EVA ALCAYDE | 2-02-2018
Rubén en el día de su primera Comunión, en la Santísima Trinidad y San José, de la Pobla de Vallbona. El sacerdore, Javier Costa, es amigo de la familia.
Desde bien pequeño Rubén ha aprendido que dinero tiene un valor limitado, el justo y necesario. En su casa le han inculcado que cuesta mucho esfuerzo de ganar y que hay que utilizarlo correctamente, “ni despilfarrarlo, ni tampoco acumularlo”, dice su madre, Amparo García.
Amparo, que trabaja en una clínica veterinaria, aborrece el consumismo, tanto que ni siquiera utiliza las tarjetas de crédito. “Considero que el dinero debe ser algo tangible, palpable y también finito. El monedero y la hucha se vacían y eso es algo que Rubén tiene muy claro. Es algo necesario, pero tiene la importancia que tiene y a nosotros no nos gusta la cultura del dios del dinero”, recalca.
Amparo vive su fe en una comunidad del Camino Neocatecumenal, en la parroquia Santísima Trinidad y San José de la Pobla de Vallbona, localidad en la que vive, y anteriormente estuvo vinculada al Movimiento de Apostolado Familiar San Juan de Ávila.
“Mi madre, mi hermana y su familia, y también mi hijo Rubén están ligados a la Obra de San Juan de Ávila. De hecho la idea de donar los regalos de su Primera Comunión, Rubén la tomó prestada de algunos de sus primos que también lo hicieron en su día”, explica la madre.
Así que Rubén se preparó para tomar la Primera Comunión en su parroquia y siguió las catequesis para niños de El Buen Pastor. Cuando llegó la hora de organizar la fiesta familiar decidió seguir el ejemplo de sus primos.
Primero, Rubén con la ayuda de su madre, redactó una carta explicando por qué no quería regalos y, en cambio, prefería donativos para la gente que necesita el dinero para vivir.

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