acompañamos a los discapacitados no nos consideramos voluntarios, sino que todos somos peregrinos, todos vamos a Tierra Santa con un objetivo común: encontrarnos con Jesús para hallar en él las respuestas que todos buscamos en la vida”, enfatiza.
Por su parte, los franciscanos custodios de los Santos Lugares “también contribuyen a la integración y acceso” de los peregrinos con discapacidad, a quienes dan un trato “preferente”, posibilitando por ejemplo que no tengan que hacer colas. Ello permite, además, que los itinerarios de la hospitalidad sean iguales que los de cualquier peregrinación, por lo que incluyen recorridos por todos los principales Santos Lugares.
Cuando los fieles llegan a Nazaret, son consagrados a la Virgen, que junto a la Eucaristía es uno de los puntos fuertes del carisma de la Hospitalidad Jesús de Nazaret. Se trata de “lugares teológicos, donde es posible encontrar a Dios, igual que ocurre con los enfermos, porque en ellos Dios se manifiesta”. Tanto es así, que la presidenta de la entidad asegura que todos los que participan en las peregrinaciones, con problemas de salud o no, “vuelven transformados en sus vidas, convertidos en su fe, al comprobar la acción de Dios en medio de la dificultad”.
La próxima peregrinación de la hospitalidad a Tierra Santa, encargada en este caso por la comisión diocesana de Pastoral de la Salud del Arzobispado de Madrid, partirá el 4 de febrero  y en ella participarán fieles de toda España, entre ellos una decena procedentes de la diócesis de Valencia.
La expedición ha sido organizada con motivo de la Jornada Mundial del Enfermo, instaurada en su día por Benedicto XVI y que este año (el día 11) tendrá como sede central de la celebración la ciudad de Nazaret. Durante esos días, los peregrinos, con o sin discapacidad, tendrán la posibilidad una vez más de superar las distintas barreras que a todos trae la vida, las arquitectónicas y las del alma, y de cruzar ‘una puerta abierta a la esperanza’. “Ése es el lema de nuestra hospitalidad -recuerda Ana – y así es también precisamente la Tierra de Jesús”.

La entidad La Hospitalidad Jesús de Nazaret es una asociación privada de fieles auspiciada por el Arzobispado de Madrid. Sus objetivos son facilitar la visita a los Santos Lugares de personas con discapacidad y colaborar, mediante sus peregrinaciones, para que siga habiendo cristianos en Tierra Santa. Su sede está en la parroquia S.Juan de Ribera, en Madrid, y tiene delegaciones en Valencia, Sevilla y Toledo. Peregrinación en febrero Para participar en la peregrinación que parte a Tierra Santa el 4 de febrero o en cualquier otra, tanto si se es una persona con discapacidad como si se quiere acudir para ayudar a quienes sí lo son: Tel. 639 363 237 / 91 357 67 70 / www.jhstierrasanta.com