Carlos Albiach | 21-07-2017

Niños y voluntarios participantes en ‘Un verano diferente’ del colegio diocesano San Juan Bosco de Valencia. (Foto: V.Gutiérrez)
Aunque es julio el colegio diocesano San Juan Bosco de Valencia no ha cerrado sus puertas. Todos los días sobre las 10 de la mañana las abre para que alrededor de 30 niños del barrio tengan ‘un verano diferente’. Así es como han bautizado el proyecto impulsado por Cáritas Diocesana, la Universidad Católica de Valencia y la Fundación Colegios Diocesanos ‘San Vicente Mártir, en el que ocho colegios diocesanos de diferentes puntos acogen hasta el 11 de agosto a niños y jóvenes con dificultades económicas, donde son atendidos y reciben el almuerzo y la comida.
La titular del centro, Amparo Cabello, reconoce el colegio ha acogido “con mucha ilusión este proyecto”. Además, destaca que esta iniciativa del arzobispo de Valencia hace que los colegios diocesanos “vuelvan a sus raíces y a sus señas de identidad: la atención a los más necesitados”. En este sentido, Marisa Bou, directora del colegio, reconoce que gracias a este proyecto aún en verano en el patio del centro “se respira mucha alegría”.
Esta alegría de la que habla la directora es palpable una hora antes de que los niños lleguen. A las 9 de la mañana, los cerca de 20 voluntarios ya empiezan su jornada con un oración, la lectura del Evangelio del día y la programación de lo que se va a hacer ese día. “Cada día nos ponemos en manos del Señor, porque es Él quien lleva este proyecto. En los pocos día que llevamos nos hemos dado cuenta de que es así”, cuenta Iraira León, coordinadora del proyecto en el centro.
Parte de los voluntarios son estudiantes de las carreras de educación de la Universidad Católica, que además de formarlos ha programado las distintas actividades. A ellos se unen profesores de los colegios diocesanos que a pesar de estar ya de vacaciones se han unido al proyecto aunque sea una semana. De hecho, el profesorado de los centros, como reconoce la titular de San Juan Bosco, se ha volcado como ha podido. En el caso de este centro los profesores además han realizado una colecta para destinarlo a financiar el proyecto, de la que se han obtenido casi mil euros.
En el caso de otros centros, como el Sant Roc de Alcoi el 80% del profesorado se ha unido como voluntario, tal y como cuenta su director, Jordi Juan.
Una vez los voluntarios se han organizado empiezan a preparar las actividades. Mientras unos se ponen con los bocadillos para el almuerzo otros preparan el material para las actividades. “Lo que más sorprende, cuenta Iraira, es que a pesar de que no disponemos de mucho material para hacer actividades los voluntarios son muy creativos y con poco se hace mucho”.
A las 10 empiezan a llegar los niños. Muchos de ellos incluso a pesar de tener corta edad lo hacen solos. Otros los hacen con sus hermanos mayores, puesto que el proyecto está abierto a niños de Infantil a Secundaria. En el colegio los voluntarios les reciben con mucha alegría y con una canción de bienvenida. Lo primero que hacen es darles el almuerzo y lo último la comida. “Es muy importante este proyecto para cuidar su alimentación porque las familias durante el curso reciben la beca de comedor y en verano la comida supone un gasto que muchos no pueden hacer frente”, cuenta Iraira. Además, de que “garantizas que al menos en los días que vienen realizan dos de las comidas de todo el día bien”.
Diferentes actividades
Después comienzan las actividades. Todos los días tienen un tiempo de deporte mientras que los martes y los jueves son los días del agua. Aunque no hay piscina las pistolas de agua, los globos y las regaderas se convierten en las armas perfectas para hacer frente al sofocante calor y con las que la fiesta está garantizada. Un enorme mural en el comedor, elaborado por los niños, recuerda cual es el lema del proyecto en los ocho centros: ‘La vuelta al mundo en 25 días’, el total de días que dura el proyecto.
Tanto la coordinadora como los voluntarios y las familias reconocen que los niños “se lo pasan genial”. Y eso se ve en sus caras y en sus ganas de no parar a lo largo de todo el día. Los niños, alumnos o no de estos centros, proceden de familias de especial vulnerabilidad y han sido derivados a través de las Cáritas parroquiales.
“Yo me voy pagadísimo al ver que los niños no se quieren ir a casa”

Para Andrés realizar esta labor es muy gratificante: “Lo mejor es ver que cuando llega la hora de irse se van llorando porque no se quieren irse. Eso hace que este pagadísimo y que me vaya súper contento. Es toda una recompensa”. La experiencia, por tanto para él, “es muy buena y es que además de atenderles me lo paso genial”.
“Mi experiencia es que recibes mucho más de lo que das”

“Te das cuenta que cerca de nosotros hay muchos niños con necesidad”
