El arzobispo de Valencia, monseñor Enrique Benavent, presidió la celebración de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote en el Seminario de Moncada el pasado día 1. En el encuentro, la diócesis de Valencia rindió homenaje a los presbíteros que este año celebran el 25 y 50 aniversario de su ordenación sacerdotal.

Los sacerdotes ordenados en 1973 han celebrado este año sus bodas de oro. FOTO: A.SAIZ

❐ L.B.
El día en que la Iglesia celebraba la solemnidad de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote, la diócesis de Valencia rindió homenaje a los sacerdotes que este año cumplen los 50 y 25 años de su ordenación sacerdotal.
“Es un día de gracia, de encontrarnos, de agradecer al Señor el don del sacerdocio que nos ha regalado y de renovar nuestro deseo de vivirlo con fidelidad”, manifestó el arzobispo de Valencia, monseñor Enrique Benavent, en su bienvenida a los sacerdotes que se congregaron en el Seminario Mayor ‘La Inmaculada’ para celebrar la jornada.
El encuentro comenzó con el rezo de la Hora Intermedia. A continuación tuvo lugar el homenaje a los presbíteros que celebran sus bodas de oro y plata sacerdotales, con la entrega de medallas, momento en el que también fue homenajeado Juan Navarro Abad, que cumple 70 años de sacerdocio.

Identificarse con Jesucristo
Monseñor Salvador Giménez, obispo de Lleida, que habló en nombre de todos sus condiscípulos ordenados en 1973, reconoció que “continuamos con la misma alegría y entusiasmo anunciando a Jesucristo y pidiéndole a Él que la fiesta de Cristo Sumo y Eterno Sacerdote sea para nosotros el modelo de actuación siempre”.
Mons. Giménez instó a todos los asistentes a recordar en este día su identificación con Jesucristo. “Cada día decimos ‘este es mi cuerpo y esta es mi sangre’, identificándonos con Él y queriendo siempre parecernos a Él en nuestro ser y nuestro actuar”.
El obispo de Lleida recordó sus años de Seminario, donde “está gran parte de nuestra vida”. Y rememoró cómo allí pasaron “casi 12 o 13 años estudiando, conviviendo y participando de todas las actividades”, por lo que “estas paredes todavía son como ‘la casa’”. Después durante el ministerio pastoral, “cuando hemos regresado aquí, siempre lo hemos considerado como la casa de formación y la casa en la que hemos estado en reuniones proyectando, planificando o revisando. La casa de formación para nosotros siempre será el Seminario de Moncada”.
También subrayó Mons. Giménez que “50 años de sacerdote dan para mucho”. Y tuvo un recuerdo para los compañeros de curso fallecidos, a los que nombró y para los que pidió tener siempre presentes en la oración: Rafael Pérez, Francisco Gutiérrez, José Luis Aracil, José Manuel Vidal, Juan Ramón Gadea, Pascual Llopis y Julio Ciges.
Y concluyó manifestando que “queremos seguir estando vinculados con Cristo, identificados con Él en su ser y en su quehacer y queremos que nuestra vida, se identifique con el Buen Pastor”, que sea “transparente, auténtica, fiel y generosa”, así como que “no tengamos nunca miedo de dar a conocer generosamente lo que llevamos en el corazón y en la mente”.

Sacerdotes ordenados en 1998, que este año han celebrado sus bodas de plata. FOTO: A.SAIZ

Gratitud al Señor
Posteriormente, fue Marcos Senabre quien habló en nombre de los sacerdotes ordenados en 1998 y que este año celebran el 25 aniversario de su ordenación.

Después de repasar los principales acontecimientos de los años de estudio en el Seminario, en los que su promoción fue testigo de importantes cambios, Senabre los resumió manifestando que “la visión panorámica de su historia, con sus vicisitudes y claroscuros no puede sino despertar en nosotros un profundo amor a esta institución y a su particularidad en Valencia”. “Fuimos el primer fruto de esta transformación. Todos nuestros respetos al Seminario de la Inmaculada”, exclamó.

Como detalle entrañable destacó que el inicio de su curso en el Seminario coincidió con el 5º centenario de la advocación de la Virgen de los Desamparados, mientras que la celebración de sus 25 años de ordenación ha tenido lugar en el año del Centenario de la Coronación de la Mare de Déu. “Hacemos nuestra la afirmación de María: Hágase en mí según tu Palabra”.
Igualmente, mostró su “más profunda gratitud al Señor por el don de la vocación” y recordó que fueron ordenados en el año del Espíritu Santo, “como preparación al jubileo del 2000”.

Concluyó haciendo suyas las palabras: “Sé muy bien de quién me he fiado” . “Y como dice un santo sacerdote: ‘Dios lo puede todo menos fallarte. Déjalo en sus manos’. También, como decía un santo Arzobispo nuestro: ‘Si mil veces naciera, mil veces sacerdote fuera”, concluyó.

En respuesta a estas intervenciones, el Arzobispo quiso destacar que algunos de los sacerdotes que en ese día celebraban el 50 aniversario de su ordenación habían sido formadores del Seminario, mientras que los que conmemoraban los 25 años han sido sus alumnos en la Facultad de Teología. “Y eso es la Iglesia: lo que recibimos de unos lo entregamos a los otros”. “Y esto hace que nuestra diócesis viva el futuro con una gran esperanza”. “La diócesis no la construye uno solo sino que la vamos edificando con la entrega de todos, con la vivencia de nuestro ministerio, acogiendo lo que nos entregan los que van delante y regalándoselo a los que vienen detrás”, señaló.

Unidad entre culto y vida
Terminado el homenaje, monseñor Benavent presidió la eucaristía que fue concelebrada por todos los sacerdotes asistentes. En su homilía se unió “ a vuestra acción de gracias a Dios y a vuestra alegría, y os agradecemos las distintas labores ejercidas en estos años en la diócesis”, manifestó refiriéndose a los presbíteros que celebraban su 70, 50 y 25 aniversario.

“Nos hemos reunido para celebrar la fiesta de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote en el año en el que se cumplen cincuenta años de su inclusión en el calendario litúrgico de las diócesis de España por iniciativa del que entonces era arzobispo de Valencia, el venerable José María García Lahiguera, que nos exhortaba siempre a la santidad en la vivencia de nuestro ministerio”, destacó monseñor Benavent.

“En nuestro ministerio sacerdotal debemos evitar la separación entre culto y vida. Sólo cuando el oferente se convierta en ofrenda puede darse la unidad entre culto y vida y sólo entonces es posible la reconciliación con Dios”, señaló. “Jesús nos ha indicado el camino y nos ha dado los medios para llegar a la santidad en la vivencia de nuestro sacerdocio: ofrecernos junto con Él por la salvación de los hermanos cada vez que celebramos la Eucaristía”, afirmó el Arzobispo que añadió que “el camino de la santidad sacerdotal exige superar toda posible separación entre mi voluntad y la de Dios, y vivir en renuncia a nosotros mismos para servir de corazón al Señor y a su Iglesia”.

“Es el camino de santidad también para todos los bautizados, todos estamos llamados a hacer de la vida un culto agradable a Dios y a no disociar nuestra vida cristiana de la personal”, concluyó.