Sarah y Belén acompañaron a las hermanas en las diferentes misiones que tienen en Benín.

B.N. | 11.11.2021
Las historias siempre se cuentan por el principio, pero con Sarah y Belén haremos una excepción y empezaremos por el final, porque el “aquí y ahora” es fruto de lo que vivieron hace unos meses. Hoy, pueden decir bien alto que han regresado a su vida diaria de estudiantes universitarias “con un gran tesoro: mayor riqueza interior, la certeza de que se pueden conseguir milagros a través de la entrega y nuestra admiración por la fraternidad de las hermanas y el servicio que prestan”.
Y sí, ahora empezaremos por el principio. Sarah y Belén son dos universitarias valencianas de 20 años que el pasado mes de julio decidieron embarcarse en una “aventura” que cambiaría por completo sus vidas: ayudar en la misión de Benín (oeste de África) a las Hermanas Terciarias Capuchinas de la Sagrada Familia.

“En las cuatro semanas que duró nuestra estancia visitamos, procurando echar una mano sin estorbar mucho, diversas obras apostólicas que llevan las hermanas en el país: colegio, centros de salud, orfanato especializado en bebés desnutridos y prematuros…”, explican a PARAULA. “También estuvimos con las hermanas en el noviciado de Ouèssè, en el postulantado en Gló, en su casa en Nikki y en Cotonú, la principal ciudad del país. Allí donde fuimos, las hermanas siempre nos acogieron con gran alegría, cariño y dedicación”, aseguran.

En el mes que estuvieron en esta antigua colonia francesa, fue “!conmovedor experimentar la vivencia de su misión, visitar familias, ancianos, compartir con las jóvenes novicias -a las que dimos clases básicas de castellano- su ilusión y sus ganas de entregar una vida de servicio por amor a Jesucristo, por llevar una vida consagrada de ayuda a los demás a través de su comunidad”, relatan.

Reconocen, que aunque antes de viajar intuían dónde iban, “no por previsible dejaron de impresionarnos la precariedad material, la alegría con la que viven y celebran todo pese a las condiciones de vida absolutamente míseras a nuestros ojos… y, en contraste, su enorme capacidad para el optimismo y para disfrutar de todo como un regalo divino”.

Sarah y Belén entregaron a los niños equipaciones donadas por el Levante U.D.

El valor de lo no material
En algunos momentos, tanto Sarah como Belén han experimentado una sensación de fragilidad, “de ser diferentes, de extrañar una cultura incomprensible en muchas ocasiones, de escasez de medios, falta de agua… pero sin embargo hemos comprendido el valor de lo no material, de lo intangible”.

Si a ellas les ha impresionado cuanto han visto, también ellas han impresionado a la población nativa. “Cuando paseábamos por los alrededores los niños acudían apiñados y atemorizados a tocar nuestra piel blanca con la punta de sus dedos”, comentan.

“Allá donde fuéramos con las hermanas, todos nos saludaban con cariño, sin distinción de religión, cristianos o musulmanes. Podríamos citar el colorido de las celebraciones eucarísticas, con cantos y bailes; el tiempo que dedicaban las hermanas para procurar mantener familias unidas dentro de la complejidad de una cultura polígama; o las carreteras de tierra, con personas y animales famélicos deambulando sin rumbo fijo”, recuerdan.

Además, para ellas, esta experiencia ha servido para descubrir “la organización, imaginación y la capacidad de las hermanas para encontrar la manera de sacar adelante las diversas obras apostólicas que visitamos. Trabajan confiadas, poniendo todo el amor de su parte en lo que hacen, para que Dios lo multiplique hasta conseguir todas las maravillas que pudimos ver con nuestros ojos. En medio de tanta pobreza material nos percatamos de lo superficial de tantas “necesidades” que nos creamos en nuestro acomodado mundo occidental”.

A las dos valencianas, además, las recordarán por sus tres maletas cargadas, una con ornamentos religiosos y otras dos donadas desinteresadamente por el Levante U.D. con material escolar (mochilas, estuches, libretas…) y uniformes del equipo granota para repartir.

“Es inmenso nuestro reconocimiento por la generosidad de las hermanas con nosotras. Nos sentimos envueltas de una fraternidad que nunca podremos agradecer lo suficiente”, concluyen Sarah y Belén.