Se han iniciado los trámites parlamentarios para la aprobación, cuando corresponda y sea posible, de una nueva propuesta que regule la enseñanza escolar en España en el futuro próximo. Es algo importantísimo y decisivo. Es preciso actuar, es responsabilidad que no se puede dejar, el actuar y moverse. Padres y centros educativos, profesores y titulares de los centros católicos tenéis el deber de defender a los hijos y de exigir lo que les corresponde en derecho propio e inalienable. Vuestros deberes y derechos deben ser respetados. Así es como se edifica una sociedad democrática y en verdadera convivencia. Todavía hay tiempo para rectificar. Nunca es tarde. Pero, si no se rectifica, podría ser tarde para la educación de los niños y jóvenes. Sois vosotros los padres quienes debéis y podéis reclamar lo que es vuestro y os pertenece, pertenece, además, al bien común. Como obispo vuestro, estoy a vuestro lado, y, como vosotros, no quiero otra cosa que vuestros hijos sean bien formados en todos los órdenes como personas, también en sus deberes cívicos, pero que no sean instrumentalizados fuera de lo que son esos deberes cívicos exigibles por el bien común y en correspondencia con el bien de la persona y la verdad del hombre.


Aprovecho esta ocasión para exhortaros a los padres católicos a que cumpláis el deber que tenéis de pedir para vuestros hijos la Formación Religiosa y Moral Católica. Como Obispo os doy las gracias y reconozco públicamente lo bien, lo admirablemente, que estáis cumpliendo en nuestra diócesis con este deber vuestro: cada año estáis pidiendo y renovando la petición de esta enseñanza religiosa y moral, tan fundamental para vuestros hijos, para el hombre y su futuro. Por eso, vosotros que con tanta claridad y constancia venís eligiendo esta formación sed congruentes y reclamad que ninguna otra enseñanza moral impuesta distorsione vuestra elección: en el interior de vuestros hijos se generaría, de hecho, una contradicción que no podría educar su personalidad.


Agradezco también a los profesores de Religión vuestra gran labor y os pido que no os desalentéis ante las dificultades: sin duda alguna, estáis llevando a cabo una de las tareas más decisivas para el futuro de vuestros alumnos. Cierto que la enseñanza religiosa está tropezando con escollos importantes, pero es fundamental y no la dejaremos morir: la defenderemos siempre, porque no es privilegio alguno sino un derecho fundamental. Vosotros ofrecéis un testimonio espléndido de coherencia y de servicio. ¡Animo!


También mi total agradecimiento a tantísimos profesores cristianos y educadores que estáis actuando conforme a la razón y a la verdad, y os esforzáis tanto en esa nobilísima tarea de la educación, donde se edifica en buena medida el futuro de los hombres y de la sociedad por el aprendizaje de ser hombres conforme a la verdad del ser personas, y os esforzáis y lucháis día a día por una educación integral.


No quiero dejar de mostrar también mi gratitud más plena y mi aliento a los colegios católicos, tanto de titularidad diocesana como de otras instituciones religiosas. Sois de iniciativa social y os ampara el derecho que nadie os puede negar. A todos los que trabajáis en ellos que Dios os pague la obra y el servicio que en nombre de la Iglesia estáis llevando a cabo: la educación cristiana, que es sin duda obra de evangelización y de renovacion de la humanidad, escuela y aprendizaje de ser hombres libres en la verdad y constructores de una sociedad justa, fraterna y en paz. En todo seguid las enseñanzas de la Iglesia sobre la escuela católica. Secundad también lo que el Papa Francisco y los Obispos estamos pidiendo tan encarecidamente a los colegios de la Iglesia: secundar estas orientaciones de vuestros Obispos y actuar en comunión con ellos también es propio de la escuela católica y pertenece a su misma identidad; en vuestros propios colegios, facilitad a los padres el ejercicio de sus derechos y deberes.

La educación de las nuevas generaciones nunca debería ser objeto de división; si esto está sucediendo es que algo no se está haciendo bien


Agradezco y aliento de todo corazón a tantos padres que sintiendo vuestra responsabilidad y deber de padres, reclamáis lo que es justo y exigible en materia educativa. No desfallezcáis en modo alguno. Sé que al actuar como lo estáis haciendo no os mueve otra cosa que vuestros hijos. No son vuestras posturas de rebeldía o de oposición a nadie, sino de reclamo, exigencia y defensa de vuestros justos derechos con los que cumplís, nada más y nada menos, con los deberes que tenéis para con vuestros propios hijos y para con la sociedad misma. ¡No tengáis miedo alguno!. No pedís nada que no os corresponda. Sabéis muy bien que, como obispo, me siento muy cercano y os apoyo.


Finalmente, con todo respeto, me permito pedir y exigir tanto al Gobierno de la Nación como al de la Comunidad Valenciana, que no se cierren puertas, que se oiga el clamor de los ciudadanos y de las fuerzas sociales, que se dialogue y se prosiga el camino para encontrar soluciones justas y precisas que respeten y garanticen eficazmente el derecho que los padres están reclamando y defendiendo amparados en la Constitución, tanto en los centros estatales como en los de iniciativa social, con medios legítimos a su alcance.


La educación de las nuevas generaciones nunca debería ser objeto de confrontación y de división; si esto está sucediendo es señal de que algo no se ha hecho, o no se está haciendo bien. Es tiempo de buscar el encuentro y llegar al acuerdo; para eso habrá que rectificar en lo que sea justo y necesario. Ante tanta dificultad y duda, ante tanto sufrimiento como se está originando o se puede originar, ante tanta polémica como se ha desatado, ¿no cabría una moratoria, no se podría parar o ralentizar la aprobación de la nueva propuesta legislativa, por qué tanta prisa y celeridad?. Con toda sencillez, estamos convencidos de que si así se procediese ganaríamos todos. Hablaré más detenidamente de la nueva propuesta legislativa sobre educación. Elevo a Dios nuestra plegaria, para que Él nos ayude a cuantos estamos implicados de una manera u otra en la decisiva e importantísima labor educativa. Con nuestra bendición para todos.