La muerte es una situación muy dolorosa para una familia. Pocos padres se sienten capaces de enfrentarse a ella de forma natural cuando se trata de comunicar a sus hijos una pérdida. Con la idea de proteger al niño o con la excusa de que ellos ‘no se dan cuenta’ o ‘no lo entenderán’, tendemos a contarles ‘mentiras piadosas’, que lejos de ayudar, pueden ocasionar problemas en su duelo. Sobre la muerte, hay que decirles siempre la verdad, y a ello nos va a ayudar también la fe que da sentido a la muerte llenándola de esperanza.
E.A. | 27-10-2017
“A los niños les preocupa más de lo que exteriorizan el tema de la muerte”. Así lo manifiesta, al menos, Victoria González, psicóloga especializada en el abordaje clínico de problemas emocionales en adultos y niños y también voluntaria en al Asociación Viktor Frankl.
Basándose en las investigaciones y la experiencia clínica con niños, la psicóloga asegura que ellos captan y son más conscientes de la pérdida de la muerte, y de sus consecuencias, de lo que sus padres intuyen, aunque no siempre lo digan.
“Normalmente el niño es consciente de lo que ha sucedido y trata de encontrarle un sentido o construir un significado, elaborando su propio duelo. Los niños necesitan comprender”, dice. Por eso, en contra de lo que pueda parecer, es un error sobreprotegerles o querer evitarles la impresión que causa el fallecimiento de un ser querido.
“La familia debe adoptar una actitud ante la muerte como algo natural. La forma de informar al niño, qué miembro de la familia deberá hacerlo, cómo responder a preguntas complejas y afrontar las reacciones de vulnerabilidad adecuadamente, repercutirá favorablemente en el proceso de duelo del niño, evitando la complejidad o el enquistamiento del dolor”, explica la doctora González.
Nada de mentiras
Cuando le preguntamos a la psicóloga por la conveniencia -o no- de contar a los niños mentiras ‘piadosas’ del estilo de “se fue a un largo viaje”, o “se ha dormido para siempre”, su repuesta es tajante: No. Es mejor decirles la verdad.
“Este tipo de mentiras pueden repercutirles muy negativamente en sus emociones. Hay que tener presente siempre que los niños, especialmente los más pequeños, suelen quedarse con las palabras literales. Si le decimos que alguien se “durmió” para siempre, podría crearles conflictos con el sueño. De igual modo, la referencia al “viaje” es inadecuada porque esperarán a que su ser querido vuelva o puede provocarles un miedo a cualquier viaje”, explica.
Aparte de esta justificación, para Victoria González, es contraproducente que el niño termine enterándose por alguien que no está tan próximo a ellos, o que le comuniquen la noticia asumiendo que ya la sabe o de manera brusca. “Esto -añade- supondría un daño innecesario que debe evitarse, para que no repercute de manera violenta en su psique y sus emociones”.
Reacciones diferentes
Cuando se enfrentan al fallecimiento de un ser querido, abuelos, tíos o alguno de los progenitores, los niños pueden reaccionar de maneras muy diferentes, al igual que sucede con los adultos.
Según la psicóloga de la Asociación Viktor Frankl, entidad para la ayuda en el sufrimiento, la enfermedad y ante la muerte, no debe extrañarnos, incluso si el niño parece contento, como si no hubiera pasado nada, ya que esto “podría considerarse una forma de negación propia de las primeras fases del duelo”.
Entre otras reacciones, también pueden idealizar a la persona fallecida, o mostrar sentimientos de culpabilidad, miedo y vulnerabilidad. Además es bastante habitual que busquen a la persona fallecida, cuando se trata de niños muy pequeños. Y cuando son adolescentes, pueden expresar confusión, rabia o incredulidad, enviando mensajes a los adultos de su estado emocional.
“Por ello, la base y el apoyo del duelo es mantenerse unidos en la familia -recomienda la experta-. Ante todo ello, hay que dejar que niños pequeños y mayores, expresen sus sentimientos e incluso preguntarles por ellos, hablando en sus mismos términos, sin apresurarnos a dar información de más y respetando su propio ritmo, porque necesitarán tiempo para encajar la realidad de la pérdida y sus efectos devastadores”.
Una buena forma de iniciar la conversación con ellos es preguntándoles sobre las áreas en las que se sienten seguros, como en temas de estudios o juegos.
Importancia de la fe
Hablar de la muerte es hablar de la vida y de la esperanza, también para los más pequeños. Poder transmitir la experiencia cristiana, la idea de una vida que no acaba, una vida de amor cerca de Dios, es muy tranquilizador también para el niño. Hablarle de la esperanza en tantos momentos de Jesús, al que sus amigos volvieron a ver vivo, y que prometió que viviríamos lo mismo que Él.
En este sentido, González apunta que “las creencias religiosas pueden facilitar notablemente que en el proceso del duelo la pérdida cobre una dimensión trascendente, evitando la desesperanza, y haciendo que el dolor inevitable cobre sentido”. De hecho, reconoce que en la asociación “hemos visto cómo personas creyentes han podido recorrer el camino con un sentido a su sufrimiento”.
“Los niños de familias creyentes, pueden beneficiarse al participar en los rituales y en los valores de la compasión y el respeto hacia el dolor propio o ajeno, y del amor como camino de salida del duelo. Son factores de protección contra la desesperanza y quien los tiene como creyente puede ayudarse mucho a sí mismo y a sus seres queridos, en especial a los niños, aplicándolos con serenidad, naturalidad y aceptación”, añade.