L.B. | 13-02-2014
‘Santo Tomás de Villanueva. Culto, historia y arte’ es un nuevo libro que recoge en dos volúmenes la obra iconográfica dedicada al que fue arzobispo de Valencia entre 1544 y 1555.
El primero de los volúmenes recopila distintos estudios sobre el santo, tales como el contexto histórico; una semblanza biográfica; la devoción a Santo Tomás; o el colegio mayor que lleva su nombre en la capital valenciana. Además de estos trabajos, incluye también un repertorio hagiográfico y una galería fotográfica.
La segunda parte de la obra recoge un índice de artistas, nombres y lugares, e incluye también las referencias iconográficas.
En total son 730 páginas con 17 artículos, 96 imágenes (cuadros, esculturas, grabados, vidrieras, mosaicos, etc) y 535 fichas.
Acción caritativa
Entre los artículos de la obra figura la ‘Semblanza biográfica’ redactada por Arturo Llin, canónigo de la Catedral de Valencia, que, entre otros muchos aspectos de Santo Tomás de Villanueva, destaca la actividad caritativa del entonces arzobispo de Valencia, conocido como ‘el obispo de los pobres’. Así, el gesto con el que lo han inmortalizado numerosos pintores como Ribalta, Murillo, Carreño o Romanelli es precisamente el de entregar limosnas a los necesitados.
Tomás de Villanueva organizó la caridad en Valencia con un plan de asistencia y auxilio social, por el que se le podría considerar precursor de la actual Cáritas, ya que, como esta institución, no sólo realizaba una labor asistencial sino también promocional.
Como ejemplo, se cita el hecho de que de las rentas del arzobispado sólo se reservaba para sus gastos una pequeña parte, dedicando el resto para atender a los pobres.
La asistencia la prestaba también a través de limosneros y de los curas de las parroquias, que coordinaban el socorro de los
menesterosos.
Cada día daba de comer y entregaba un dinero a todos los que acudían al arzobispado, distribuyendo hasta 500 raciones diarias.
Los ‘microcréditos’
Pero no sólo hacía beneficencia, sino que ayudaba para que los necesitados saliesen de su indigencia y se valiesen por sí mismos, facilitándoles trabajo o enseñándoles un oficio. Además, dotaba a las jóvenes que iban a contraer matrimonio.
Ayudaba a los labradores con una especie de lo que ahora conocemos como ‘microcréditos’, ya que traía trigo y lo daba a los agricultores para que lo sembrasen, con la condición de que luego, tras la siega, se lo tenían que devolver, para facilitárselo a otros.
Poco conocido es el hospicio que creó para acoger a niños abandonados. Estableció la inclusa junto al arzobispado, donde los niños eran atendidos por nodrizas.
Tomás de Villanueva tenía preferencia especial por los enfermos pobres. Costeaba un farmacéutico, dos médicos y un cirujano para que les prestasen los servicios gratuitos, y disponía que el limosnero les proveyera de lo necesario con medicinas y recetas.
Fue tal su deseo de morir pobre que, poco antes de fallecer, dispuso que se repartiese todo el dinero que tenía por las parroquias de la ciudad.

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